Revista
Investigación Agropecuaria
Vol. 4
Universidad Autónoma del Estado de Morelos
Carlos Manuel Acosta Duran Editor
2007
pp. 231-240
LA PRODUCCIÓN MILPERA DE LA CALABAZA Y FRIJOL.
TRADICIONES, MITOS Y SIMBOLISMO MESOAMERICANO
César Augusto Ruiz Rivera.
Catedrático, de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (México).
E.MAIL: cesar_aug19@hotmail.com
RESUMEN
Este articulo trata sobre las costumbres y creencias agrícolas, en especial sobre el cultivo de la calabaza y el fríjol. Es el resultado de un estudio que indagó en las visiones populares y bibliográficas plasmadas en los cronistas de la época colonial mexicana donde se guardan narraciones que expresan la cosmovisión mesoamericana. El material de investigación parte del análisis de las concepciones cosmogónicas que conforman el principio de una constante histórica del uso simbólico si los símbolos mesoamericano. El trabajo se planteó como una investigación de tipo estructural, que apeló a nociones de la hermenéutica, la semiótica y al análisis del discurso. La realidad de la vida campesina se estructura en un rico universo cultural que refleja a modo de meta-discurso de las sociedades campesinas.
Se da una introducción sobre el papel indiosincrático del indígena sobre la sobrevivencia y la preservación del indígena campesino, lo cual da lugar a la preservación de sus creencias, usos y costumbres.
La investigación de campo va acompañada de la investigación bibliográfica, dando paso al testimonio histórico para justificar la conservación socio-cultural de los pueblos indígenas de México.
Se realiza un análisis de los símbolos culturales que se viven hasta nuestros días, por medio del dato histórico. Dando una interpretación del significado de las creencias y costumbres que nuestros antepasados quisieron cifrar por medio de su religiosidad y de su manera de ver el mundo que les rodea. Esta cosmovisión tiene diferentes variantes y grados de elementos antiguos en las diversas etnias y regiones de lo que antiguamente constituía la gran Mesoamérica.
Se da testimonios de la comunidad indígena de San Andrés de La Cal, Municipio de Tepoztlán, Morelos, México.
PALABRAS CLAVES: Calabaza, Fríjol, Maíz, Mitología, Símbolo.
ABSTRACT
This articulate treats on the customs and agricultural beliefs, in special on the culture of the pumpkin and bean.
One occurs to an introduction on the indiosincrático paper of the native on the sobreexperience and the preservation of the indigenous farmer, which gives rise to the preservation of its beliefs, uses and customs.
The investigation of field goes accompanied with bibliographical investigation, taking step to the historical testimony to justify the sociocultural conservation of the indigenous towns of México.
An analysis of the cultural symbols that are lived to the present time, by means of the historical data is made. Giving to an interpretation of the meaning of the beliefs and customs that our ancestors wanted to base by means of their religiosidad and of their way to see the world that surrounds to them. This cosmovisión has different variants and degrees from old elements in the diverse ethnic groups and regions of which formerly it constituted the great Mesoamérica.
This is a testimony of the Indigenous community of San Andrés de la Cal, Municipio the Tepoztlán, Morelos, México.
WORD KEY: Pumpkin, beans, Maíz. Mitology, Symbol.
INTRODUCCIÓN.
En toda la Mesoamérica indígena-campesina de nuestros días existe una identidad ancestral que parte de la religiosidad y de la cosmovisión. Esta identidad tiene varias formas de expresarse y una de ellas se extiende desde la lucha por la costumbre de sobrevivir cada día. Lucha que tiene diversos matices; en primer lugar la costumbre tan arraigada de continuar cultivando la tierra a pesar de que las nuevas generaciones no muestran el interés de seguir ‘la costumbre’ del trabajo milpero por no ofrecer mayor ganancia que la sobrevivencia diaria. No pensamos, un solo momento, que en el fondo de esta lucha por la vida se encuentra la lucha por el destino de la tierra. En este sentido la lucha por la tierra es por la identidad de la manera de pensar y de vivir. De negarse a que cualquier proyecto de desarrollo propuesto de fuera, dañaría irremediablemente lo que más quieren y respetan; la tierra, la cual les ha dado hasta nuestros días una forma sabía de apropiarse el conocimiento del medio ambiente, y de la forma organizacional comunal que caracteriza a los pueblos ancestrales del México de hoy. La cosmovisión, ‘la costumbre’, es lo que le da cohesión a este pueblo, y el rescate de ello le dará en el futuro más valor a su lucha diaria de sobrevivencia.
