Revista de Arquitectura, Diseño y Urbanismo
Núm. 6, año 2009.
Universidad de San Luís Potosí
pp.159 - 170
Núm. 6, año 2009.
Universidad de San Luís Potosí
pp.159 - 170
PROTOTIPO Y DISEÑO ARQUITECTONICO DEL TEMPLO BIBLICO.
ESPACIO NATURAL, URBANO Y SIMBÓLICO
César Augusto Ruiz Rivera
RESUMEN
Dentro de las revelaciones divinas y sagradas para el hombre religioso, la contemplación y distribución arquitectónica del prototipo y del diseño final, de lo que debería de ser una casa de Dios, mejor conocido como templo, hay una distribución simbólica de cómo esta distribuido el centro del universo y de cómo debe de verse la Casa de Dios sobre la zona natural y/o urbana en el mundo y como reflejo del universo, y como representación de la Imago mundi. Así mismo esta distribución simbólica se aplica a la distribución arquitectónica interna del templo. Y finalmente este simbolismo final se aplica al concepto simbólico del cuerpo humano como templo sagrado, donde el concepto de impureza esclarece el punto principal de lo que debería ser santificado: el cuerpo y el templo.
La propuesta se centra en segundo lugar, sobre el uso destinado al interior de los templos, y un panorama general del cristianismo.
PALABRAS CLAVES
Tabernáculo, Templo, El Centro, Ritual, Impureza.
ABSTRAC
Within the divine and sagradas revelations for the religious man, the contemplation and architectonic distribution of the prototype and the final design, of which it would have of being a house of God, better well-known like temple, is a symbolic distribution of how this distributed to the center of the universe and of how the House of God must be seen on the natural and/or urban zone in the world and like reflection of the universe, and like representation of the Imago mundi. Also this symbolic distribution is applied to the internal architectonic distribution of the temple. And finally this final symbolism is applied to the symbolic concept of the human body like sacred temple, where the impurity concept clarifies the main point of which it would have to be sanctified: the body and the temple.
The proposal is centered secondly, on the use destined to the interior of the temples, and a general panorama of the Christianity.
KEY WORDS
Tabernacle, Templo, The Center, Ritual, Impurity.
INTRODUCCION
Por derivación la palabra "templo", en su aplicación literal, tiene un significado limitado y particular. El concepto esencial de un templo siempre ha sido el de ser un lugar especialmente reservado para servicios considerados de sacralidad verdadera o asumida; en una acepción más limitada, un templo es un edificio construido para efectuar ritos y ceremonias sagradas exclusivamente dedicado a tal objeto. A la vez es el lugar donde se enseña y debela el misterio de la divinidad por instrucción de hombre, o por revelación divina.
El vocablo latín templum era el equivalente del término hebreo Beth Elohim, que significaba la morada de Dios; de ahí que, por su relación con la adoración divina, literalmente significaba la Casa del Señor. En relación con esto, es interesante considerar el significado del nombre Bethel, contracción de Beth Blohim, que dio Jacob al lugar donde se le manifestó la presencia del Dios. Dijo:
18 Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella. 19 Y llamó el nombre de aquel lugar Bet-el, aunque Luz era el nombre de la ciudad primero. 20 E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, 21 y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. 22 Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti (Génesis 28: 16-19; léanse los versículos 10-22).
EL TEMPLO. PROTOTIPO Y DISEÑO BIBLICO
El significado del concepto "templo", cual se entiende y se aplica en esta obra, se concreta al edificio real y verdadero, erigido por el hombre en toda época, dedicado y purificado para el servicio especial de Dios, servicio que debe incluir la administración autorizada de ordenanzas pertenecientes al sacerdocio, y no meramente un lugar, pese a lo sagrado que tal sitio hubiese llegado a ser. Si se clasificara a los lugares sagrados de ser esencialmente templos, al igual que los edificios comunes sagrados, entraría en esta categoría más de un santo Betel raramente considerado como tal.
En la aplicación simbólica más amplia de la palabra, el Jardín de Edén fue el primer santuario de la tierra, porque en él fue donde el Señor primeramente habló al hombre y dio a conocer su ley. La sacralidad de estos lugares también fue semejante a la de Horeb, donde Dios habló por primera vez a Moisés desde en medio del fuego; y donde, al acercarse, se detuvo ante el mandato: "No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es" (1 Éxodo 3: 5). Otro coso sucedido a Moises fue en el Sinaí que también llegó a ser un santuario, porque el monte fue consagrado como la morada de Jehova mientras se comunicaba con Moises y expedía sus decretos. Sin embargo, el prototipo simbólico relacionado con un templo se distingue no sólo como el lugar donde Dios se revela al hombre sino también como la Casa en la cual se realizan rituales y ordenanzas prescritas.
En muchas culturas y épocas en la historia humana, tanto los idolatras como los adherentes al cristianismo y Judaísmo han levantado edificios considerados y llamados en su totalidad como santuarios o recintos. Los templos paganos de la antigüedad eran tenidos por habitación de dioses y diosas míticos cuyos nombres llevaban, y a cuyo servicio se consagraban dichos templos. Por siempre se han usado las inmediaciones de los templos como sitios de reunión general y ceremonia pública. La existencia de recintos interiores era solamente para los sacerdotes consagrados, en los cuales, según se afirmaba se manifestaba la presencia de la deidad por medio de oráculos. Como evidencia de la exclusividad de los templos antiguos, aun los de origen pagano, hallamos que el altar de adoración pagana se colocaba, no dentro del propio templo, sino enfrente de la entrada. Los templos jamás han sido considerados como sitios de reuniones públicas ordinarias, sino como recintos sagrados, consagrados a rituales especiales de ese sistema particular de adoración, del cual el templo era el símbolo visible y tipo material.
En un sin fin de culturas el principal prototipo de un templo fueron las montañas donde se construían altares y realizaban sacrificios en holocausto, ofrendas vivas o muertas de animales, o sacrificio humano, u oraciones y rezos. Con el tiempo se implementaron recintos cerrados con piel de animal, tela, piedra, etc., al respecto Mircea Eliade (1984: 1985) nos dice:
…la montaña figura entre las imágenes que expresan el vínculo entre el Cielo y la Tierra; se cree, por tanto, que se halla en el Centro del Mundo …en múltiples culturas se nos habla de montañas semejantes, míticas o reales, situadas en el Centro del Mundo: Meru en la India, Haraberezaiti en el Irán, la montaña mítica «Monte de los Países» en Mesopotamia, Gerizim en Palestina, denominada por otra parte «Ombligo de la Tierra.» Habida cuenta de que la Montaña sagrada es un Axis mundi que une la Tierra al Cielo, toca al Cielo de algún modo y señala el punto más alto del Mundo, resulta que el territorio que la rodea, y que constituye «nuestro mundo», es tenido por el país más alto. Tal es lo que proclama la tradición israelita: Palestina, como era el país más elevado, no quedó sumergido en el Diluvio (A. E. Wensinck, 1916; E. Burrows, 1935, citados en Eliade, 1984).
Según la tradición islámica, el lugar más elevado de la tierra es la Ká'aba. Sobre la altura del cielo nocturno la estrella polar testimonia que se encuentra frente al centro del cielo (Eliade, 1984).
Para los cristianos, el prototipo de templo identificado en un monte es el Gólgota el que se encuentra en la cima de la Montaña cósmica. Todas estas creencias expresan un mismo sentimiento, profundamente religioso: nuestro mundo es una tierra santa porque es el lugar más próximo al Cielo, porque desde aquí, y desde cada lugar del mundo, se puede alcanzar el cielo; según eso, es un lugar alto. En lenguaje cosmogónico, esta concepción religiosa se traduce en la proyección de cada territorio privilegiado como la cima de la Montaña cósmica.
El simbolismo del templo también contempla de que en cada templo se ubica el Centro de la tierra, o el mundo del universo, y explica otras series de imágenes cosmogónicas religiosas: a) las ciudades santas y los santuarios se encuentran en el Centro del Mundo; b) los templos son réplicas de la Montaña cósmica y constituyen la unión entre la Tierra y el Cielo; c) los cimientos de los templos se hunden profundamente en las regiones inferiores. Los nombres de las torres y de los santuarios babilonios son testigos de esto, se les denomina: Monte de la Casa, Casa del Monte de todas las Tierras, Monte de las Tempestades, Vinculo entre el Cielo y la Tierra, etc.
Al zigurat, propiamente se le consideraba una Montaña cósmica: con siete pisos que representaban un cielo planetario cada uno; en su asenso el sacerdote llegaba a lo más alto del Universo. Un simbolismo parecido explica la construcción del templo de Barabudur en Java, que está edificado como una montaña artificial. Su ascensión equivale a un viaje extático al Centro del Mundo; al alcanzar la terraza superior, el peregrino realiza una ruptura de nivel; penetra en una «región pura», que trasciende el mundo profano (Eliade, 1984).
Dur-an-ki, ‘vínculo entre el Cielo y la Tierra’; se le denominaba ha los santuarios babilonios (en Nippur, en Larsa, en Sippar, etc.). Babilonia contaba con multitud de nombres, tales como: Casa de la base del Cielo y de la Tierra. Pero siempre era en Babilonia donde se efectuaba la unión entre la Tierra y las regiones inferiores, pues la ciudad se había edificado sobre báp-apsú, la Puerta de Apsü, siendo apsú la denominación de las Aguas del Caos antes de la creación. La misma tradición reaparece entre los hebreos: la roca del Templo de Jerusalén se hundió profundamente en el tehóm, el equivalente hebraico de apsú. Lo mismo que en Apsü, la roca del Templo de Jerusalén encerraba la boca de te-hóm (Eliade, 1985).
El apsü, y el tehóm simbolizan tanto el Caos acuático, la modalidad pre-formal de la materia cósmica, como el mundo de la Muerte, todo lo que precede a la vida y la sigue. Y otorgan el punto de intersección como de comunicación, entre el inframundo y la Tierra, sino también la diferencia del estado ontológico entre los dos planos cósmicos. Entre ambos se da una ruptura de nivel, un tránsito de lo espiritual a la vida, y de la vida a la muerte, y de la muerte a lo espiritual.
El Caos acuático que ha precedido a la creación simboliza al propio tiempo la regresión a lo amorfo efectuada en la muerte, el retorno a la modalidad larvaria de la existencia. Desde cierto punto de vista, las regiones inferiores son equiparables a las regiones desérticas y desconocidas que rodean el territorio habitado; el mundo de abajo, por encima del cual se asienta firmemente nuestro Cosmos, corresponde al Caos que se extiende a lo largo de sus fronteras (Eliade, 1985).
Para toda cultura antigua nuestro mundo era colocado, cosmogónicamente, en el centro del universo, y su centro urbano al centro del mundo. De todo cuanto precede resulta que el mundo se encuentra siempre en el Centro del universo, porque allí se encuentra la ruptura de nivel, y la comunicación entre las dos zonas cósmicas perfectas, cualquiera que sea su extensión. Un país entero ya sea Palestina, una ciudad ya sea Jerusalén, un santuario como el Templo de Jerusalén, representan indiferentemente una Imago mundi.
En Antigüedades de los judíos Flavio Josefo escribía, a propósito del simbolismo del Templo, que el patio o atrio representaba el Mar (es decir, las regiones inferiores); el santuario, la Tierra, y el Santo de los Santos, el Cielo (Cordero, 1987).
Aun hoy en día el hombre moderno aspira a vivir lo más cerca posible del Centro del Mundo. Los grandes hombre de negocios piensan que sus imperios constituyen el ombligo del mundo, y, sobre todo los grandes rascacielos, y adoptan las concepciones antiguas de que los templos o sus palacios son verdaderos Centros del mundo; de este modo reproducen, a escala micro-cósmica, el concepto antiguo del universo. El hombre de las sociedades tradicionales ha vivido durante muchos siglos en espacios abiertos viendo hacia lo alto, y asegurando su inclusión simbólicamente en el, y su comunicación con los dioses y el mundo trascendente lo hace posible ritualmente.
El antiguo apócrifo El evangelio de los hebreos, de la misma época que los canónicos cristianos contiene importantes rastros de las direcciones que coexistían en la tradición cristiana:
Me acaba de tomar mi madre, el Espíritu Santo, y me ha llevado a la excelsa montaña del Tabor” (Kaydeda, 1990).
Esto puede resumir una visión de la Trinidad, como el Padre, y la Madre (llamada en este caso el Espíritu Santo), y el Hijo. Sin duda esta interpretación, tan tentadora para el catolicismo, fue de uso común en algunas sectas en los primeros siglos hasta ser desbancada por la hoy vigente.[1] Pero lo importante de este párrafo es la mención del Monte El Tabor, como zona de comunicación sagrada.
Desde muy antiguo el pueblo de Israel se distinguió entre las naciones como edificador de santuarios a su Dios Jehová, esto les era requerido en forma particular a quienes profesaban servir al prójimo. La historia de Israel como nación data y se registra en la Biblia, desde el éxodo. Durante los siglos de su esclavitud en Egipto, los hijos de Jacob habían llegado a ser un pueblo numeroso y fuerte, pero bajo servidumbre. En el debido tiempo, sin embargo, sus aflicciones y súplicas llegaron al Señor su Dios, quien los sacó del poder de Egipto. No bien hubieron escapado del ambiente de la idolatría egipcia, les fue requerido preparar un santuario en el cual Jehová pudiera manifestar su presencia y dar a conocer su voluntad como su Señor y Rey aceptado.
Este santuario que se les fue requerido por revelación fue conocido como El Tabernáculo, en calidad de santuario de Jehová, desde la época de su construcción en el desierto, y entonces durante el período en que anduvieron errantes y aun por siglos después se había construido de acuerdo con un plan y medidas divinas. Se trataba de una estructura compacta y portátil, acomodada a las exigencias de su emigración. Aun cuando el Tabernáculo era solamente una tienda, se construyó de los mejores, más preciados y costosos materiales que el pueblo poseía.