No todo lo escrito en mi libro San Andrés de la Cal. Culto a los señores del tiempo, hasta allí llego (Ruiz, 2001). En el año de 2005 el colega antropólogo Tomas Grigsby me pedía información sobre creencias y costumbres a la calabaza en el pueblo de San Andrés de la Cal, municipio de Tepoztlán, Morelos, México, elemento que él esta retomando en un estudio más amplio. Por lo cual realice investigaciones al respecto.
METODO.
Para la realización de este articulo se utilizo en primer lugar la investigación participante dentro del pueblo de San Andrés de la Cal, Municipio de Tepoztlán, Morelos utilizando preguntas abiertas para que el entrevistado tuviera una gran libertad y margen de respuesta, así como se realizaban siempre en el lugar de trabajo donde se gozo de entera confianza con la gente en cuestión. En segundo lugar se realizo una investigación bibliográfica con el fin de encontrar algunos rastros culturales que se pudieran unir en el pasado histórico con la realidad cultural presente. En Tercer lugar se hace un análisis del símbolo cultural cifrado a partir de su cosmovisión entendiéndolo como lo plantea López Austin “el conjunto articulado de sistemas ideológicos relacionados entre sí en forma relativamente congruente, con el que un individuo o un grupo social, en un momento histórico, pretende aprehender el universo, y surge de las relaciones sociales... La indivisibilidad del proceso no impide, sin embargo, que la articulación de los sistemas tenga que ser entendida de distinta manera a nivel individual y a nivel de grupo social... es un producto social colectivo. Forma un macrosistema de comunicación, en el que cada mensaje cumple requisitos mínimos de inteligibilidad, de coparticipación intelectual entre emisores y receptores, y de establecimiento -casi siempre inconsciente- de reglas a través de cuyo cumplimiento las ideas pueden ser recibidas, aceptadas y asimiladas por el coparticipante” (1980, T.1: 20-23).
LA CALABAZA Y SU SIMBOLISMO.
En muchas comunidades del México indígena como en San Andrés de la Cal, municipio de Tepoztlán, Morelos, las especies de calabaza (chilacayota Cucurbita fisifolia, tzompolla Cucúrbita mixta, melonera Cucúrbita pepo, y dulce Cucúrbita moschata) se siembran y cultiva junto con el maíz y el fríjol negro arbustivo Phaleolus vulgaris spp., y el fríjol chino o Loctao vigna radiata L, son cultivos de autosuficiencia, del cual solo una mínima parte se utiliza para el comercio. La calabaza conlleva su cultivo cuando se beneficia el maíz, y se cosecha un poco después que la mazorca, o cuando se cuenta con camioneta al mismo tiempo que el maíz.
En los rituales agrarios de este pueblo los campesinos programan veintenas, para realizar la preparación del terreno, siembra y cultivo del maíz. El cultivo milpero en esta comunidad se realiza por medio de veintenas. La llegada de las lluvias ocurre en el momento en que la humedad es necesaria para el crecimiento de las plantas de maíz, calabaza y fríjol (Ruiz, 2001).
El 29 de abril se realizan los preparativos de las milpas por medio de la quema y roza de las hierbas y cañas secas de la cosecha anterior, siguen con el barbecho con arado o tractor, para dejar listo el terreno el 3 de mayo, día de la Santa Cruz. El 15 de mayo, día de San Isidro Labrador, se bendicen después de una misa en la iglesia del santo patrón San Andrés, las semillas de maíz, calabaza y fríjol que se han de sembrar, animales e implementos agrícolas que utilizan durante el cultivo. El tercer viernes de mayo se lleva acabo el ritual de ofrendas a los “Señores del Tiempo”, en cuevas ubicadas en los cerros de alrededor del pueblo, para pedir un buen temporal y por una buena cosecha. Este rito se tiene que respetar dentro del ciclo agrícola, porque permite el buen desarrollo de la milpa en un temporal normal. Decía el huehuentle Don Ángel que “antiguamente se contaban cada veinte días para una vuelta de luna para medir los trabajos que se le da al maíz en la milpa” (Ruiz, 2001).
Los “caleros” creen que el 13 de junio, día de San Antonio, es el último día propicio para la siembra, porque casi siempre cae una pequeña llovizna. Decía, en una ocasión Malaquías Flores, nativo del poblado, que “El germen verde nace y quiebra la piel vieja de la semilla sembrada y se levanta a la luz para dar una nueva vida, una vez más”.
Entre julio y agosto es muy común disfrutar de un “veranillo” (verano corto de 15 a 21 días con breve calma de actividad ciclónica, que es provocado por una baja actividad solar). Este “veranillo” en media estación lluviosa es bien recibido por los campesinos, porque es cuando “benefician” (cultivan), que consiste en poner tierra a la raíz de la planta, por segunda ocasión (Ruiz, 2001).
Las fiestas de Amatlán y Santiago Tepetlapa, en el mismo municipio se realizan dentro de este periodo de verano el 22 y 25 de julio, después le sigue la fiesta de la Asunción de la Virgen María, en el barrio de la Santísima de la cabecera municipal, celebrada el 15 de agosto. Estas tres fiestas se celebran coordinadamente el 6 de agosto con el barrio de la Santísima, el pueblo de San Andrés y el de Ixcatepec como anfitrión, conmemoran la Transfiguración de Cristo.
Calculos de Grigsby contemplan que “después de 128 días transcurridos (6.8 veintenas) desde el ritual agrario, llegamos al 28 y 29 de septiembre que concuerda con la primera cosecha ritual y la celebración de la ‘enlotada y periconeada’ (recolección de flor de pericón para confeccionar pequeñas cruces). El ciclo de germinación y crecimiento de la planta de maíz en San Andrés de la Cal va del 24 de mayo al 28 de septiembre. En este lapso de tiempo el elote alcanza su desarrollo tierno el cual se descabeza de la caña de maíz, y precede la primera cosecha ritual o “decapitación del elote” el 28 de septiembre. En esta comunidad, San Miguel es el creador de los rayos, los cuales salen de su espada. El periodo de beneficio a la milpa cada 20 días, va del 14 de junio al 28 de septiembre, 5.6 veintenas” (1992).
En los siguientes veinte días (12 de septiembre al 2 de octubre), Grigsby informa que “el olor del pericón se hace palpable en su temporada de floración, y se realiza la recolección de la planta para escoba, la cual se acostumbra dejarla secar veinte días, para después fabricar escobas para barrer las calles durante febrero y marzo, época de secas y vientos fuertes que llenan el ambiente de polvo, “es Quetzalcóatl anunciando la próxima temporada de lluvias con una o dos precipitaciones después de Semana Santa ‘marzo-abril’“ (1992).
Grigsby nos dice que “ambién en esta temporada de septiembre-octubre se acostumbra buscar pequeños jilotes (frutos de maíz que no alcanzan a desarrollarse), los cuales son de buena suerte. En algunos casos se guardan como amuletos o se les da a las niñas para jugar, son muñequillas a las que llaman xilonitas. El significado de la palabra Xilonen es ‘muñeca de jilote’“(1992).
Veinte días después, el 18 de octubre, día de San Lucas se realiza la segunda “descabezada” o cosecha ritual, en esta ocasión de elote maduro. Este día normalmente la gente del pueblo hace referencia de que es a Tláloc, dios de la lluvia y del agua, a quien se da gracias por la buena cosecha. Para entonces ya se sabe si la milpa dio sus frutos, y a partir del 13 de diciembre se cosechará. En esta comunidad, a San Lucas se le asocia con la muerte y es el vigilante de las puertas del más allá. Con San Lucas termina la temporada de lluvia, y es él quién libera las almas de los muertos en sus días de fiesta (días de muertos), también “es visto aquí en oposición a San Pedro quién controla las puertas celestes, envía la lluvia y distribuye la vida” (Grigsby, 1992). En Tetelcingo, Morelos, se hace una serie de intensos ceremoniales entre agosto y noviembre, se realizan para agradecer a la Virgen de Guadalupe, a Dios Padre y a varios santos, por el crecimiento del maíz y las siembras logradas. Entre los santos destaca San Lucas, que tiene una advocación ambivalente de protector y de aliado de los brujos.
En San Andrés se acostumbra tocar las campanas de la iglesia quince días antes de los días de muertos. Dieciséis días después, los días de muertos, a principios de noviembre, marcan el fin del calendario agrícola y ritual. El término de la temporada de cultivo y el inicio de la temporada de seca está contemplada como parte de las costumbres hacia los muertos durante los primeros días de noviembre.