Esta condición de excelencia era propia y digna, dado que la estructura terminada constituía la ofrenda de una nación a su Dios. Su construcción fue prescrita con minucioso detalle, así en cuanto al diseño como al material; fue en todo respecto lo mejor que el pueblo pudo dar, y Jehová santificó la dádiva ofrecida con su aceptación. El llamado de proporcionar material para construir el tabernáculo se recibió con tan buena disposición y liberalidad, que se reunió más de lo necesario: "Pues tenían material abundante para hacer toda la obra, y sobraba” (Éxodo 36).
Las Escrituras mencionan que se hizo una proclamación al respecto, y se le impidió al pueblo llevar más. Los artesanos y obreros que habrían de trabajar en la construcción del Tabernáculo fueron designados también por revelación directa, o escogidos por autoridad divinamente señalada, dándose particular consideración a su destreza y devoción. Examinado en relación con su ambiente, y tomando en cuenta las circunstancias de su creación, el Tabernáculo fue una estructura imponente. La armazón era de madera escogida, las cortinas interiores de lino fino y preciosos bordados con adornos prescritos en azul, púrpura y carmesí, sus cortinas intermedias y exteriores de ricas pieles; sus partes de metal eran de bronce, plata y oro.
A la puerta del Tabernáculo, pero dentro de su atrio, se hallaba el altar del holocausto y la fuente de bronce para lavar. Un cuarto exterior, o Lugar Santo, constituía el primer compartimiento de lo que era propiamente el Tabernáculo; y más adentro, protegido de la vista por el segundo velo, se hallaba el santuario interior, categóricamente conocido como el Lugar Santísimo. De acuerdo con el orden prescrito, únicamente a los sacerdotes les era permitido entrar en el compartimiento exterior; mientras que en el recinto interior, el "más santo de todos", a nadie se admitía sino al sumo sacerdote, y éste sólo una vez al año y únicamente después de un extenso curso de purificación y santificación (Hebreos 9).
Una de las pertenencias más sagradas del Tabernáculo era el Arca del Pacto, también conocida de la Alianza. Era una caja o cofre, construida de la madera más fina disponible, cubierta de oro puro por dentro y por fuera y provista de cuatro anillos de oro para insertar las varas que se usaban para transportarla mientras viajaban. El Arca contenía ciertos objetos de importancia sagrada, tales como la vasija de oro llena de maná, guardada como memorial, y a ésta se añadieron más tarde la vara de Aarón que reverdeció y las tablas de piedra escritas por la mano de Dios. Cuando se levantaba el Tabernáculo en el campamento de Israel, se colocaba el Arca dentro del velo interior, en el Lugar Santísimo. Sobre el Arca descansaba el Propiciatorio, al cual coronaban dos querubines de oro labrados a martillo. En este sitio manifestaba Jehova su presencia, tal como prometió aun antes de haberse construido el Arca o el Tabernáculo:
Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel” (Éxodo 25: 22).
El Tabernáculo fue un prototipo del templo que con el transcurso del tiempo lo reemplazó. Hecho en representación simbólica y decorado con gran esplendor, el tabernáculo y su atrio circundante se convirtieron en un lugar de aprendizaje en donde los secretos de los cielos iban a ser reveladas al pueblo israeli. Originalmente estaba planeado que el israelita pudiera pasar del atrio exterior del tabernáculo hasta su interior y aun a los recintos más sagrados, a fin de observar, al hacerlo, que la obra y los ornamentos se tornaban progresivamente más llenos de detalles, más trabajados y más aislados, aun en el Lugar Santísimo. Sagradas más allá de toda descripción, protegidas de lo ojos de los indignos, las ordenanzas estaban diseñadas para ser el elemento unificador entre Israel y Dios. Este viaje simbólico, sin embargo, le fue negado a Israel a causa de su orgullo y rebelión (véase Éxodo 20: 18-20; 32: 1). Por lo tanto, Israel perdió estos conocimientos y llegó a depender de los sacerdotes oficiantes que actuaban como vicarios mediante una orden menor del sacerdocio (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
Pero el hecho de que los israelitas perdieran el privilegio en ninguna manera implica que el tabernáculo perdiera su significado para el pueblo. La ley de Moisés fue añadida al evangelio preparatorio. Aunque la plenitud de la investidura del sacerdocio no fue dada a Israel, el plano del tabernáculo mismo simbolizaba el progreso del hombre hacia la perfección, a fin de poder entrar en la casa de Dios. Examinemos la disposición del Tabernáculo y de su mobiliario.
En el tabernáculo había tres divisiones o zonas principales: 1) el atrio exterior, 2) el primer salón del tabernáculo o Lugar Santo y 3) el salón interior o lugar Santísimo. En los templos modernos normalmente también hay tres niveles de vida representados por salones esto es: el salón del mundo, o salón telestial; salón terrestre; y el salón celestial (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
Históricamente y dentro de la geografía del Medio oriente muy pocos sitios del planeta que inspiran tanta pasión como la zona antigua de Jerusalén (Yerushalayim en hebreo, Al-Quds en árabe). Es la ciudad con mayor significado religioso de la tierra. Cada una de las grandes religiones monoteístas tienen en Jerusalén un espacio sagrado o un lugar de peregrinación: los cristianos, la Iglesia del Santo Sepulcro (al final de la Vía Dolorosa); los musulmanes, la Mezquita de la Cúpula de la Roca (tercer lugar sagrado, después de la Meca y Medina); y los judíos el Muro de las Lamentaciones. Al sur de la ciudad, por un camino asendente, en el valle profundo de Kedron, y a través de las montañas del Kedron. En Moriah Salomón construyó el templo. En la colina opuesta de Zion, separada solamente por un barranco de Moriah, esta asentada la ciudad y el palacio de David (ver fígura 1). El Monte Sión esta situado al suroeste del casco antiguo, es territorio sagrado para judíos, cristianos y musulmanes, y concentra los monumentos más representativos de Jerusalén: la Tumba del Rey David y el Cenaculum.
La ciudad es un conglomerado de casitas de piedra blanca, salpicada de colinas, con el casco histórico como centro neurálgico. La zona más antigua, amurallada, constituye el centro de Jerusalén, donde se concentran los sitios más significativos, con sus barrios armenio, cristiano, judío y musulmán. En la zona Oeste, se localiza la comunidad judía; mientras que en la Este viven los árabes. Se trata de un espacio muy reducido, donde se concentran musulmanes, cristianos, armenios y judíos. Un muro separa el Monte del Templo y el vecindario judío. La cara oeste se denomina Muro de las lamentaciones, el lugar sagrado más importante para los judíos, donde los fieles realizan sus oraciones e introducen plegarias escritas entre sus milenarios sillares. En toda su historia las confrontaciones han sido algo común. La ciudad ha sufrido su destrucción completa en 5 ocasiones y ha sido conquistada en otras 11. Pero siempre ha renacido de sus cenizas.
La situación de Jerusalem es enteramente única. Esta construida a una altura de 2610 pies snm, su clima es templado a diferencia de otra parte del medio oriente. La cima del monte de los Oliveos es una vista incomparable de los lugares más interesantes de esta tierra. Al este el ojo se pierde por los llanos que intervienen a Jericho, marcan las colinas tortuosas de Jordania, y el mar muerto, finalmente reclinándose sobre Pisgah y las montañas de Moab y de Ammon. Al sur, se podia ver más allá los jardines del rey, hasta las colinas grises de Judea. Hacia el oeste, las montañas de Bether, mientras que la calina en el horizonte distante marca la línea del gran mar. Al norte, lugares bien conocidos como Mizpeh, Gibeon, Ajalon, Michmash, Ramah, y Anatotia. Pero, sobretodo, apenas ha sus pies, la ciudad santa en todo su magnificencia.
En la arquitectura de los edificios religiosos católicos antiguos y modernos normalmente también hay tres niveles representados por áreas esto es: 1) La sala de culto donde se encuentran los asientos para los fieles, este podría ser el salón del mundo, o salón telestial; 2) El espacio donde el padre realiza su discurso podría ser el salón terrestre; y 3) el área celestial lo representa el altar mayor donde se encuentra la imagen sagrada, a la que esta dedicada.
En otras denominaciones religiosas el significado de estos salones no cambia mucho, solo que destinan salones diferentes para cada mundo espiritual (Teleste, Terrestre, y Celeste).
1. El salón telestial) representa al mundo en el cual vivimos y morimos.
2. El salón terrestre encierra el simbolismo de la que puede llegar a obtenerse si el hombre logra su condición después de la Caída, mediante su obediencia a las leyes y ordenanzas.
3. El salón celestial simboliza la dicha y la paz eterna que se hallan en la presencia de Dios. Algo del espíritu de las promesas infinitas de Dios para aquellos que son obedientes se puede captar en el diseño de este cuarto" (Números 43: 48, 51).
Si comparamos las tres divisiones del tabernáculo y estos tres niveles de vida espiritual, encontramos paralelos y puntos de vista muy interesantes.
ESPACIO NATURAL, URBANO Y SIMBÓLICO
César Augusto Ruiz Rivera
RESUMEN
Dentro de las revelaciones divinas y sagradas para el hombre religioso, la contemplación y distribución arquitectónica del prototipo y del diseño final, de lo que debería de ser una casa de Dios, mejor conocido como templo, hay una distribución simbólica de cómo esta distribuido el centro del universo y de cómo debe de verse la Casa de Dios sobre la zona natural y/o urbana en el mundo y como reflejo del universo, y como representación de la Imago mundi. Así mismo esta distribución simbólica se aplica a la distribución arquitectónica interna del templo. Y finalmente este simbolismo final se aplica al concepto simbólico del cuerpo humano como templo sagrado, donde el concepto de impureza esclarece el punto principal de lo que debería ser santificado: el cuerpo y el templo.
La propuesta se centra en segundo lugar, sobre el uso destinado al interior de los templos, y un panorama general del cristianismo.
PALABRAS CLAVES
Tabernáculo, Templo, El Centro, Ritual, Impureza.
ABSTRAC
Within the divine and sagradas revelations for the religious man, the contemplation and architectonic distribution of the prototype and the final design, of which it would have of being a house of God, better well-known like temple, is a symbolic distribution of how this distributed to the center of the universe and of how the House of God must be seen on the natural and/or urban zone in the world and like reflection of the universe, and like representation of the Imago mundi. Also this symbolic distribution is applied to the internal architectonic distribution of the temple. And finally this final symbolism is applied to the symbolic concept of the human body like sacred temple, where the impurity concept clarifies the main point of which it would have to be sanctified: the body and the temple.
The proposal is centered secondly, on the use destined to the interior of the temples, and a general panorama of the Christianity.
KEY WORDS
Tabernacle, Templo, The Center, Ritual, Impurity.
INTRODUCCION
Por derivación la palabra "templo", en su aplicación literal, tiene un significado limitado y particular. El concepto esencial de un templo siempre ha sido el de ser un lugar especialmente reservado para servicios considerados de sacralidad verdadera o asumida; en una acepción más limitada, un templo es un edificio construido para efectuar ritos y ceremonias sagradas exclusivamente dedicado a tal objeto. A la vez es el lugar donde se enseña y debela el misterio de la divinidad por instrucción de hombre, o por revelación divina.
El vocablo latín templum era el equivalente del término hebreo Beth Elohim, que significaba la morada de Dios; de ahí que, por su relación con la adoración divina, literalmente significaba la Casa del Señor. En relación con esto, es interesante considerar el significado del nombre Bethel, contracción de Beth Blohim, que dio Jacob al lugar donde se le manifestó la presencia del Dios. Dijo:
18 Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella. 19 Y llamó el nombre de aquel lugar Bet-el, aunque Luz era el nombre de la ciudad primero. 20 E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, 21 y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. 22 Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti (Génesis 28: 16-19; léanse los versículos 10-22).
EL TEMPLO. PROTOTIPO Y DISEÑO BIBLICO
El significado del concepto "templo", cual se entiende y se aplica en esta obra, se concreta al edificio real y verdadero, erigido por el hombre en toda época, dedicado y purificado para el servicio especial de Dios, servicio que debe incluir la administración autorizada de ordenanzas pertenecientes al sacerdocio, y no meramente un lugar, pese a lo sagrado que tal sitio hubiese llegado a ser. Si se clasificara a los lugares sagrados de ser esencialmente templos, al igual que los edificios comunes sagrados, entraría en esta categoría más de un santo Betel raramente considerado como tal.
En la aplicación simbólica más amplia de la palabra, el Jardín de Edén fue el primer santuario de la tierra, porque en él fue donde el Señor primeramente habló al hombre y dio a conocer su ley. La sacralidad de estos lugares también fue semejante a la de Horeb, donde Dios habló por primera vez a Moisés desde en medio del fuego; y donde, al acercarse, se detuvo ante el mandato: "No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es" (1 Éxodo 3: 5). Otro coso sucedido a Moises fue en el Sinaí que también llegó a ser un santuario, porque el monte fue consagrado como la morada de Jehova mientras se comunicaba con Moises y expedía sus decretos. Sin embargo, el prototipo simbólico relacionado con un templo se distingue no sólo como el lugar donde Dios se revela al hombre sino también como la Casa en la cual se realizan rituales y ordenanzas prescritas.
En muchas culturas y épocas en la historia humana, tanto los idolatras como los adherentes al cristianismo y Judaísmo han levantado edificios considerados y llamados en su totalidad como santuarios o recintos. Los templos paganos de la antigüedad eran tenidos por habitación de dioses y diosas míticos cuyos nombres llevaban, y a cuyo servicio se consagraban dichos templos. Por siempre se han usado las inmediaciones de los templos como sitios de reunión general y ceremonia pública. La existencia de recintos interiores era solamente para los sacerdotes consagrados, en los cuales, según se afirmaba se manifestaba la presencia de la deidad por medio de oráculos. Como evidencia de la exclusividad de los templos antiguos, aun los de origen pagano, hallamos que el altar de adoración pagana se colocaba, no dentro del propio templo, sino enfrente de la entrada. Los templos jamás han sido considerados como sitios de reuniones públicas ordinarias, sino como recintos sagrados, consagrados a rituales especiales de ese sistema particular de adoración, del cual el templo era el símbolo visible y tipo material.
En un sin fin de culturas el principal prototipo de un templo fueron las montañas donde se construían altares y realizaban sacrificios en holocausto, ofrendas vivas o muertas de animales, o sacrificio humano, u oraciones y rezos. Con el tiempo se implementaron recintos cerrados con piel de animal, tela, piedra, etc., al respecto Mircea Eliade (1984: 1985) nos dice:
…la montaña figura entre las imágenes que expresan el vínculo entre el Cielo y la Tierra; se cree, por tanto, que se halla en el Centro del Mundo …en múltiples culturas se nos habla de montañas semejantes, míticas o reales, situadas en el Centro del Mundo: Meru en la India, Haraberezaiti en el Irán, la montaña mítica «Monte de los Países» en Mesopotamia, Gerizim en Palestina, denominada por otra parte «Ombligo de la Tierra.» Habida cuenta de que la Montaña sagrada es un Axis mundi que une la Tierra al Cielo, toca al Cielo de algún modo y señala el punto más alto del Mundo, resulta que el territorio que la rodea, y que constituye «nuestro mundo», es tenido por el país más alto. Tal es lo que proclama la tradición israelita: Palestina, como era el país más elevado, no quedó sumergido en el Diluvio (A. E. Wensinck, 1916; E. Burrows, 1935, citados en Eliade, 1984).
Según la tradición islámica, el lugar más elevado de la tierra es la Ká'aba. Sobre la altura del cielo nocturno la estrella polar testimonia que se encuentra frente al centro del cielo (Eliade, 1984).
Para los cristianos, el prototipo de templo identificado en un monte es el Gólgota el que se encuentra en la cima de la Montaña cósmica. Todas estas creencias expresan un mismo sentimiento, profundamente religioso: nuestro mundo es una tierra santa porque es el lugar más próximo al Cielo, porque desde aquí, y desde cada lugar del mundo, se puede alcanzar el cielo; según eso, es un lugar alto. En lenguaje cosmogónico, esta concepción religiosa se traduce en la proyección de cada territorio privilegiado como la cima de la Montaña cósmica.
El simbolismo del templo también contempla de que en cada templo se ubica el Centro de la tierra, o el mundo del universo, y explica otras series de imágenes cosmogónicas religiosas: a) las ciudades santas y los santuarios se encuentran en el Centro del Mundo; b) los templos son réplicas de la Montaña cósmica y constituyen la unión entre la Tierra y el Cielo; c) los cimientos de los templos se hunden profundamente en las regiones inferiores. Los nombres de las torres y de los santuarios babilonios son testigos de esto, se les denomina: Monte de la Casa, Casa del Monte de todas las Tierras, Monte de las Tempestades, Vinculo entre el Cielo y la Tierra, etc.
Al zigurat, propiamente se le consideraba una Montaña cósmica: con siete pisos que representaban un cielo planetario cada uno; en su asenso el sacerdote llegaba a lo más alto del Universo. Un simbolismo parecido explica la construcción del templo de Barabudur en Java, que está edificado como una montaña artificial. Su ascensión equivale a un viaje extático al Centro del Mundo; al alcanzar la terraza superior, el peregrino realiza una ruptura de nivel; penetra en una «región pura», que trasciende el mundo profano (Eliade, 1984).
Dur-an-ki, ‘vínculo entre el Cielo y la Tierra’; se le denominaba ha los santuarios babilonios (en Nippur, en Larsa, en Sippar, etc.). Babilonia contaba con multitud de nombres, tales como: Casa de la base del Cielo y de la Tierra. Pero siempre era en Babilonia donde se efectuaba la unión entre la Tierra y las regiones inferiores, pues la ciudad se había edificado sobre báp-apsú, la Puerta de Apsü, siendo apsú la denominación de las Aguas del Caos antes de la creación. La misma tradición reaparece entre los hebreos: la roca del Templo de Jerusalén se hundió profundamente en el tehóm, el equivalente hebraico de apsú. Lo mismo que en Apsü, la roca del Templo de Jerusalén encerraba la boca de te-hóm (Eliade, 1985).
El apsü, y el tehóm simbolizan tanto el Caos acuático, la modalidad pre-formal de la materia cósmica, como el mundo de la Muerte, todo lo que precede a la vida y la sigue. Y otorgan el punto de intersección como de comunicación, entre el inframundo y la Tierra, sino también la diferencia del estado ontológico entre los dos planos cósmicos. Entre ambos se da una ruptura de nivel, un tránsito de lo espiritual a la vida, y de la vida a la muerte, y de la muerte a lo espiritual.
El Caos acuático que ha precedido a la creación simboliza al propio tiempo la regresión a lo amorfo efectuada en la muerte, el retorno a la modalidad larvaria de la existencia. Desde cierto punto de vista, las regiones inferiores son equiparables a las regiones desérticas y desconocidas que rodean el territorio habitado; el mundo de abajo, por encima del cual se asienta firmemente nuestro Cosmos, corresponde al Caos que se extiende a lo largo de sus fronteras (Eliade, 1985).
Para toda cultura antigua nuestro mundo era colocado, cosmogónicamente, en el centro del universo, y su centro urbano al centro del mundo. De todo cuanto precede resulta que el mundo se encuentra siempre en el Centro del universo, porque allí se encuentra la ruptura de nivel, y la comunicación entre las dos zonas cósmicas perfectas, cualquiera que sea su extensión. Un país entero ya sea Palestina, una ciudad ya sea Jerusalén, un santuario como el Templo de Jerusalén, representan indiferentemente una Imago mundi.
En Antigüedades de los judíos Flavio Josefo escribía, a propósito del simbolismo del Templo, que el patio o atrio representaba el Mar (es decir, las regiones inferiores); el santuario, la Tierra, y el Santo de los Santos, el Cielo (Cordero, 1987).
Aun hoy en día el hombre moderno aspira a vivir lo más cerca posible del Centro del Mundo. Los grandes hombre de negocios piensan que sus imperios constituyen el ombligo del mundo, y, sobre todo los grandes rascacielos, y adoptan las concepciones antiguas de que los templos o sus palacios son verdaderos Centros del mundo; de este modo reproducen, a escala micro-cósmica, el concepto antiguo del universo. El hombre de las sociedades tradicionales ha vivido durante muchos siglos en espacios abiertos viendo hacia lo alto, y asegurando su inclusión simbólicamente en el, y su comunicación con los dioses y el mundo trascendente lo hace posible ritualmente.
El antiguo apócrifo El evangelio de los hebreos, de la misma época que los canónicos cristianos contiene importantes rastros de las direcciones que coexistían en la tradición cristiana:
Me acaba de tomar mi madre, el Espíritu Santo, y me ha llevado a la excelsa montaña del Tabor” (Kaydeda, 1990).
Esto puede resumir una visión de la Trinidad, como el Padre, y la Madre (llamada en este caso el Espíritu Santo), y el Hijo. Sin duda esta interpretación, tan tentadora para el catolicismo, fue de uso común en algunas sectas en los primeros siglos hasta ser desbancada por la hoy vigente.[1] Pero lo importante de este párrafo es la mención del Monte El Tabor, como zona de comunicación sagrada.
Desde muy antiguo el pueblo de Israel se distinguió entre las naciones como edificador de santuarios a su Dios Jehová, esto les era requerido en forma particular a quienes profesaban servir al prójimo. La historia de Israel como nación data y se registra en la Biblia, desde el éxodo. Durante los siglos de su esclavitud en Egipto, los hijos de Jacob habían llegado a ser un pueblo numeroso y fuerte, pero bajo servidumbre. En el debido tiempo, sin embargo, sus aflicciones y súplicas llegaron al Señor su Dios, quien los sacó del poder de Egipto. No bien hubieron escapado del ambiente de la idolatría egipcia, les fue requerido preparar un santuario en el cual Jehová pudiera manifestar su presencia y dar a conocer su voluntad como su Señor y Rey aceptado.
Este santuario que se les fue requerido por revelación fue conocido como El Tabernáculo, en calidad de santuario de Jehová, desde la época de su construcción en el desierto, y entonces durante el período en que anduvieron errantes y aun por siglos después se había construido de acuerdo con un plan y medidas divinas. Se trataba de una estructura compacta y portátil, acomodada a las exigencias de su emigración. Aun cuando el Tabernáculo era solamente una tienda, se construyó de los mejores, más preciados y costosos materiales que el pueblo poseía.
Esta condición de excelencia era propia y digna, dado que la estructura terminada constituía la ofrenda de una nación a su Dios. Su construcción fue prescrita con minucioso detalle, así en cuanto al diseño como al material; fue en todo respecto lo mejor que el pueblo pudo dar, y Jehová santificó la dádiva ofrecida con su aceptación. El llamado de proporcionar material para construir el tabernáculo se recibió con tan buena disposición y liberalidad, que se reunió más de lo necesario: "Pues tenían material abundante para hacer toda la obra, y sobraba” (Éxodo 36).
Las Escrituras mencionan que se hizo una proclamación al respecto, y se le impidió al pueblo llevar más. Los artesanos y obreros que habrían de trabajar en la construcción del Tabernáculo fueron designados también por revelación directa, o escogidos por autoridad divinamente señalada, dándose particular consideración a su destreza y devoción. Examinado en relación con su ambiente, y tomando en cuenta las circunstancias de su creación, el Tabernáculo fue una estructura imponente. La armazón era de madera escogida, las cortinas interiores de lino fino y preciosos bordados con adornos prescritos en azul, púrpura y carmesí, sus cortinas intermedias y exteriores de ricas pieles; sus partes de metal eran de bronce, plata y oro.
A la puerta del Tabernáculo, pero dentro de su atrio, se hallaba el altar del holocausto y la fuente de bronce para lavar. Un cuarto exterior, o Lugar Santo, constituía el primer compartimiento de lo que era propiamente el Tabernáculo; y más adentro, protegido de la vista por el segundo velo, se hallaba el santuario interior, categóricamente conocido como el Lugar Santísimo. De acuerdo con el orden prescrito, únicamente a los sacerdotes les era permitido entrar en el compartimiento exterior; mientras que en el recinto interior, el "más santo de todos", a nadie se admitía sino al sumo sacerdote, y éste sólo una vez al año y únicamente después de un extenso curso de purificación y santificación (Hebreos 9).
Una de las pertenencias más sagradas del Tabernáculo era el Arca del Pacto, también conocida de la Alianza. Era una caja o cofre, construida de la madera más fina disponible, cubierta de oro puro por dentro y por fuera y provista de cuatro anillos de oro para insertar las varas que se usaban para transportarla mientras viajaban. El Arca contenía ciertos objetos de importancia sagrada, tales como la vasija de oro llena de maná, guardada como memorial, y a ésta se añadieron más tarde la vara de Aarón que reverdeció y las tablas de piedra escritas por la mano de Dios. Cuando se levantaba el Tabernáculo en el campamento de Israel, se colocaba el Arca dentro del velo interior, en el Lugar Santísimo. Sobre el Arca descansaba el Propiciatorio, al cual coronaban dos querubines de oro labrados a martillo. En este sitio manifestaba Jehova su presencia, tal como prometió aun antes de haberse construido el Arca o el Tabernáculo:
Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel” (Éxodo 25: 22).
El Tabernáculo fue un prototipo del templo que con el transcurso del tiempo lo reemplazó. Hecho en representación simbólica y decorado con gran esplendor, el tabernáculo y su atrio circundante se convirtieron en un lugar de aprendizaje en donde los secretos de los cielos iban a ser reveladas al pueblo israeli. Originalmente estaba planeado que el israelita pudiera pasar del atrio exterior del tabernáculo hasta su interior y aun a los recintos más sagrados, a fin de observar, al hacerlo, que la obra y los ornamentos se tornaban progresivamente más llenos de detalles, más trabajados y más aislados, aun en el Lugar Santísimo. Sagradas más allá de toda descripción, protegidas de lo ojos de los indignos, las ordenanzas estaban diseñadas para ser el elemento unificador entre Israel y Dios. Este viaje simbólico, sin embargo, le fue negado a Israel a causa de su orgullo y rebelión (véase Éxodo 20: 18-20; 32: 1). Por lo tanto, Israel perdió estos conocimientos y llegó a depender de los sacerdotes oficiantes que actuaban como vicarios mediante una orden menor del sacerdocio (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
Pero el hecho de que los israelitas perdieran el privilegio en ninguna manera implica que el tabernáculo perdiera su significado para el pueblo. La ley de Moisés fue añadida al evangelio preparatorio. Aunque la plenitud de la investidura del sacerdocio no fue dada a Israel, el plano del tabernáculo mismo simbolizaba el progreso del hombre hacia la perfección, a fin de poder entrar en la casa de Dios. Examinemos la disposición del Tabernáculo y de su mobiliario.