Hay un sinfín de costumbres y creencias que por ejemplo, algunas personas entierran en su milpa seis pequeñas piedras verdes (nefrita), que comúnmente se encuentran sobre la tierra en veredas y caminos, no importa la forma que tengan, pero se prefiere que tengan la forma y tamaño de un diente humano. “Antiguamente, en las culturas mesoamericanas, se acostumbraban a enterrar en las milpas hachas votivas de jadeita o de piedra verde, que se relacionaban a un culto al maíz, y eran posibles representaciones de granos de maíz” (Pérez, 1997). Y que colocadas, estas hachas, en forma de flor en algunas ofrendas, asemeja un corte transversal de una mazorca de maíz ancho. “El jade, por ser verde y sobre todo por ser precioso, simbolizaba el maíz” (Thompson, 1979: 345). También en la antigüedad, los olmecas lo usaban con fines funerarios, alcanzo su clímax como adorno suntuario funerario en el Clásico maya, quienes lo usaban “en pulseras, collares, tobilleras, orejeras, diademas, pectorales, anillos, cinchos y mascaras miniaturas, y en incrustaciones dentales como indicador de una posición social alta. No siendo lo mismo con los mexicas. Su Simbolización mesoamericana, representaba la inmortalidad, la eternidad, la respiración, la vida, la fertilidad y el poder. Yax es una palabra maya que significa ‘número uno’, ‘el primero’ y ‘el más fino’ y también, ‘verde resplandeciente’” (Ridinger, 1997: 52-59).
Una clase de sacrificio, como ofrenda, que se realizaba, en la antigua Mesoamérica era en la Elsa Hernández y Carlos Navarrete mencionan que “se utilizaba cuchillos bifaciales de piedra de pedernal, sílex, o de obsidiana” en forma de una semilla de calabaza, “que se utilizaba para decapitación y desmembramiento humano, para ofrenda ritual agraria del maíz, y para la fertilización de la tierra” (Hernández, y Navarrete, 1997). El cuchillo, así como las navajas de obsidiana, normalmente en las culturas prehispánicas simbolizaba al rayo y a la serpiente. En el caso de las navajas estas son símbolos, en San Andrés, de rayos, serpientes o ciempiés caídos del cielo. Tanto las hachas como los cuchillos y navajas antiguas son de naturaleza caliente, y permiten la fertilidad de la tierra. El hacha de piedra verde simboliza el maíz, y el cuchillo bifacial de piedra verde o pedernal a la semilla de calabaza.
Como ya se menciono en San Andrés, cada año se realiza un ritual agrario en donde se llevan ofrendas a varias cuevas, en dos de estas cuevas se puede apreciar claramente simbolismos específicos a la calabaza y al reverdecer permanente. Una de estas cuevas se llama Aiocaltipac que se traduce, según la gente, como, ‘arriba de la caza de la calabaza’ y la cueva de Xihuiltempa que se traduce como ‘en la orilla del musgo de turquesa’. El nombre de la primera cueva, según Tomas Grigsby (comunicación personal) se relaciona claramente con la semilla de calabaza, con el jade y el planeta Venus. Es una cueva muy estrecha a la entrada y poco amplia en su sala principal. Las paredes de la cueva, según la huehuentle Jovita, dan a saber como vendrá el temporal de lluvia; esto se sabe por la cantidad de humedad y de líquenes que se dan en sus paredes, por lo que se puede encontrar mucha humedad o totalmente seca. Comúnmente, la gente del pueblo, asocia la humedad con las lágrimas de los niños muertos. Aunque algunas personas del pueblo piensan que son los ahuaques chicos (también niños) compañeros de Tláloc.
La segunda cueva tiene la entrada muy estrecha, casi insalvable, por fuera se aprecia una sala de alrededor de tres metros cuadrados. Este hermoso lugar se encuentra en el fondo de una gran concavidad en forma de sala de teatro, la cueva conforma también un resumidero muy profundo. Las paredes de este gran embudo natural están totalmente tapizadas de musgo con un hermoso color verde esmeralda. Probablemente de esto se derive el nombre de esta cueva, aunque la turquesa normalmente es de color azul, no hay que olvidar que la turquesa es una representación simbólica general del agua en las culturas mesoamericanas, también se relaciona con “la lluvia, la sabiduría, el discurso sagrado (rezos o peticiones de lluvia), la fertilidad, el poder político y con el concepto del tiempo” (Weigand, 1997: 26-36). La raíz xihuitl aparece en el nombre de numerosas plantas, como el ololiuqui, ‘manto o semilla de la virgen’ (Tubina corymbosa) a la cual se le llama coaxihuitl, un alucinógeno muy usado en la antigüedad, también conocido en San Andrés como ‘quiebra platos’. Esta hierba también tiene que ver con el termino náhuatle utilizado en San Andrés tzompinalli, en donde tzon, cabeza; pinalli larga, lo que nos da la traducción de ‘cabellera larga’. Esto viene a que también se utiliza el término de tzompolla para referirse a la cabeza, aunque en realidad en náhuatl se escribe tzon, para cabeza. No debemos olvidar el uso prehispánico del tzompantli que era el envarillado para los cráneos de los sacrificados. Lo que nos da un simbolismo, de la calabaza, al cráneo humano.