En el tabernáculo había tres divisiones o zonas principales: 1) el atrio exterior, 2) el primer salón del tabernáculo o Lugar Santo y 3) el salón interior o lugar Santísimo. En los templos modernos normalmente también hay tres niveles de vida representados por salones esto es: el salón del mundo, o salón telestial; salón terrestre; y el salón celestial (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
Históricamente y dentro de la geografía del Medio oriente muy pocos sitios del planeta que inspiran tanta pasión como la zona antigua de Jerusalén (Yerushalayim en hebreo, Al-Quds en árabe). Es la ciudad con mayor significado religioso de la tierra. Cada una de las grandes religiones monoteístas tienen en Jerusalén un espacio sagrado o un lugar de peregrinación: los cristianos, la Iglesia del Santo Sepulcro (al final de la Vía Dolorosa); los musulmanes, la Mezquita de la Cúpula de la Roca (tercer lugar sagrado, después de la Meca y Medina); y los judíos el Muro de las Lamentaciones. Al sur de la ciudad, por un camino asendente, en el valle profundo de Kedron, y a través de las montañas del Kedron. En Moriah Salomón construyó el templo. En la colina opuesta de Zion, separada solamente por un barranco de Moriah, esta asentada la ciudad y el palacio de David (ver fígura 1). El Monte Sión esta situado al suroeste del casco antiguo, es territorio sagrado para judíos, cristianos y musulmanes, y concentra los monumentos más representativos de Jerusalén: la Tumba del Rey David y el Cenaculum.
La ciudad es un conglomerado de casitas de piedra blanca, salpicada de colinas, con el casco histórico como centro neurálgico. La zona más antigua, amurallada, constituye el centro de Jerusalén, donde se concentran los sitios más significativos, con sus barrios armenio, cristiano, judío y musulmán. En la zona Oeste, se localiza la comunidad judía; mientras que en la Este viven los árabes. Se trata de un espacio muy reducido, donde se concentran musulmanes, cristianos, armenios y judíos. Un muro separa el Monte del Templo y el vecindario judío. La cara oeste se denomina Muro de las lamentaciones, el lugar sagrado más importante para los judíos, donde los fieles realizan sus oraciones e introducen plegarias escritas entre sus milenarios sillares. En toda su historia las confrontaciones han sido algo común. La ciudad ha sufrido su destrucción completa en 5 ocasiones y ha sido conquistada en otras 11. Pero siempre ha renacido de sus cenizas.
La situación de Jerusalem es enteramente única. Esta construida a una altura de 2610 pies snm, su clima es templado a diferencia de otra parte del medio oriente. La cima del monte de los Oliveos es una vista incomparable de los lugares más interesantes de esta tierra. Al este el ojo se pierde por los llanos que intervienen a Jericho, marcan las colinas tortuosas de Jordania, y el mar muerto, finalmente reclinándose sobre Pisgah y las montañas de Moab y de Ammon. Al sur, se podia ver más allá los jardines del rey, hasta las colinas grises de Judea. Hacia el oeste, las montañas de Bether, mientras que la calina en el horizonte distante marca la línea del gran mar. Al norte, lugares bien conocidos como Mizpeh, Gibeon, Ajalon, Michmash, Ramah, y Anatotia. Pero, sobretodo, apenas ha sus pies, la ciudad santa en todo su magnificencia.
En la arquitectura de los edificios religiosos católicos antiguos y modernos normalmente también hay tres niveles representados por áreas esto es: 1) La sala de culto donde se encuentran los asientos para los fieles, este podría ser el salón del mundo, o salón telestial; 2) El espacio donde el padre realiza su discurso podría ser el salón terrestre; y 3) el área celestial lo representa el altar mayor donde se encuentra la imagen sagrada, a la que esta dedicada.
En otras denominaciones religiosas el significado de estos salones no cambia mucho, solo que destinan salones diferentes para cada mundo espiritual (Teleste, Terrestre, y Celeste).
1. El salón telestial) representa al mundo en el cual vivimos y morimos.
2. El salón terrestre encierra el simbolismo de la que puede llegar a obtenerse si el hombre logra su condición después de la Caída, mediante su obediencia a las leyes y ordenanzas.
3. El salón celestial simboliza la dicha y la paz eterna que se hallan en la presencia de Dios. Algo del espíritu de las promesas infinitas de Dios para aquellos que son obedientes se puede captar en el diseño de este cuarto" (Números 43: 48, 51).
Si comparamos las tres divisiones del tabernáculo y estos tres niveles de vida espiritual, encontramos paralelos y puntos de vista muy interesantes.
Figura 1. Plano de la antigua Jerusalem (e-Sword. The Sword of the Lord with an electronic edge).
El atrio exterior (el mundo o salón telestial). Lo primero que se encontraba al entrar por el portal principal era el altar de los sacrificios. Aquí eran ofrecidos al Señor distintos animales y ofrendas. La obediencia estricta y el sacrificio eran requeridos como primer paso en el progreso simbólico hacia la afección y para poder entrar en la presencia de Dios. El primer paso podría ser comparado con tener fe (el Gran y Postrer Sacrificio) y el arrepentimiento. El fuego usado en los sacrificios del gran altar significaba aquella "purificación espiritual que vendría mediante el espíritu Santo, al cual Dios enviaría a través del Hijo" (McConkie, 1978: 431). En línea recta con el patio estaba la pileta, que era usada para lavamientos y purificación véase Éxodo 30: 19-20). Tal como fue mencionado antes, cuando Salomón construyó un templo permanente, colocó la fuente sobre el lomo de doce bueyes (véase 1 Reyes 7: 25), simbolismo que claramente se relaciona con el bautismo. Siendo que la fuente bautismal misma es una "semejanza del sepulcro", donde es sepultado el "viejo hombre" del pecado (Romanos 6: 1-6), el simbolismo de la pila es evidente. Una vez que "el hombre natural" es sacrificado (muerto mediante un corazón quebrantado, o arrepentimiento sincero y profundo), es purificado por las aguas del bautismo y el fuego del Espíritu Santo. Una vez efectuada esta purificación, uno está preparado para salir del mundo, o de una forma de vida telestial y listo para "nacer" (Juan 3: 5) a un estado superior de vida espiritual (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
El Lugar Santo (cuarto terrestre). En el primer cuarto del tabernáculo había tres piezas de mobiliario: la mesa del pan de la proposición, el candelabro sagrado, y el altar del incienso. Cada pieza tenía su propio significado. La mesa del pan de la proposición, en la que cada día de reposo se cambiaba el pan y el vino, era un símbolo similar a los emblemas sacramentales de nuestra época. Ellos representaban el cuerpo y sangre del Hijo de Dios, de los cuates la persona espiritual participa repetidamente a fin de tener vida espiritual en Cristo (Juan 6: 53-56). El candelabro, con sus siete brazos y su aceite de oliva simbolizaba la luz perfecta del Espíritu mediante el cual la persona vuelta a nacer espiritualmente ve toda la verdad (Juan 14: 16-17; 15: 26. Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
El tercer artículo que estaba en el lugar santo era el altar del incienso, símbolo de oración (Apocalipsis 5: 8), el cual estaba directamente delante del velo. Este altar nos recuerda el tercer aspecto dominante de la persona que vive según las ordenanzas del evangelio, esto es, que constantemente busca el poder y revelación del Señor por medio de la oración. El hecho de que el incienso se consuma sobre carbones encendidos nos hace pensar que las oraciones deben ser dirigidas e influidas por el Espíritu Santo (Romanos 8: 26. Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
El Lugar Santísimo (cuarto celestial. Así como el cuarto celestial de los templos modernos simboliza el reino donde mora Dios, el Lugar Santísimo del antiguo tabernáculo tenía el mismo significado. La única pieza que adornaba a este cuarto interior era el arca del testimonio.
Este era, el lugar donde se encontraría Dios con Moisés y le daría instrucciones para el pueblo (véase Éxodo 25: 22). Tanto en el velo, el cual separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo, como sobre la tapa del Arca, había querubines o ángeles. Estos ángeles son una representación del concepto enseñado en las Escrituras modernas de que el hombre pasa al lado de ángeles en su camino hacia la exaltación (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
En resumen, el tabernáculo y su plan, y las ordenanzas que allí se efectuaban, ilustran el simbolismo del progreso en el diseño arquitectónico del hombre, partiendo de un estado de separación entre él y Dios hasta llegar al de plena comunión con Él.
Al leer detenidamente Hebreos 9, 10, tenga presenté el siguiente diagrama. En esos capítulos el Apóstol Pablo comentó en forma el verdadero significado espiritual del tabernáculo del antiguo Israel.
Después que Israel se hubo establecido en la tierra de promisión, cuando, después de cuatro décadas de andar errantes en el desierto, el pueblo del convenio finalmente tomó posesión de su propia Canaán, el Tabernáculo con sus objetos sagrados se estableció en Silo, y allí se reunían las tribus para conocer la voluntad y la palabra de Dios (Josué 18: 1; 19: 51; 21: 2; Jueces 18: 31; 1 Samuel 1: 3, 24; 4: 3, 4). Más tarde fue trasladado á Gabaón (I Corintios 21: 29, 2 Corintios 1: 3) y posteriormente a la Ciudad de David o Sión (2 Samuel 6: 12; 2 Crónicas 5: 2) (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
Figura 2. Recreación del Tabernáculo Bíblico. Manual del Antiguo Testamento T.1. 2000: 138-140.
Figura 3. Recreación del plano del tabernáculo Bíblico. Manual del Antiguo Testamento T.1. 2000: 138-140.
David, el segundo rey de Israel, pretendió y proyectó edificarle una casa al Señor, declarando que era impropio que él, el rey, morara en un palacio de cedro, mientras que el santuario de Dios no era sino una tienda (2 Samuel 7: 2). Mas Jehova, hablando por boca del profeta Natán, rehusó la ofrenda propuesta y aclaró el hecho de que para serle aceptable, no era suficiente con que el presente fuese digno, sino que el dador también debía serlo. Aunque en muchos respectos David, rey de Israel, era un varón aceptable a Dios, sin embargo, había pecado, y su trasgresión aún no había sido expiada. El rey declaró: "Yo tenía el propósito de edificar una casa en la cual reposara el arca del pacto de Jehová, y para el estrado de los pies de nuestro Dios; y había ya preparado todo para edificar. Mas Dios me dijo: Tú no edificarás casa a mi nombre, porque eres hombre de guerra, y has derramado mucha sangre" (I Crónicas 28: 2.3, compárese con 2 Samuel 7: 1-13). No obstante, le fue permitido a David recoger el material para la Casa del Señor, edificio que había de construir no él, sino su hijo Salomón (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
Poco después de ascender al trono, Salomón emprendió la obra que, como herencia y honor, recibió con la corona. Puso los cimientos durante el cuarto año de su reinado, y el edificio quedó completo dentro de siete años y medio. Con la abundante riqueza acumulada por su padre real, y particularmente reservada para la construcción del Templo, Salomón pudo imponer tributo a todo el mundo conocido y lograr la cooperación de varias naciones en su tremenda empresa. El número de los que trabajaron en el templo ascendió a muchos miles, y todo departamento quedó bajo el cargo de maestros artesanos. Era un honor prestar servicio en la gran estructura de la manera que fuere, y la mano de obra cobró una dignidad que hasta entonces no se había conocido. La albañilería se convirtió en profesión, y las órdenes graduadas que en ella se establecieron han permanecido hasta el día de hoy (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
De acuerdo con la cronología comúnmente aceptada, el Templo se terminó como por el año 1005 a. de J. C. En cuanto a arquitectura y construcción, diseño y costo, es conocido como uno de los edificios más notables de la historia. Los servicios dedicatorios duraron siete días, una semana de regocijo santo en Israel. Se trajeron al Templo, con las debidas ceremonias, el Tabernáculo de Reunión y la sagrada Arca del Pacto, la cual fue depositada en el santuario interior, el Lugar Santísimo. La condescendiente aceptación por parte del Señor se manifestó en la nube que llenó los sagrados recintos al retirarse los sacerdotes: "Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios (Crónicas 5: 14; 7: 1, 2, y compárese con Éxodo 40: 35). Así fue como el Templo reemplazó e incorporó el Tabernáculo, del cual verdaderamente fue el suntuoso sucesor (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
Comparando el plan del Templo de Salomón con el del Tabernáculo anterior, se ve que en todo punto esencial de disposición y proporción, había tanta semejanza entre los dos, que eran prácticamente idénticos. Aun cuando era cierto que el Tabernáculo no tenía sino un recinto, mientras que el Templo estaba rodeado de patios, sin embargo, la estructura interior, lo que era propiamente el Templo, seguía muy de cerca el diseño anterior. Las dimensiones del Lugar Santísimo, el Lugar Santo y el Atrio del Templo eran exactamente el doble de lo que habían sido en el Tabernáculo (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
La vida de este espléndido edificio fue breve. Treinta y cuatro años después de su dedicación, y escasamente cinco años después de la muerte de Salomón, empezó a decaer; y esta decadencia pronto se iba a convertir en un despojo general, finalmente tornándose en una verdadera profanación. Salomón el rey, el hombre de sabiduría, el hábil constructor, se había desviado en pos de los ardides de mujeres idólatras y su conducta indisciplinada provocó la iniquidad en Israel. La nación ya no era una; había facciones y sectas, partidos y credos; algunos adoraban en las cumbres de los montes, otros bajo árboles frondosos, cada partido afirmando la excelencia de su santuario particular. El Templo pronto perdió su santidad; el don se desprestigió a causa de la perfidia del donador y Jehová retiró su presencia protectora del lugar que ya no era santo (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
Nuevamente Israel fue oprimido por los egipcios, de cuya servidumbre habían sido librados. Sisac, rey de Egipto, venció a Jerusalén-la ciudad de David y el sitio del templo "y tomó los tesoros de la casa de Jehová" (1 Reyes 14: 25, 26). Otros tomaron parte del mobiliario, en otrora sagrado, que dejaron los egipcios, y lo obsequiaron a ídolos (1 Crónicas 24:7). La obra profanadora continuó algunos siglos. Doscientos dieciséis años después del saqueo egipcio, Acaz, rey de Judá, robó del Templo los tesoros que quedaban y envió como presente a un rey pagano, cuyo favor deseaba granjearse, parte del oro y la plata que allí encontró. Además, quitó el altar y la pila, dejando solamente una casa donde en otro tiempo había habido un templo (1 Reyes 16: 7-9, 17 y 18; véase también 2 Crónicas 28: 24, 25). Más tarde, Nabucodonosor, rey de Babilonia, acabó de despojar el Templo y se llevó los pocos tesoros que todavía quedaban, tras lo cual consumió a fuego el edificio (1 Crónicas 36: 18, 19; 2 Reyes 24: 13; 25: 9).