La palabra xihuitl es utilizada, también, para referirse a las hierbas, a la turquesa y al año nuevo, las hojas verdes y las plantas se relacionan con el año nuevo de la vegetación, después de concluir la estación seca. Según Sahagún (1985) “Tonalco, comenzaba en la veintena de Panquetzaliztli y era la estación seca, presidida por la divinidad del cielo diurno, el sol” (Broda, 1983: 45-56). Esta temporada, en San Andrés, es presidida por el cielo diurno despejado y el sol abrumador. Pero más interesante es la relación del año con la turquesa, xihuitl, que se asocia con el agua y con Tláloc. “Este dios y Huitzilopochtli, con templos gemelos en Tenochtitlán, marcan las dos partes del año, pero Tláloc es el que será invocado al inicio de cada periodo de 360 días, y el que trae el reverdecer de los campos, el xiuhyoa, la formación de la planta de maíz, que será adorada con Centéotl en el Xiuhcalco. La raíz xihuitl se repetirá una y otra vez para indicar el inicio del año con la nueva vegetación que gracias a Tláloc brota en las milpas” (López Austin, 1999).
Mis investigaciones recientes me hacen recordar que la siembra y cultivo de la calabacita verde se realiza precisamente al fin de la temporada de lluvia, crece y se desarrolla con poca agua y con el rocío.
A dixe arriba que los conjuros para las siembras son todos casi unos mudado el nombre de la semilla, y assi a las pepitas de calabaça llaman tlamacazqui chicome quauhtzin, quiere decir espiritado de siete ramas por los muchos braços que echa, que son como cuernos a que en Mexicano diçen quauquah, al frisol disen tlamacazqui tlaçòpilli tlilpotonqui, quiere decir: «espiritado príncipe de mucha estima encubertado de negro»; este modo de decir debe de ser por lo mucho que estiman esta semilla, que en esta tierra para ellos es uno de los mas comunes mantenimientos: por este estilo van en sus metaphoras, y modos de decir, y assi no pongo mas por euitar prolixidad (Ruiz de Alarcón, 1998: Tratado 3, Cap. III).
Y más adelante, Ruiz de Alarcón, nos ofrece el siguiente conjuro para la siembra de calabaza:
Para siembra de calabazas que en esta tierra llaman tamalayotli, y es la que en este género se aventaja a los demás en magnitud, usan el conjuro siguiente al poner la pepita:
Contigo hablo mi madre la princesa tierra, que estás cariarriba; y a ti digo mi Padre un conejo: en las palmas de tus manos pongo un pedernal (la pepita), cúbrelo bien y apriétalo mucho en tus manos, no lo codicien sus tíos (dioses) los que viven en las casas de los que pican, o muerden (las hormigas) que son los chichimecos bermejos. Su fertilidad ha de asombrar a los espiritados; han se admirar viéndose enredar los pies a cada paso con las cuerdas que son las encantadas tripas de lo que es nuestro mantenimiento, y viendo que cada momento tropiezan en las encantadas cabezas. Y tú, señora tierra, finalmente ahora te amonesto que no te avergüences cayendo en falta, no empieces a rezongar y rezongando dejes de cumplir con tu obligación (Ruiz de Alarcón, 1998 Tratado 3 Cap. VI).
Y en jacinto de la Serna leemos lo siguiente, incluyendo su interpretación:
es vna de las muy principales para el sustento de estos indios: ay muchos géneros de ellas y conformes á los temples, en que se siembran, cuyas pepitas, es la semilla, la qual siembran con el conjuro siguiente:
Contigo hablo, mi madre Princeza tierra, que estás cari arriba: ya te digo, mi Padre vn Conejo (llamase assi la tierra), (N.º 1), en las palmas de tus manos pongo vn pedernal (N.º 2), cúbrelo bien, y aprietalo mucho en tu mano, no lo codicien sus tios (N.º 3), los que viuen en las casas de los que pican, ó muerden, que son los chichimecos bermejos.
Su fertilidad á de assombrar á los espiritados; anse de admirar viendose enredar los pies á cada passo con las cuerdas, que son las encantadas tripas (N.º 4) de nuestro mantenimiento, y viendo, que cada momento tropieçan en sus encantadas cabezas.
finalmente á ti, Señora tierra, ahora te amonesto, que no te auerguences cayendo en falta; no comiençes á reirte, y á hazer poco caso, y con esso dexes de cumplir con tu obligacion.
Esto vltimo suelen romancear ellos diferentemente, porque el vocablo es Acmotihuexcatlatlacoz, y dicen, no resongues, y gruñas como los que obran de mala gana.
En el 1º llama á la tierra conejo, porque su modo de nombrarla es asi: conejo boca arriba.
En el 2º llama á la pepita pedernal, por la figura, que tiene á modo de punta de pedernal de los que ponen en las flechas.
En el 3º. Llama á todo genero de animales, que pueden hazer daño, con nombre de tios encantados; y á las hormigas chichimecos bermejos por el daño, que hazen, y por su color.
En el 4º. A la rama de la Calabasa llama tripas, y á la calabasa cabeza, y á los que las pissan enredandose en ella llama espiritados, todos los quales embustes son methaphoras, y obscuridades del Demonio (De la Serna, 1953: Cap. XXIV, 4).
Glosarios de Sahagún (1985), y López Austin (1984), nos traducen estas palabras, propuestas por Ruiz de Alarcón (1998) de la siguiente manera:
1. Tlamacazqui.
A) El proveedor de bienes, y se aplica a Tláloc y sus asociados.
B) El ministro del culto que auxilia a los sacerdotes principales.
2. Chicome. Fecha calendárica.
3. Quauhtzin. De cuauh.
A) Objeto largo y rígido como palo.
B) Objeto duro como madera.
C) Parte dura pero flexible.
D) Parte larga y ósea. Tzin, venerable (López, 1984: 214).
4. Tlazopilli.
A) Príncipe de la basura.
B) Tlazol, basura; pilli, príncipe joven; pil, indica todo aquello que surge de una superficie. En algunos casos los surgentes llegan a ser apéndices, como mapil (dedos de la mano). En otros son promontorios (López, 1984: 214).
5. Tlilpotonqui.
A) Adornado de flores negras.
B) Nombre de Quetzalcóatl, tal como era Venerado en el Calmecac.
C) hierba medicinal no identificada.
6. Tamalayotli. Tamal, caparazón; ayotli tortuga.
La calabaza representada por Tláloc, se le refería como a un ayudante del sacerdocio. Mientras al fríjol se le decía como a Quetzalcóatl en el Calmecac, o a la representación sacerdotal en honor al fríjol. Así como se le veneraba como príncipe de la basura. Y al cuerpo de la calabaza se le asemeja a un caparazón de tortuga. No hay que olvidar que el caparazón seco de la calabaza servia como cuenco para tomar líquidos y para diversos usos domésticos, mejor conocido como jícara. Sahagún nos relata un relato con respecto a una culebra y a la jícara:
Hay otra culebra que se llama xicalcóatl, que quiere decir culebra de jícara. Hay unas grandes y otras pequeñas; críase en el agua; cuando son grandes tienen en el lomo naturalmente nacida una jícara, muy pintada, de todos colores y toda labor. Esta culebra, cuando quiere cazar personas, llégase a donde pasan caminantes y demuestra la jícara sobre el agua, que anda nadando, y que ella escóndese debajo de ella, que no parece; y los que pasan por allí, como ven la jícara, éntrase en el agua a tomarla, y ella poco a poco se va llegando hacia lo hondo, y el que va a tomarla vase tras ella, y llegando a donde esta hondo, comienza a turbarse el agua, y hace olas, y allí se ahoga el que iba a tomar la jícara. Dicen que esta culebra es necegra; solo la jícara es de diversos colores (Sahagún, 1985).
En este relato se mencionan elementos acuáticos que simbolizan la fertilidad; la culebra o serpiente, la jícara, y la mención de colores que podrían simbolizar al arcoiris, que como ya interprete en estudios recientes tiene que ver con la serpiente coralillo, con la Vía Láctea, con Quetzalcóatl, y con la figura del diablo (Ruiz, 2001).
Una interpretación simbólica podría ser que la semilla de calabaza y la del fríjol se siembran como compañeros sacerdotales (de Tláloc y Quetzalcóatl respectivamente) propiciadores de la fertilidad de la tierra y el resurgimiento de la naturaleza por medio de la lluvia que trae el viento, propiciando el crecimiento del maíz en sus diferentes etapas (Cintéotl como dios del maíz, Xilonen, como diosa del jilote o de la mazorca tierna, Ilamatecuhtli como la deidad de las mazorcas viejas y secas) y la jícara como recipiente contenedor de líquidos podría simbolizar a las nubes.