De manera que, unos seiscientos años antes de Jesucristo, Israel quedó sin templo. El pueblo se había dividido; existían dos reinos, el de Israel y el de Judá, enemistados unos con otros; se habían tornado idólatras y completamente inicuos; y se dice que Jehova los había rechazado junto con su santuario. El reino de Israel, en el cual estaban comprendidas aproximadamente diez de las doce tribus, había caído bajo el dominio de Asiria como por el año 721 a. de J.C., y un siglo después los babilonios vencieron al reino de Judá. Durante setenta años los del pueblo de Judá conocidos como judíos desde esa época-permanecieron en el cautiverio, tal como se había predicho (Jeremías 25: 11, 12; 29: 10). Entonces, bajo el dominio benigno de Ciro (Esdras 1 y 2) y Darío (Esdras 6), se les permitió volver a Jerusalén y una vez más edificar un templo de acuerdo con su fe. Para honrar al director de la obra, el Templo restaurado se conoce en la historia como el Templo de Zorobabel. Se echaron los cimientos con una ceremonia solemne (Esdras 3: 12, 13). A pesar de impedimentos legales (Esdras 4: 4-24), y otros estorbos, la obra continuó, y dentro de veinte años de haber vuelto de su cautiverio, los judíos tenían un Templo listo para su dedicación. El Templo de Zorobabel se completó en el año 515 antes de Cristo, precisamente el día 3 del mes de Adar, en el sexto año del reinado del rey Darío, tras lo cual inmediatamente se procedió a su dedicación (Esdras 6: 15-22). A pesar de que este Templo era muy inferior en cuanto al lujo del acabado y muebles, en comparación con el espléndido Templo de Salomón, fue, no obstante, lo mejor que el pueblo pudo edificar, y Jehova lo aceptó como ofrenda representativa del amor y devoción de sus hijos del convenio.
Unos dieciséis años antes del nacimiento de Cristo, Herodes 1, rey de Judá, inició la reconstrucción del Templo de Zorobabel, en ese tiempo decadente y virtualmente en ruinas. Esta estructura había durado cinco siglos, e indudablemente se había deteriorado con el tiempo. Muchos de los acontecimientos de la vida terrenal de Jesús se relacionan con el Templo de Herodes. Es evidente, según las Escrituras, que aun cuando se oponía a los usos degradados y comerciales que impusieron sobre el Templo, Cristo reconoció la santidad de sus recintos. El Templo de Herodes era una estructura sagrada, y pese al nombre por el cual era conocida, para Jesús era la Casa del Señor. Entonces, cuando el tenebroso velo descendió sobre la gran tragedia del Calvario, cuando por último se lanzó desde la cruz el grito agonizante, "Consumado es", el velo del Templo se rasgó en dos, y quedó al descubierto lo que en otro tiempo había sido el Lugar Santísimo. Mientras vivía aún en la carne (Mateo 24: 2; Marcos 13: 2; Lucas 21: 6), Jesús había predicho la total destrucción del Templo. En el año 70 de nuestra era el Templo fue completamente destruido por fuego en la toma de Jerusalén por los romanos al mando de Tito.
El Templo de Herodes fue el último templo que se erigió en el hemisferio oriental. Desde la destrucción de ese gran edificio hasta la construcción de los templos conocidos en las culturas orientales, son pocos los detalles que tenemos en cuanto a su construcción, y menos todavía lo que sabemos de las ordenanzas administrativas correspondientes a estos templos. Es evidente que dejaron de usarse los templos durante los primeros años del cristianismo y antes de que murieran los apóstoles de Jesucristo, y que entre el género humano pereció el concepto mismo de templo, en el sentido particular.
Por muchos siglos no se hizo al Señor la ofrenda de un santuario; por cierto, parece que no se reconocía que tal hiciera falta. La iglesia católica declaró que la comunicación directa de Dios había cesado; y en lugar de administración divina, asumió el poder supremo un gobierno constituido por sí mismo. Se pone de manifiesto que, en lo que a la Iglesia concernía, se había hecho callar la voz del Señor; que la gente no estaba dispuesta por más tiempo a escuchar la palabra de revelación y que agencias humanas habían abrogado el gobierno de la Iglesia (Talmage, 1980).
Durante el reinado de Constantino, cuando el catolicismo se convirtió en la religión del estado, seguía aún totalmente inadvertida o menospreciada la necesidad de un lugar donde Dios pudiera revelarse. Cierto es que se construyeron muchos edificios, la mayor parte de ellos costosos y espléndidos, de los cuales algunos fueron consagrados a Pedro y a Pablo, a Santiago y a Juan; otros a la Magdalena y a la Virgen; pero no se construyó uno solo por autoridad y nombre para la honra de Jesús, por el cual existía el catolicismo. Entre la multitud de capillas y santuarios, de iglesias y catedrales, el Hijo del Hombre no tenía un lugar que pudiera llamar suyo. Se declaró que el papa, con sede en Roma, era el vicario de Cristo, y que estaba facultado para declarar la voluntad de Dios (Talmage, 1980). En este caso la sede Papal es dedicada a San Pedro.
Ahora pacemos al último punto simbólico que nos llevará pocas líneas. Hay una escritura que pocos especialistas teólogos interpretan de una manera muy peculiar, esperando nos guie hacia el objetivo buscado, veamos la escritura:
Jesús ante el concilio.
57 Los que prendieron a Jesús le llevaron al sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y los ancianos. 58 Más Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los alguaciles, para ver el fin. 59 Y los principales sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte, 60 y no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaban. Pero al fin vinieron dos testigos falsos, 61 que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo. (Mateo. También Mateo 27-61; Marcos 14: 53-65; Lucas 22: 54, 63-71; Juan. 18: 12-14, 19-24)
La parte en negrillas resalta el punto central de este nuevo simbolismo, el cual se interpreta en el sentido que Jesús responde al querer indicar que el cuerpo humano es un templo sagrado de Dios al cual hay que respetar y cuidar, y al decir Jesús que en tres días lo reedificará lo cumple cuando él al tercer día cuando resucita de entre los muertos. Hay otras escrituras que son más claras al respecto como las siguientes:
9 Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. 10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. 11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros (Romanos 8: 9-11).
Aquí vemos como el espíritu de Dios mora en cada persona, y que Jesúcristo vivificará los cuerpos humanos. La siguiente escritura refiere más objetivamente que el cuerpo humano debe de ser limpio en todos los aspectos para ser merecedor de portar el alma humana, como todo templo debe de ser limpio de todo para ser merecedor de ser la morada de Dios:
1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. 2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Romanos 12: 1-2).
La palabra renovación tiene en esta escritura un sinónimo en la encontrada en Mateo que es la de reedificar, y podríamos simbólicamente aceptar también la de vivificar encontrada en Romanos 12. Y la siguiente escritura es la más específica ya que refiere al cuerpo humano como templo del Espíritu Santo, además, que, se supone que nuestra alma vive dentro de un receptáculo sagrado prestado y creado por Dios, y que tenemos un cuerpo como él:
12 Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna. 13 Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas; pero tanto al uno como a las otras destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. 14 Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder. 15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? De ningún modo. 16 ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne. 17 Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él. 18 Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. 19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios (1 Corintios 6: 12-20).
Con este símbolo referente al cuerpo como templo, y morada de un alma propia, así como del Espíritu Santo, deja claro que para poder presentarse limpio a los ojos de Dios el cuerpo humano debe de estar limpio de pecado carnal y espiritual-mental. Recordemos que en toda religión y sobre todo en las culturas primitivas, se necesita una iniciación previa a la aceptación grupal y del Dios de dicho culto; en muchas de esas iniciaciones se necesita de un ayuno alimenticio y de una abstinencia sexual, para ser dignos de ser aceptados por la sociedad y por la deidad. En la sociedad pre-cristiana-judía lo impuro marcaba, y lo es aún, vigente. Hay tres categorías principales que ejercen un notable influjo en la vida diaria del judío:
1) La impureza derivada de un cuerpo humano o animal muerto.
2) La impureza derivada del cuerpo humano vivo, mensflujo gonorreico, eyaculación de semen, y lepra. Para cualquier judío, incluso para los menos escrupulosos con la ley, la lepra, además de una impureza, era la más flagrante manifestación del pecado. El capítulo dedicado en la Misná a la menstruante (nidá) abarca un total de diez apartados; en el caso de las hijas de los samaritanos, el fanatismo religioso judío llegaba a considerarlas menstruantes e impuras desde la cuna.
3) Según creencias judías la impureza derivada de medios de purificación:
1. Jehová habló a Moisés y a Aarón, diciendo: 2. Esta es la ordenanza de la ley que Jehová ha prescrito, diciendo: Di a los hijos de Israel que te traigan una vaca alazana, perfecta, en la cual no haya falta, sobre la cual no se haya puesto yugo; 3. y la daréis a Eleazar el sacerdote, y él la sacará fuera del campamento, y la hará degollar en su presencia. 4. Y Eleazar el sacerdote tomará de la sangre con su dedo, y rociará hacia la parte delantera del tabernáculo de reunión con la sangre de ella siete veces; 5. y hará quemar la vaca ante sus ojos; su cuero y su carne y su sangre, con su estiércol, hará quemar. 6. Luego tomará el sacerdote madera de cedro, e hisopo, y escarlata, y lo echará en medio del fuego en que arde la vaca. 7. El sacerdote lavará luego sus vestidos, lavará también su cuerpo con agua, y después entrará en el campamento; y será inmundo el sacerdote hasta la noche. 8. Asimismo el que la quemó lavará sus vestidos en agua, también lavará en agua su cuerpo, y será inmundo hasta la noche. 9. Y un hombre limpio recogerá las cenizas de la vaca y las pondrá fuera del campamento en lugar limpio, y las guardará la congregación de los hijos de Israel para el agua de purificación; es una expiación. 10. Y el que recogió las cenizas de la vaca lavará sus vestidos, y será inmundo hasta la noche; y será estatuto perpetuo para los hijos de Israel, y para el extranjero que mora entre ellos (Números: 19).
Las leyes judías que se relacionan con las cosas limpias e inmundas. Así como con las otras leyes, profundizaban y veían más allá de los mandamientos y rituales, como dejaban ver el principio que querían enseñar con relación a las realidades espirituales. La ley referente a los animales limpios e inmundos existía por razones de orden práctico para explicar la relación con la salud y la higiene. La carne de cerdo es sumamente susceptible a la triquinosis, un mal fácilmente transmisible al hombre. Así como los mariscos pueden producir un veneno mortífero si no se matan y cocinan en forma apropiada. Pero el vocablo hebreo para denotar “limpio” y usado en la ley de los alimentos significa algo más que físicamente limpio. Lleva en sí la connotación de ser “libres de toda contaminación o mancha, e implica aquella pureza que la religión requiere y que es necesaria para estar en comunión con Dios” (Manual El Antiguo Testamento, 2000: 157). La palabra kosher (vocablo hebreo que se aplica a lo que satisface las demandas de la ley) significa mucho más que solamente limpieza.
La palabra inmundo en Levítico es un vocablo ceremonial. El Tora dice que los camellos y conejos ‘son inmundos para ti’, limitando la definición y la disciplina solamente a Israel. Las gallinas y las cabras, que podemos comer, no son en su naturaleza tanto más limpias que las águilas y los leones, pero estas dos últimas especies están en la categoría de inmundas (Manual El Antiguo Testamento, 2000).
El código alimenticio es visto simbólicamente como parte de un sistema de leyes que cubría todos los actos de la vida. Dios se valió del régimen alimenticio para enseñar a su pueblo, pero raramente olvidaban comer absteniéndose voluntariamente de ciertos alimentos, o cocinar de manera especial. Se realizaba un compromiso de fe, diario y personal. En cada comida se hacía una elección formal, la cual daba lugar a una silenciosa autodisciplina. La fortaleza y la visión provenían de vivir como de entender la ley. Además, la ley servía para apartar a los hebreos de sus vecinos los cananeos. Cuando el hebreo sentía hambre, forzosamente recordaba la identidad personal y lo que lo unía a su comunidad. En verdad, formaba parte de un pueblo apartado de los demás. Por lo tanto, la ley actuaba como instrumento social, para mantener intacta a la nación hebrea, como instrumento psicológico para preservar la identidad del individuo, y como instrumento religioso para que el pueblo recordase siempre a Jehová (Manual El Antiguo Testamento, 2000).
En Levítico 12-15, hay otras leyes relativas a la inmundicia, y tienen que ver con aspectos que podrían ser, de inmundicia en la carne, debido a infecciones o secreciones del cuerpo, incluyendo los flujos asociados con el nacimiento, heridas o infecciones de la piel tales como la lepra y los forúnculos, infecciones purulentas, el semen y flujos menstruales.