También, y por otro lado uno de los extremos del planeta Venus como lucero vespertino llega al punto más distante hacia el sur entre octubre y diciembre que coinciden con el final de la temporada de lluvia. En la cosmovisión mesoamericana el agua se encontraba en el mundo subterráneo, en el interior de los cerros: En San Andrés así se cree. También Venus tenía cierta relación con el inframundo, no sólo por su relación con el agua de lluvia, sino por las características de su movimiento: las desapariciones del planeta alrededor de las conjunciones fueron concebidas como sus descensos al inframundo. Con la Conquista española la idea del inframundo se sincretizo con el concepto del infierno cristiano. Sahagún nos habla del temor que causaba el brillo del planeta Venus como estrella de la mañana:
A la estrella de Venus la llamaban esta gente citlapol, uei citlalin, estrella grande; decían que cuando sale por el oriente hace cuatro arremetidas, y las tres luce poco, y vuélvese a esconder, y a la cuarta sale con toda su claridad, y procede por su curso...
En la primera arremetida teníanla de mal agüero, diciendo que traía enfermedad consigo, y por esto cerraban las puertas y ventanas para que no entrase la luz...(Sahagún, 1985).
En los anales de Cuauhtitlán son más explícitos los avistamientos del planeta Venus como estrella matutina:
Sabían cuándo viene apareciendo, en qué signos y cada cuántos resplandece, les dispara sus rayos y les muestra enojo. Si cae en 1 cipactli (espadarte), flecha a los vientos y viejas, a todos iguales. Si en 1 ocelotl (jaguar), si en 1 mácatl (venado), si en 1 xochitl (flor), flecha a los muchachitos. Si en 1 acatl (caña), flecha a los grandes señores, todos así como si en 1 miquiztli (muerte). Si en 1 quiyáhuitl (lluvia), flecha a la lluvia, y no lloverá. Si en 1 ollin (movimiento), flecha a los mozos y mozas; y si en 1 atl (agua), todo se seca, etc. Por eso los viejos y viejas veneran a cada uno de esos signos (Códice Chimalpopoca: 11)
Las creencias más arraigadas y ondas son las relacionadas con la tierra y el agua. Su origen se remonta por lo menos al Preclásico, aunque los datos más concretos provienen de épocas más recientes. El Tlalocan de los aztecas, reino de las deidades de la lluvia, era el paraíso situado en el inframundo; era un lugar de abundancia. Sahagún nos dice que “allí nunca faltaban las mazorcas de maíz verdes, y las calabazas y ramitas de bledos, y ají verde y jitomates, y frijoles verdes en vaina, y flores” (Sahagún I: 297).
Otro dato referente a la morada de los muertos, ahora entre los lacandones, es que “la única comida disponible para las almas de los difuntos en ese lugar se compone de frijoles y pepitas de calabaza” (Marie Odile Marion, 1998: 57).
En nuestros días la semilla de la calabaza tzompolla se extrae del fruto, para su secado al sol, entre noviembre-enero, después se muele y se guarda en refrigeración para su uso ritual durante todo el año, (día de la candelaria, semana santa, ofrenda a los ahuaques en mayo, día de muertos, y día de la Virgen de Guadalupe). No es furtiva la preparación del mole verde con su ingrediente principal: la semilla de calabaza Tzompolla, que su utilización es exclusivamente ritual y se consume sin sal. Otro elemento cultural culinario es el tamal de calabaza que se acostumbra a cocinar a partir de diciembre, en el cual se utiliza calabaza, fríjol, y masa de maíz, los tres elementos que se siembran y cultivan juntos. Normalmente el dulce de calabaza se prepara en los días de los niños difuntos y durante toda la temporada de invierno.
De la chilacayota se aprovecha el fruto para dulce y la semilla para comer asada con sal. De la tzompolla se aprovecha el fruto para guiso, y la semilla para el mole verde. De la melonera y de la calabaza dulce se prepara con el fruto guisado, en dulce y tamal. En este orden doméstico intervienen las categorías culturales de la crudo y lo cocido para darle vida y muerte a las semillas del maíz, calabaza, y del fríjol, en un ciclo interminable hasta llegar a la siembra, pasando por la germinación hasta llegar al cultivo y almacenaje. Al realizar el análisis de la cosecha ritual y profana, el elemento de la deidad ‘dema’, propuesto por Jensen (1966) para deidades primordiales, contenido en un dios supremo, de la forma más antigua del sistema agrícola tropical, y el planteamiento hecho por Hangert (1978) para la mitología maya. Aporto una interpretación “de la relación humana en la cosecha cíclica del maíz como divinidad, en donde sus diferentes muertes son producto generador de la vida” (Ruiz, 2001: 119-133).
Los ciclos naturales sugieren que primero hay que nacer, para dar origen a la muerte; antes de sembrar es necesario recoger la semilla viva, y debe morir en la tierra por medio de la fertilización a la tierra por el agua de lluvia o por cocción. El elote, la mazorca y la semilla mueren por separación o decapitación de la planta, después del cultivo se cosecha, es decir:
1) Siembra _______ Muerte. A) Lluvia _______ muerte-fertilidad.