Esta parte de la ley hace surgir la pregunta más obvia: ¿Por qué las funciones naturales del cuerpo hacían considerar inmundo al individuo? Primero, inmundo, en el sentido de la ley, no quería decir lo que le parece al lector moderno. No sugería algo desagradable o sucio, ni implicaba que el cuerpo o las funciones naturales, tales como el nacimiento o las relaciones sexuales, fueran malas por naturaleza. El término inmundo en este y en los casos siguientes, generalmente se entendía únicamente en un sentido legal indicando que el individuo no estaba en condiciones para las ordenanzas sagradas. Este punto es muy importante para entender las relaciones de los hombres con Dios en los rituales respecto a estos asuntos: las ordenanzas de la ley mosaica simbolizaban verdades espirituales. Cuanto más se acercaba el individuo a la perfección en el cumplimiento de la ley, tanto más se aproximaba al verdadero significado simbólico de la ordenanza. El cuerpo físico y sus funciones naturales recuerdan al hombre, en lo físico, que proviene de la tierra. Por lo tanto, decir que un hombre o una mujer era inmundo (esto es, que no podía efectuar ordenanzas sagradas), en determinados momentos se recordaba que el hombre natural debía ser dejado de lado a fin de acercarse a Dios (Manual El Antiguo Testamento, 2000).
En los requisitos para el sumo sacerdote había una enseñanza similar. Ningún individuo con defecto físico podía ser sumo sacerdote (véase Levítico 21: 17-21). No es que se considerará que tales personas fueran naturalmente inferiores en lo espiritual. Más bien, este requisito era un instrumento de enseñanza, ya que el sumo sacerdote era un símbolo del Cristo profetizado, el Gran Sumo Sacerdote (véase Hebreos 4: 14), y el requisito de la integridad física indicaba la perfección del Cristo. Se consideraban las leyes de la inmundicia natural de la misma manera que se contempla esta ley.
Había ciertos aspectos prácticos o sanitarios que entraban en juego en estas leyes. Las reglas estrictas con relación al contacto con una persona infectada, o con objetos que esa persona hubiera tocado, no son más que paralelos de los principios modernos de higiene. “En Canaán los ritos de adoración se veían mezclados con los de la fertilidad y con la prostitución. En Israel, por el contrario, todo lo que se relacionaba con lo sexual o sensual estaba estrictamente apartado de la adoración de Dios. En este caso la intención no era calificar como ‘sucio’ este aspecto de la vida, sino que el propósito era asegurar una separación entre éste y la adoración de Dios. La regla de estricta limpieza en todos los asuntos sexuales también era una salvaguardia positiva para la salud” (Manual El Antiguo Testamento, 2000).
Volviendo a lo anterior, este asunto, no obstante, parece no tener clave alguna para su interpretación correcta. Una implicación obvia, rápidamente vista por los críticos modernos, es que esta regla es un reflejo del estado inferior de la mujer en la antigüedad, el cual, ellos consideran, era sustentado por la ley. Esta conclusión es engañosa por dos razones:
1) En el resto de la ley y en el Antiguo Testamento hay evidencia de que las mujeres ocupaban un sitial elevado y que sus derechos estaban bien defendidos. Es más, “la mujer parece haber gozado de mayor libertad entre los judíos que la que hoy día se le concede en Asia occidental.
2) Estas leyes no eran el producto de la actitud de los hombres, sino que eran, de acuerdo a los judíos, en revelación directa del Señor. No se considera inferior a la mujer aunque el papel del hombre y el de la mujer sean diferentes (Manual El Antiguo Testamento, 2000: 159).
3) El simbolismo y significado de las ordenanzas y ceremonias realizadas el Día de la Expiación son establecidos por Pablo en su Epístola a los Hebreos. Al tabernáculo-templo lo llama ‘un santuario terrenal’ en el cual las ordenanzas del sacrificio eran realizadas anualmente por los sacerdotes levíticos para expiar los pecados de los hombres y para prepararlos para entrar al Lugar Santísimo. El antiguo convenio no era sino ‘la sombra de los bienes venideros porque la sangre de los toros y de los machos cabríos se supone quitaban los pecado (McConkie, 1978: 435-37).
4. La fiesta de los Tabernáculos (Succoth) también llamada la fiesta de las enramadas o de la cosecha, tenía lugar cinco días después del Día de la Expiación, el décimo quinto de Tishri, séptimo mes del calendario hebreo, el cual corresponde a finales de septiembre o primera parte de octubre. La fiesta de los Tabernáculos comenzaba y terminaba en día de reposo y tenia, por lo tanto, ocho días de duración.
Parte de esta celebración consistía en la construcción de pequeñas chozas, o enramadas (succoth, en hebreo) hechas con ramas. El pueblo se alojaba en ellas mientras duraban los festejos. Este requisito hacia que el pueblo recordara la bondad del Señor durante su viaje de cuarenta años por el desierto de Sinaí y la bendición que tenían de vivir permanentemente en la tierra prometida, si eran obedientes (Manual El Antiguo Testamento, 2000).
“En la fiesta de los Tabernáculos los sacerdotes ofrecían más sacrificios de becerros, carneros, corderos y machos cabríos por la redención de la nación que los que se hacían en todas las festividades israelitas juntas. El hecho de que ésta festejaba el final del ciclo de toda la cosecha representa la realidad espiritual de que es misión de la casa de Israel recoger a todas las naciones para Jehová. Entonces se cumplirá lo que está escrito: ‘Y todos los que sobrevivieren de las naciones… subirán (al monte, al templo) de año en año para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los tabernáculos. Y acontecerá que los de las familias de la tierra que no subieren a Jerusalén para adorar al Rey, Jehová de los ejércitos, no vendrá sobre ellos lluvia” (Zacarías 14: 9-21). Ese será el día en el que la ley saldrá de Sión y la palabra del Señor de Jerusalén. Naturalmente, cuando la fiesta de los Tabernáculos sea observada en ese tiempo, sus ceremonias rituales se sujetarán al nuevo orden del evangelio y no al orden mosaico del pasado.
CONCLUCIONES
No fue el propósito de este articulo considerar en detalle algún templo en particular, ya sea antiguo o moderno, sino más bien indicar que la distribución arquitectónica es la misma en todo edificio sagrado destinado a un culto cualquiera, así como las características simbólicas esenciales de los templos, y aclarar el hecho de que tanto en tiempos antiguos como modernos la construcción de templos ha sido una obra particularmente requerida por inspiración divina a través del sacrificio humano, y como ofrenda a Su Dios para la realización y administración de rituales y ordenanzas personales y vicarias del sacerdocio, sobre el diseño inspirado de lo que debe de ser la Casa del Dios sobre un espacio natural considerado el Centro del mundo.
Se destacó que un Templo es más que una capilla, ermita o iglesia, más que una sinagoga, convento, monasterio o catedral; es un edificio erigido en calidad de Casa de Dios, sagrada para la más íntima comunión entre Dios mismo y el Sacerdocio, correspondiente a una época determinada a la cual pertenece determinado Templo. Además, para que efectivamente pueda ser un sagrado Templo, y aceptado por Dios y reconocido como su Casa, la ofrenda debe haberse solicitado, y tanto ésta como el que la ofrece deben ser dignos. Lo único que queda decir es que todo edificio antiguo o moderno religioso conserva el símbolo del centro del mundo y del universo mismo como oráculo, y para debelar los secretos del mismo Dios.
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CURRICULUM: César Augusto Ruiz Rivera. Dr. en antropología social por el CIDHEM. Normalmente catedrático en el ICE-UAEM, Consejero electoral por el Distrito 04 de Morelos. Investigador independiente. Publicaciones: Socialización religiosa dentro de la sociedad. El bien y el mal. El diablo y la muerte. Programado para publicación. UNICEDES-UAEM. La Esencia Divina y la Consagración del territorio físico, Revista de Arquitectura Diseño y Urbanismo, Año 2. Num. 5, México, 2008, pp. 159-170. La producción milpera de la calabaza y fríjol. Tradiciones, mitos y simbolismo mesoamericano., en Investigación Agropecuaria Vol. 4., Facultad de Ciencias Agropecuarias-UAEM, México, Marzo 2007. Continuidad del uso simbólico en cajetes, jícaras y caparazones de Mesoamérica, en revisión editorial. El sapo en el sistema simbólico ritual, en Investigación Agropecuaria, programado para su publicación. Mordeduras y picaduras de fuego. Ecología y ritual en la antigua Mesoamérica, en Investigación Agropecuaria, programado para su publicación. La muerte, los santos y el diablo, en Anales de antropología, IIA-UNAM, México. San Andrés de la Cal: Culto a los señores del tiempo en rituales agrarios. Historia y antropología de un pueblo de Tepoztlán Morelos, Ed. Ayuntamiento de Tepoztlán, UNICEDES-UAEM, CIDHEM, México, 2001. Religiosidad popular, en Memorias del 1er. Encuentro de Educación Indígena, UPN, Cuernavaca, México, 1991.
[1] La religión católica como algunas denominaciones cristianas protestantes contempla a la trilogía “El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo” (sic) como uno solo. Pero para algunas denominaciones cristianas, son tres personajes diferentes de carne y hueso, a excepción del Espíritu Santo que es un personaje sin cuerpo. El Padre, y el Hijo, y El Espíritu Santo (sic).
El atrio exterior (el mundo o salón telestial). Lo primero que se encontraba al entrar por el portal principal era el altar de los sacrificios. Aquí eran ofrecidos al Señor distintos animales y ofrendas. La obediencia estricta y el sacrificio eran requeridos como primer paso en el progreso simbólico hacia la afección y para poder entrar en la presencia de Dios. El primer paso podría ser comparado con tener fe (el Gran y Postrer Sacrificio) y el arrepentimiento. El fuego usado en los sacrificios del gran altar significaba aquella "purificación espiritual que vendría mediante el espíritu Santo, al cual Dios enviaría a través del Hijo" (McConkie, 1978: 431). En línea recta con el patio estaba la pileta, que era usada para lavamientos y purificación véase Éxodo 30: 19-20). Tal como fue mencionado antes, cuando Salomón construyó un templo permanente, colocó la fuente sobre el lomo de doce bueyes (véase 1 Reyes 7: 25), simbolismo que claramente se relaciona con el bautismo. Siendo que la fuente bautismal misma es una "semejanza del sepulcro", donde es sepultado el "viejo hombre" del pecado (Romanos 6: 1-6), el simbolismo de la pila es evidente. Una vez que "el hombre natural" es sacrificado (muerto mediante un corazón quebrantado, o arrepentimiento sincero y profundo), es purificado por las aguas del bautismo y el fuego del Espíritu Santo. Una vez efectuada esta purificación, uno está preparado para salir del mundo, o de una forma de vida telestial y listo para "nacer" (Juan 3: 5) a un estado superior de vida espiritual (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
El Lugar Santo (cuarto terrestre). En el primer cuarto del tabernáculo había tres piezas de mobiliario: la mesa del pan de la proposición, el candelabro sagrado, y el altar del incienso. Cada pieza tenía su propio significado. La mesa del pan de la proposición, en la que cada día de reposo se cambiaba el pan y el vino, era un símbolo similar a los emblemas sacramentales de nuestra época. Ellos representaban el cuerpo y sangre del Hijo de Dios, de los cuates la persona espiritual participa repetidamente a fin de tener vida espiritual en Cristo (Juan 6: 53-56). El candelabro, con sus siete brazos y su aceite de oliva simbolizaba la luz perfecta del Espíritu mediante el cual la persona vuelta a nacer espiritualmente ve toda la verdad (Juan 14: 16-17; 15: 26. Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
El tercer artículo que estaba en el lugar santo era el altar del incienso, símbolo de oración (Apocalipsis 5: 8), el cual estaba directamente delante del velo. Este altar nos recuerda el tercer aspecto dominante de la persona que vive según las ordenanzas del evangelio, esto es, que constantemente busca el poder y revelación del Señor por medio de la oración. El hecho de que el incienso se consuma sobre carbones encendidos nos hace pensar que las oraciones deben ser dirigidas e influidas por el Espíritu Santo (Romanos 8: 26. Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
El Lugar Santísimo (cuarto celestial. Así como el cuarto celestial de los templos modernos simboliza el reino donde mora Dios, el Lugar Santísimo del antiguo tabernáculo tenía el mismo significado. La única pieza que adornaba a este cuarto interior era el arca del testimonio.
Este era, el lugar donde se encontraría Dios con Moisés y le daría instrucciones para el pueblo (véase Éxodo 25: 22). Tanto en el velo, el cual separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo, como sobre la tapa del Arca, había querubines o ángeles. Estos ángeles son una representación del concepto enseñado en las Escrituras modernas de que el hombre pasa al lado de ángeles en su camino hacia la exaltación (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
En resumen, el tabernáculo y su plan, y las ordenanzas que allí se efectuaban, ilustran el simbolismo del progreso en el diseño arquitectónico del hombre, partiendo de un estado de separación entre él y Dios hasta llegar al de plena comunión con Él.
Al leer detenidamente Hebreos 9, 10, tenga presenté el siguiente diagrama. En esos capítulos el Apóstol Pablo comentó en forma el verdadero significado espiritual del tabernáculo del antiguo Israel.
Después que Israel se hubo establecido en la tierra de promisión, cuando, después de cuatro décadas de andar errantes en el desierto, el pueblo del convenio finalmente tomó posesión de su propia Canaán, el Tabernáculo con sus objetos sagrados se estableció en Silo, y allí se reunían las tribus para conocer la voluntad y la palabra de Dios (Josué 18: 1; 19: 51; 21: 2; Jueces 18: 31; 1 Samuel 1: 3, 24; 4: 3, 4). Más tarde fue trasladado á Gabaón (I Corintios 21: 29, 2 Corintios 1: 3) y posteriormente a la Ciudad de David o Sión (2 Samuel 6: 12; 2 Crónicas 5: 2) (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
Figura 2. Recreación del Tabernáculo Bíblico. Manual del Antiguo Testamento T.1. 2000: 138-140.