2) Cultivo _______ Nacimiento. B) Seca ________ vida-muerte.
3) Cosecha _______ Muerte.
Pero ¿que es una deidad ‘dema’? El análisis de Hangert dice que:
(...) los demas aparecen en múltiples formas, y siguen a la vez siendo ellos mismos. La muerte (...) no significa el fin de su existencia, sino una multiplicación de sí mismos bajo diferentes aspectos y un nuevo principio (...) cada una de sus diversas apariencias inicia un rito, una costumbre, inventa un instrumento, enseña su uso contribuyendo de esta manera al aumento de elementos tanto naturales como culturales (...) los demas matan para crear nuevas formas de vida, y no sólo matan animales, sino con frecuencia seres de su misma especie. Las nuevas formas de vida surgen de sus huesos, de la sangre, del pelo y de las otras partes del cuerpo del ser muerto (Hanger, 1978: 88-89; citado por Báez-Jorge, 1988: 79-80).
En San Andrés se advierten en la mazorca y en la semilla de maíz atributos de las deidades ‘dema’. Con esto los “caleros” dan lugar a una nueva existencia del maíz para pasar a otro. En cada cosecha inicia un rito de decapitación, que así refieren los campesinos. Después de las dos cosechas rituales, de la búsqueda de las “xilonitas”, y del proceso doméstico, cada estilo de sacrificio comienza o termina con las relaciones humanas, que se suceden hasta concentrarse en una síntesis de la cosmovisión, que no refiere un principio o un fin, sino una mecánica cíclica en donde el sacrificio del maíz, como ‘dema’, se entiende como muerte generadora en tanto propicia la transformación cósmica de la energía y del ciclo vida-muerte-vida, de los humanos y del mundo vegetal, que se ubican identificados en el plano sagrado (Ruiz, 2001).
En San Andrés la asociación del elote, la mazorca y del maíz ancho o “pozolero” como cabeza es simbólica. Estas representaciones de la transformación expresa una metamorfosis sagrada, y se encuentra relacionada con la muerte ritual, es decir, al sacrificio humano que en conjunto evidencia la presencia del maíz como divinidad, con características correspondientes a los ‘demas’ (Ruiz, 2001).
En esta perspectiva analítica, tal vez la representación más completa de la cosmovisión de los “caleros” se relacione a la cosecha y la ofrenda con el sacrificio de los “Señores del tiempo” como deidades ‘dema’. El sacrificio simbolizaría también un acto de intercambio energético mediante el cual los humanos entregarían sus productos a los “Señores del tiempo”, recibiendo a cambio los frutos de la tierra, a través de la:
tierra - lluvia - fecundidad - maíz
En mi opinión, la cosmovisión de los “caleros” está relacionada con rasgos particulares de las deidades ‘dema’, en una asociación de:
agua - tierra - vida - reproducción - muerte.
CONCLUSIONES
Cada elemento cultural de las creencias y costumbres ancestrales que se viven hoy en día en el campo mexicano en las diferentes esferas de la civilización ya sea económico, político o doméstico están sincretizadas al catolicismo pero el rasgo cultural dominante constituye lo mesoamericano, por su alta resistencia y persistencia ante los rasgos culturales del catolicismo como todo lo extranjero, a esto López Austin llama el núcleo duro de la religión mesoamericana. En el estado de Morelos no importa que la comunidad este aislada de la sociedad mayor para mantener viva toda esta tradición mesoamericana, sino la lucha ancestral que se tiene en pos de la defensa por sus tierras y su modo de vida.
Todo lo anterior y los testimonios de la gente indican que la representación gráfica de una gota de agua y los cuchillos de piedra simbolizan a la semilla de calabaza, así como las hachas de piedra verde representan la semilla de maíz, y las pequeñas piedras de color verde que se entierran actualmente representan a la mazorca de maíz ancho. En ambos casos el jade y la turquesa, así como Tlaloc y Quetzalcoatl son parte de una representación de la fertilidad.
Una interpretación simbólica final de todo esto es que la calabaza y el fríjol se cosechan poco después que el maíz, en una milpa o campo de cultivo devastado, en un campo de batalla, que en medio de la basura, las vainas de fríjol y las guías secas de calabaza, el levantar el fruto de la tierra significa el recogimiento de los restos de los cuerpos (fríjol) y las cabezas (calabaza) de los sacerdotes que acompañaron el crecimiento del Dios: el maíz. A todos se les da el destino más honroso, el mantenimiento de la raza humana.
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