Figura 3. Recreación del plano del tabernáculo Bíblico. Manual del Antiguo Testamento T.1. 2000: 138-140.
David, el segundo rey de Israel, pretendió y proyectó edificarle una casa al Señor, declarando que era impropio que él, el rey, morara en un palacio de cedro, mientras que el santuario de Dios no era sino una tienda (2 Samuel 7: 2). Mas Jehova, hablando por boca del profeta Natán, rehusó la ofrenda propuesta y aclaró el hecho de que para serle aceptable, no era suficiente con que el presente fuese digno, sino que el dador también debía serlo. Aunque en muchos respectos David, rey de Israel, era un varón aceptable a Dios, sin embargo, había pecado, y su trasgresión aún no había sido expiada. El rey declaró: "Yo tenía el propósito de edificar una casa en la cual reposara el arca del pacto de Jehová, y para el estrado de los pies de nuestro Dios; y había ya preparado todo para edificar. Mas Dios me dijo: Tú no edificarás casa a mi nombre, porque eres hombre de guerra, y has derramado mucha sangre" (I Crónicas 28: 2.3, compárese con 2 Samuel 7: 1-13). No obstante, le fue permitido a David recoger el material para la Casa del Señor, edificio que había de construir no él, sino su hijo Salomón (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
Poco después de ascender al trono, Salomón emprendió la obra que, como herencia y honor, recibió con la corona. Puso los cimientos durante el cuarto año de su reinado, y el edificio quedó completo dentro de siete años y medio. Con la abundante riqueza acumulada por su padre real, y particularmente reservada para la construcción del Templo, Salomón pudo imponer tributo a todo el mundo conocido y lograr la cooperación de varias naciones en su tremenda empresa. El número de los que trabajaron en el templo ascendió a muchos miles, y todo departamento quedó bajo el cargo de maestros artesanos. Era un honor prestar servicio en la gran estructura de la manera que fuere, y la mano de obra cobró una dignidad que hasta entonces no se había conocido. La albañilería se convirtió en profesión, y las órdenes graduadas que en ella se establecieron han permanecido hasta el día de hoy (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
De acuerdo con la cronología comúnmente aceptada, el Templo se terminó como por el año 1005 a. de J. C. En cuanto a arquitectura y construcción, diseño y costo, es conocido como uno de los edificios más notables de la historia. Los servicios dedicatorios duraron siete días, una semana de regocijo santo en Israel. Se trajeron al Templo, con las debidas ceremonias, el Tabernáculo de Reunión y la sagrada Arca del Pacto, la cual fue depositada en el santuario interior, el Lugar Santísimo. La condescendiente aceptación por parte del Señor se manifestó en la nube que llenó los sagrados recintos al retirarse los sacerdotes: "Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios (Crónicas 5: 14; 7: 1, 2, y compárese con Éxodo 40: 35). Así fue como el Templo reemplazó e incorporó el Tabernáculo, del cual verdaderamente fue el suntuoso sucesor (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
Comparando el plan del Templo de Salomón con el del Tabernáculo anterior, se ve que en todo punto esencial de disposición y proporción, había tanta semejanza entre los dos, que eran prácticamente idénticos. Aun cuando era cierto que el Tabernáculo no tenía sino un recinto, mientras que el Templo estaba rodeado de patios, sin embargo, la estructura interior, lo que era propiamente el Templo, seguía muy de cerca el diseño anterior. Las dimensiones del Lugar Santísimo, el Lugar Santo y el Atrio del Templo eran exactamente el doble de lo que habían sido en el Tabernáculo (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
La vida de este espléndido edificio fue breve. Treinta y cuatro años después de su dedicación, y escasamente cinco años después de la muerte de Salomón, empezó a decaer; y esta decadencia pronto se iba a convertir en un despojo general, finalmente tornándose en una verdadera profanación. Salomón el rey, el hombre de sabiduría, el hábil constructor, se había desviado en pos de los ardides de mujeres idólatras y su conducta indisciplinada provocó la iniquidad en Israel. La nación ya no era una; había facciones y sectas, partidos y credos; algunos adoraban en las cumbres de los montes, otros bajo árboles frondosos, cada partido afirmando la excelencia de su santuario particular. El Templo pronto perdió su santidad; el don se desprestigió a causa de la perfidia del donador y Jehová retiró su presencia protectora del lugar que ya no era santo (Manual del Antiguo Testamento T.1, 2000).
Nuevamente Israel fue oprimido por los egipcios, de cuya servidumbre habían sido librados. Sisac, rey de Egipto, venció a Jerusalén-la ciudad de David y el sitio del templo "y tomó los tesoros de la casa de Jehová" (1 Reyes 14: 25, 26). Otros tomaron parte del mobiliario, en otrora sagrado, que dejaron los egipcios, y lo obsequiaron a ídolos (1 Crónicas 24:7). La obra profanadora continuó algunos siglos. Doscientos dieciséis años después del saqueo egipcio, Acaz, rey de Judá, robó del Templo los tesoros que quedaban y envió como presente a un rey pagano, cuyo favor deseaba granjearse, parte del oro y la plata que allí encontró. Además, quitó el altar y la pila, dejando solamente una casa donde en otro tiempo había habido un templo (1 Reyes 16: 7-9, 17 y 18; véase también 2 Crónicas 28: 24, 25). Más tarde, Nabucodonosor, rey de Babilonia, acabó de despojar el Templo y se llevó los pocos tesoros que todavía quedaban, tras lo cual consumió a fuego el edificio (1 Crónicas 36: 18, 19; 2 Reyes 24: 13; 25: 9).
De manera que, unos seiscientos años antes de Jesucristo, Israel quedó sin templo. El pueblo se había dividido; existían dos reinos, el de Israel y el de Judá, enemistados unos con otros; se habían tornado idólatras y completamente inicuos; y se dice que Jehova los había rechazado junto con su santuario. El reino de Israel, en el cual estaban comprendidas aproximadamente diez de las doce tribus, había caído bajo el dominio de Asiria como por el año 721 a. de J.C., y un siglo después los babilonios vencieron al reino de Judá. Durante setenta años los del pueblo de Judá conocidos como judíos desde esa época-permanecieron en el cautiverio, tal como se había predicho (Jeremías 25: 11, 12; 29: 10). Entonces, bajo el dominio benigno de Ciro (Esdras 1 y 2) y Darío (Esdras 6), se les permitió volver a Jerusalén y una vez más edificar un templo de acuerdo con su fe. Para honrar al director de la obra, el Templo restaurado se conoce en la historia como el Templo de Zorobabel. Se echaron los cimientos con una ceremonia solemne (Esdras 3: 12, 13). A pesar de impedimentos legales (Esdras 4: 4-24), y otros estorbos, la obra continuó, y dentro de veinte años de haber vuelto de su cautiverio, los judíos tenían un Templo listo para su dedicación. El Templo de Zorobabel se completó en el año 515 antes de Cristo, precisamente el día 3 del mes de Adar, en el sexto año del reinado del rey Darío, tras lo cual inmediatamente se procedió a su dedicación (Esdras 6: 15-22). A pesar de que este Templo era muy inferior en cuanto al lujo del acabado y muebles, en comparación con el espléndido Templo de Salomón, fue, no obstante, lo mejor que el pueblo pudo edificar, y Jehova lo aceptó como ofrenda representativa del amor y devoción de sus hijos del convenio.
Unos dieciséis años antes del nacimiento de Cristo, Herodes 1, rey de Judá, inició la reconstrucción del Templo de Zorobabel, en ese tiempo decadente y virtualmente en ruinas. Esta estructura había durado cinco siglos, e indudablemente se había deteriorado con el tiempo. Muchos de los acontecimientos de la vida terrenal de Jesús se relacionan con el Templo de Herodes. Es evidente, según las Escrituras, que aun cuando se oponía a los usos degradados y comerciales que impusieron sobre el Templo, Cristo reconoció la santidad de sus recintos. El Templo de Herodes era una estructura sagrada, y pese al nombre por el cual era conocida, para Jesús era la Casa del Señor. Entonces, cuando el tenebroso velo descendió sobre la gran tragedia del Calvario, cuando por último se lanzó desde la cruz el grito agonizante, "Consumado es", el velo del Templo se rasgó en dos, y quedó al descubierto lo que en otro tiempo había sido el Lugar Santísimo. Mientras vivía aún en la carne (Mateo 24: 2; Marcos 13: 2; Lucas 21: 6), Jesús había predicho la total destrucción del Templo. En el año 70 de nuestra era el Templo fue completamente destruido por fuego en la toma de Jerusalén por los romanos al mando de Tito.
El Templo de Herodes fue el último templo que se erigió en el hemisferio oriental. Desde la destrucción de ese gran edificio hasta la construcción de los templos conocidos en las culturas orientales, son pocos los detalles que tenemos en cuanto a su construcción, y menos todavía lo que sabemos de las ordenanzas administrativas correspondientes a estos templos. Es evidente que dejaron de usarse los templos durante los primeros años del cristianismo y antes de que murieran los apóstoles de Jesucristo, y que entre el género humano pereció el concepto mismo de templo, en el sentido particular.
Por muchos siglos no se hizo al Señor la ofrenda de un santuario; por cierto, parece que no se reconocía que tal hiciera falta. La iglesia católica declaró que la comunicación directa de Dios había cesado; y en lugar de administración divina, asumió el poder supremo un gobierno constituido por sí mismo. Se pone de manifiesto que, en lo que a la Iglesia concernía, se había hecho callar la voz del Señor; que la gente no estaba dispuesta por más tiempo a escuchar la palabra de revelación y que agencias humanas habían abrogado el gobierno de la Iglesia (Talmage, 1980).
Durante el reinado de Constantino, cuando el catolicismo se convirtió en la religión del estado, seguía aún totalmente inadvertida o menospreciada la necesidad de un lugar donde Dios pudiera revelarse. Cierto es que se construyeron muchos edificios, la mayor parte de ellos costosos y espléndidos, de los cuales algunos fueron consagrados a Pedro y a Pablo, a Santiago y a Juan; otros a la Magdalena y a la Virgen; pero no se construyó uno solo por autoridad y nombre para la honra de Jesús, por el cual existía el catolicismo. Entre la multitud de capillas y santuarios, de iglesias y catedrales, el Hijo del Hombre no tenía un lugar que pudiera llamar suyo. Se declaró que el papa, con sede en Roma, era el vicario de Cristo, y que estaba facultado para declarar la voluntad de Dios (Talmage, 1980). En este caso la sede Papal es dedicada a San Pedro.
Ahora pacemos al último punto simbólico que nos llevará pocas líneas. Hay una escritura que pocos especialistas teólogos interpretan de una manera muy peculiar, esperando nos guie hacia el objetivo buscado, veamos la escritura:
Jesús ante el concilio.
57 Los que prendieron a Jesús le llevaron al sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y los ancianos. 58 Más Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los alguaciles, para ver el fin. 59 Y los principales sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte, 60 y no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaban. Pero al fin vinieron dos testigos falsos, 61 que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo. (Mateo. También Mateo 27-61; Marcos 14: 53-65; Lucas 22: 54, 63-71; Juan. 18: 12-14, 19-24)
La parte en negrillas resalta el punto central de este nuevo simbolismo, el cual se interpreta en el sentido que Jesús responde al querer indicar que el cuerpo humano es un templo sagrado de Dios al cual hay que respetar y cuidar, y al decir Jesús que en tres días lo reedificará lo cumple cuando él al tercer día cuando resucita de entre los muertos. Hay otras escrituras que son más claras al respecto como las siguientes:
9 Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. 10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. 11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros (Romanos 8: 9-11).
Aquí vemos como el espíritu de Dios mora en cada persona, y que Jesúcristo vivificará los cuerpos humanos. La siguiente escritura refiere más objetivamente que el cuerpo humano debe de ser limpio en todos los aspectos para ser merecedor de portar el alma humana, como todo templo debe de ser limpio de todo para ser merecedor de ser la morada de Dios:
1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. 2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Romanos 12: 1-2).
La palabra renovación tiene en esta escritura un sinónimo en la encontrada en Mateo que es la de reedificar, y podríamos simbólicamente aceptar también la de vivificar encontrada en Romanos 12. Y la siguiente escritura es la más específica ya que refiere al cuerpo humano como templo del Espíritu Santo, además, que, se supone que nuestra alma vive dentro de un receptáculo sagrado prestado y creado por Dios, y que tenemos un cuerpo como él:
12 Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna. 13 Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas; pero tanto al uno como a las otras destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. 14 Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder. 15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? De ningún modo. 16 ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne. 17 Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él. 18 Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. 19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios (1 Corintios 6: 12-20).
Con este símbolo referente al cuerpo como templo, y morada de un alma propia, así como del Espíritu Santo, deja claro que para poder presentarse limpio a los ojos de Dios el cuerpo humano debe de estar limpio de pecado carnal y espiritual-mental. Recordemos que en toda religión y sobre todo en las culturas primitivas, se necesita una iniciación previa a la aceptación grupal y del Dios de dicho culto; en muchas de esas iniciaciones se necesita de un ayuno alimenticio y de una abstinencia sexual, para ser dignos de ser aceptados por la sociedad y por la deidad. En la sociedad pre-cristiana-judía lo impuro marcaba, y lo es aún, vigente. Hay tres categorías principales que ejercen un notable influjo en la vida diaria del judío:
1) La impureza derivada de un cuerpo humano o animal muerto.
2) La impureza derivada del cuerpo humano vivo, mensflujo gonorreico, eyaculación de semen, y lepra. Para cualquier judío, incluso para los menos escrupulosos con la ley, la lepra, además de una impureza, era la más flagrante manifestación del pecado. El capítulo dedicado en la Misná a la menstruante (nidá) abarca un total de diez apartados; en el caso de las hijas de los samaritanos, el fanatismo religioso judío llegaba a considerarlas menstruantes e impuras desde la cuna.
3) Según creencias judías la impureza derivada de medios de purificación:
1. Jehová habló a Moisés y a Aarón, diciendo: 2. Esta es la ordenanza de la ley que Jehová ha prescrito, diciendo: Di a los hijos de Israel que te traigan una vaca alazana, perfecta, en la cual no haya falta, sobre la cual no se haya puesto yugo; 3. y la daréis a Eleazar el sacerdote, y él la sacará fuera del campamento, y la hará degollar en su presencia. 4. Y Eleazar el sacerdote tomará de la sangre con su dedo, y rociará hacia la parte delantera del tabernáculo de reunión con la sangre de ella siete veces; 5. y hará quemar la vaca ante sus ojos; su cuero y su carne y su sangre, con su estiércol, hará quemar. 6. Luego tomará el sacerdote madera de cedro, e hisopo, y escarlata, y lo echará en medio del fuego en que arde la vaca. 7. El sacerdote lavará luego sus vestidos, lavará también su cuerpo con agua, y después entrará en el campamento; y será inmundo el sacerdote hasta la noche. 8. Asimismo el que la quemó lavará sus vestidos en agua, también lavará en agua su cuerpo, y será inmundo hasta la noche. 9. Y un hombre limpio recogerá las cenizas de la vaca y las pondrá fuera del campamento en lugar limpio, y las guardará la congregación de los hijos de Israel para el agua de purificación; es una expiación. 10. Y el que recogió las cenizas de la vaca lavará sus vestidos, y será inmundo hasta la noche; y será estatuto perpetuo para los hijos de Israel, y para el extranjero que mora entre ellos (Números: 19).
Las leyes judías que se relacionan con las cosas limpias e inmundas. Así como con las otras leyes, profundizaban y veían más allá de los mandamientos y rituales, como dejaban ver el principio que querían enseñar con relación a las realidades espirituales. La ley referente a los animales limpios e inmundos existía por razones de orden práctico para explicar la relación con la salud y la higiene. La carne de cerdo es sumamente susceptible a la triquinosis, un mal fácilmente transmisible al hombre. Así como los mariscos pueden producir un veneno mortífero si no se matan y cocinan en forma apropiada. Pero el vocablo hebreo para denotar “limpio” y usado en la ley de los alimentos significa algo más que físicamente limpio. Lleva en sí la connotación de ser “libres de toda contaminación o mancha, e implica aquella pureza que la religión requiere y que es necesaria para estar en comunión con Dios” (Manual El Antiguo Testamento, 2000: 157). La palabra kosher (vocablo hebreo que se aplica a lo que satisface las demandas de la ley) significa mucho más que solamente limpieza.
La palabra inmundo en Levítico es un vocablo ceremonial. El Tora dice que los camellos y conejos ‘son inmundos para ti’, limitando la definición y la disciplina solamente a Israel. Las gallinas y las cabras, que podemos comer, no son en su naturaleza tanto más limpias que las águilas y los leones, pero estas dos últimas especies están en la categoría de inmundas (Manual El Antiguo Testamento, 2000).
El código alimenticio es visto simbólicamente como parte de un sistema de leyes que cubría todos los actos de la vida. Dios se valió del régimen alimenticio para enseñar a su pueblo, pero raramente olvidaban comer absteniéndose voluntariamente de ciertos alimentos, o cocinar de manera especial. Se realizaba un compromiso de fe, diario y personal. En cada comida se hacía una elección formal, la cual daba lugar a una silenciosa autodisciplina. La fortaleza y la visión provenían de vivir como de entender la ley. Además, la ley servía para apartar a los hebreos de sus vecinos los cananeos. Cuando el hebreo sentía hambre, forzosamente recordaba la identidad personal y lo que lo unía a su comunidad. En verdad, formaba parte de un pueblo apartado de los demás. Por lo tanto, la ley actuaba como instrumento social, para mantener intacta a la nación hebrea, como instrumento psicológico para preservar la identidad del individuo, y como instrumento religioso para que el pueblo recordase siempre a Jehová (Manual El Antiguo Testamento, 2000).
En Levítico 12-15, hay otras leyes relativas a la inmundicia, y tienen que ver con aspectos que podrían ser, de inmundicia en la carne, debido a infecciones o secreciones del cuerpo, incluyendo los flujos asociados con el nacimiento, heridas o infecciones de la piel tales como la lepra y los forúnculos, infecciones purulentas, el semen y flujos menstruales.
Esta parte de la ley hace surgir la pregunta más obvia: ¿Por qué las funciones naturales del cuerpo hacían considerar inmundo al individuo? Primero, inmundo, en el sentido de la ley, no quería decir lo que le parece al lector moderno. No sugería algo desagradable o sucio, ni implicaba que el cuerpo o las funciones naturales, tales como el nacimiento o las relaciones sexuales, fueran malas por naturaleza. El término inmundo en este y en los casos siguientes, generalmente se entendía únicamente en un sentido legal indicando que el individuo no estaba en condiciones para las ordenanzas sagradas. Este punto es muy importante para entender las relaciones de los hombres con Dios en los rituales respecto a estos asuntos: las ordenanzas de la ley mosaica simbolizaban verdades espirituales. Cuanto más se acercaba el individuo a la perfección en el cumplimiento de la ley, tanto más se aproximaba al verdadero significado simbólico de la ordenanza. El cuerpo físico y sus funciones naturales recuerdan al hombre, en lo físico, que proviene de la tierra. Por lo tanto, decir que un hombre o una mujer era inmundo (esto es, que no podía efectuar ordenanzas sagradas), en determinados momentos se recordaba que el hombre natural debía ser dejado de lado a fin de acercarse a Dios (Manual El Antiguo Testamento, 2000).
En los requisitos para el sumo sacerdote había una enseñanza similar. Ningún individuo con defecto físico podía ser sumo sacerdote (véase Levítico 21: 17-21). No es que se considerará que tales personas fueran naturalmente inferiores en lo espiritual. Más bien, este requisito era un instrumento de enseñanza, ya que el sumo sacerdote era un símbolo del Cristo profetizado, el Gran Sumo Sacerdote (véase Hebreos 4: 14), y el requisito de la integridad física indicaba la perfección del Cristo. Se consideraban las leyes de la inmundicia natural de la misma manera que se contempla esta ley.
Había ciertos aspectos prácticos o sanitarios que entraban en juego en estas leyes. Las reglas estrictas con relación al contacto con una persona infectada, o con objetos que esa persona hubiera tocado, no son más que paralelos de los principios modernos de higiene. “En Canaán los ritos de adoración se veían mezclados con los de la fertilidad y con la prostitución. En Israel, por el contrario, todo lo que se relacionaba con lo sexual o sensual estaba estrictamente apartado de la adoración de Dios. En este caso la intención no era calificar como ‘sucio’ este aspecto de la vida, sino que el propósito era asegurar una separación entre éste y la adoración de Dios. La regla de estricta limpieza en todos los asuntos sexuales también era una salvaguardia positiva para la salud” (Manual El Antiguo Testamento, 2000).
Volviendo a lo anterior, este asunto, no obstante, parece no tener clave alguna para su interpretación correcta. Una implicación obvia, rápidamente vista por los críticos modernos, es que esta regla es un reflejo del estado inferior de la mujer en la antigüedad, el cual, ellos consideran, era sustentado por la ley. Esta conclusión es engañosa por dos razones:
1) En el resto de la ley y en el Antiguo Testamento hay evidencia de que las mujeres ocupaban un sitial elevado y que sus derechos estaban bien defendidos. Es más, “la mujer parece haber gozado de mayor libertad entre los judíos que la que hoy día se le concede en Asia occidental.
2) Estas leyes no eran el producto de la actitud de los hombres, sino que eran, de acuerdo a los judíos, en revelación directa del Señor. No se considera inferior a la mujer aunque el papel del hombre y el de la mujer sean diferentes (Manual El Antiguo Testamento, 2000: 159).
3) El simbolismo y significado de las ordenanzas y ceremonias realizadas el Día de la Expiación son establecidos por Pablo en su Epístola a los Hebreos. Al tabernáculo-templo lo llama ‘un santuario terrenal’ en el cual las ordenanzas del sacrificio eran realizadas anualmente por los sacerdotes levíticos para expiar los pecados de los hombres y para prepararlos para entrar al Lugar Santísimo. El antiguo convenio no era sino ‘la sombra de los bienes venideros porque la sangre de los toros y de los machos cabríos se supone quitaban los pecado (McConkie, 1978: 435-37).
4. La fiesta de los Tabernáculos (Succoth) también llamada la fiesta de las enramadas o de la cosecha, tenía lugar cinco días después del Día de la Expiación, el décimo quinto de Tishri, séptimo mes del calendario hebreo, el cual corresponde a finales de septiembre o primera parte de octubre. La fiesta de los Tabernáculos comenzaba y terminaba en día de reposo y tenia, por lo tanto, ocho días de duración.
Parte de esta celebración consistía en la construcción de pequeñas chozas, o enramadas (succoth, en hebreo) hechas con ramas. El pueblo se alojaba en ellas mientras duraban los festejos. Este requisito hacia que el pueblo recordara la bondad del Señor durante su viaje de cuarenta años por el desierto de Sinaí y la bendición que tenían de vivir permanentemente en la tierra prometida, si eran obedientes (Manual El Antiguo Testamento, 2000).
“En la fiesta de los Tabernáculos los sacerdotes ofrecían más sacrificios de becerros, carneros, corderos y machos cabríos por la redención de la nación que los que se hacían en todas las festividades israelitas juntas. El hecho de que ésta festejaba el final del ciclo de toda la cosecha representa la realidad espiritual de que es misión de la casa de Israel recoger a todas las naciones para Jehová. Entonces se cumplirá lo que está escrito: ‘Y todos los que sobrevivieren de las naciones… subirán (al monte, al templo) de año en año para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los tabernáculos. Y acontecerá que los de las familias de la tierra que no subieren a Jerusalén para adorar al Rey, Jehová de los ejércitos, no vendrá sobre ellos lluvia” (Zacarías 14: 9-21). Ese será el día en el que la ley saldrá de Sión y la palabra del Señor de Jerusalén. Naturalmente, cuando la fiesta de los Tabernáculos sea observada en ese tiempo, sus ceremonias rituales se sujetarán al nuevo orden del evangelio y no al orden mosaico del pasado.
CONCLUCIONES
No fue el propósito de este articulo considerar en detalle algún templo en particular, ya sea antiguo o moderno, sino más bien indicar que la distribución arquitectónica es la misma en todo edificio sagrado destinado a un culto cualquiera, así como las características simbólicas esenciales de los templos, y aclarar el hecho de que tanto en tiempos antiguos como modernos la construcción de templos ha sido una obra particularmente requerida por inspiración divina a través del sacrificio humano, y como ofrenda a Su Dios para la realización y administración de rituales y ordenanzas personales y vicarias del sacerdocio, sobre el diseño inspirado de lo que debe de ser la Casa del Dios sobre un espacio natural considerado el Centro del mundo.
Se destacó que un Templo es más que una capilla, ermita o iglesia, más que una sinagoga, convento, monasterio o catedral; es un edificio erigido en calidad de Casa de Dios, sagrada para la más íntima comunión entre Dios mismo y el Sacerdocio, correspondiente a una época determinada a la cual pertenece determinado Templo. Además, para que efectivamente pueda ser un sagrado Templo, y aceptado por Dios y reconocido como su Casa, la ofrenda debe haberse solicitado, y tanto ésta como el que la ofrece deben ser dignos. Lo único que queda decir es que todo edificio antiguo o moderno religioso conserva el símbolo del centro del mundo y del universo mismo como oráculo, y para debelar los secretos del mismo Dios.
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CURRICULUM: César Augusto Ruiz Rivera. Dr. en antropología social por el CIDHEM. Normalmente catedrático en el ICE-UAEM, Consejero electoral por el Distrito 04 de Morelos. Investigador independiente. Publicaciones: Socialización religiosa dentro de la sociedad. El bien y el mal. El diablo y la muerte. Programado para publicación. UNICEDES-UAEM. La Esencia Divina y la Consagración del territorio físico, Revista de Arquitectura Diseño y Urbanismo, Año 2. Num. 5, México, 2008, pp. 159-170. La producción milpera de la calabaza y fríjol. Tradiciones, mitos y simbolismo mesoamericano., en Investigación Agropecuaria Vol. 4., Facultad de Ciencias Agropecuarias-UAEM, México, Marzo 2007. Continuidad del uso simbólico en cajetes, jícaras y caparazones de Mesoamérica, en revisión editorial. El sapo en el sistema simbólico ritual, en Investigación Agropecuaria, programado para su publicación. Mordeduras y picaduras de fuego. Ecología y ritual en la antigua Mesoamérica, en Investigación Agropecuaria, programado para su publicación. La muerte, los santos y el diablo, en Anales de antropología, IIA-UNAM, México. San Andrés de la Cal: Culto a los señores del tiempo en rituales agrarios. Historia y antropología de un pueblo de Tepoztlán Morelos, Ed. Ayuntamiento de Tepoztlán, UNICEDES-UAEM, CIDHEM, México, 2001. Religiosidad popular, en Memorias del 1er. Encuentro de Educación Indígena, UPN, Cuernavaca, México, 1991.
[1] La religión católica como algunas denominaciones cristianas protestantes contempla a la trilogía “El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo” (sic) como uno solo. Pero para algunas denominaciones cristianas, son tres personajes diferentes de carne y hueso, a excepción del Espíritu Santo que es un personaje sin cuerpo. El Padre, y el Hijo, y El Espíritu Santo (sic).
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