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miércoles, 16 de octubre de 2013

ETNO-ARQUEOLOGIA DEL CENTRO Y LA UNIDAD. ESPACIO SAGRADO EN SAN ANDRÉS DE LA CAL


DADU

 REVISTA DE ARQUITECTURA DISEÑO Y URBANISMO

UNIVERSIDAD DE SINALOA

ISNN 2007 4727

AÑO 5. NUM. 10, 2012.

pp. 266 – 299

ETNO-ARQUEOLOGIA DEL CENTRO Y LA UNIDAD.

ESPACIO SAGRADO EN SAN ANDRÉS DE LA CAL

 

César Augusto Ruiz Rivera

 

RESUMEN

En este artículo hablare sobre el “Centro del Mundo”, y de otros símbolos que se presentan físicamente y mitológicamente en diversos ejemplos que lo representan en el poblado de San Andrés de la Cal, municipio de Tepoztlán, Morelos, México. Es necesario recordar la idea clásica de Centro, y que es de suma importancia en todas las culturas antiguas para señalar algunos de los principales símbolos vinculados con ella. Para muchos este concepto no rememora inmediatamente lo que evocaba para las mentes de las culturas antiguas; en esto como en casi todo lo que involucra al simbolismo, muchas ideas se han olvidado y los modos de pensamiento conceptual al parecer son extraños a la mayoría de las culturas indígenas-campesinas contemporáneas. Es pertinente conceptualizar una interpretación de acuerdo al modo tradicional sobre este punto, tanto cuanto que la incomprensión es más general, y más completa a ese respecto cuando no se tiene una convivencia permanente con la conceptualización ajena.

 

PALABRAS CLAVES

Símbolos, centro, unidad, dualidad, xicalcoliuhqui.

 

ABSTRAC

In this article it will speak on the "Center of the World", and other symbols that physically appear and mitológicamente in diverse examples that represent it in the town of San Andrés of the Cal, municipality of Tepoztlán, Morelos, Mexico. It is necessary to remember the classic idea of Center, and that is of extreme importance in all the old cultures to indicate some of the main tie symbols with her. For many it is t and concept does not recall immediately what evoked for the minds of the old cultures; in this like in almost everything what involves the symbolism, many ideas have forgotten and the ways of conceptual thought apparently are strange to most of the cultures contemporary native-farmers. He is pertinent to conceptualizar according to the traditional way an interpretation on this point, as much whatever that the lack of understanding is more general, and more complete in that respect when a permanent coexistence with the other people's conceptualización is not had.

 

INTRODUCCION

Por mucho tiempo en el poblado de San Andrés de la Cal, Municipio de Tepoztlán, en el Estado de Morelos, en México, se escuchaba a la gente decir que su casa, era el Centro del Mundo, que la iglesia del Santo patrono también era el Centro del Mundo, y de la misma manera lo era Acuitlapilco, el cerro, las cuevas y otros lugares (Ruiz, 2001). Siempre pensé que esto se afirmaba con un sentimiento egocentrista sin ponerle mucha atención; al pasar el tiempo y enfocar mi conocimiento académico profesional, y vivencial con la tradición, dentro del poblado confirme que por su propia estructura los símbolos son multivalentes, que las imágenes simbólicas conservan una reali­dad de las cosas de modo contradictorio dentro de la cosmovisión, por medio de conceptos múltiples, y que estaba de más tratar de entender o traducir una imagen simbólica con una termino­logía concreta, o reducirla a uno solo de sus planos de referencia, esto sería mutilarla, o anu­larla como instrumento de conocimiento.

Existe en la mente del indígena-campesino moderno la supervivencia de una mitología antigua abundante. En esta mitología se confirma la actualidad y la fuerza de las imá­genes y de los símbolos. Toda su vivencia está plagada de símbolos e imágenes que pueden cambiar de aspec­to, pero su función  ancestral permanece. La tarea de todo ser humano es de descubrir sus nuevas máscaras vivenciales. Los mitos son cambiantes, y cómo los símbolos se transforman, jamás desapare­cen ni siquiera en la civilización más avanzada.

Las imágenes y símbolos tienen un gran pasado mitificado que no se ha perdido, pero que se han ido transformando en ar­quetipos que expresan lo necesario para poder entenderlos, aunque en la mayoría de los casos seamos incapaces de referirlas por no conferirle demasiada importan­cia al lenguaje analítico. Sin embargo, las imágenes aproximan a los hombres más efectivamente que cualquier lenguaje analítico.

Infinidad de mitos y símbolos circu­lan a través del mundo que trascienden por determinadas culturas, no son descubrimientos espontáneos del hombre, sino creaciones del complejo religioso cultural muy específico, retocado y transpor­tado por las sociedades; las crea­ciones míticas se han divulgado muy lejos de su lugar natal, y han sido apropiadas por pueblos y socie­dades que jamás los hubieran conocido de otro modo. Todo mito contiene una lógica encadenada de símbolos.

Comúnmente las comunidades tradicionales en el México moderno conciben el mundo natural en conjunto con lo urbano como un microcosmos tanto social como geográfico, donde se entrecruzan los tres centros o zonas cósmicas: Cielo, Tierra, e Infierno.

En sus límites territoriales urbanos comienza el campo y lo des­conocido; en el interior de la comunidad se conforma en su totalidad el Ombligo o Centro del Mundo conocido, al mismo tiempo que existe al interior infinidad de Centros. Por una parte, existe el espacio hecho cosmos, porque está habitado y organizado, pero al exterior del espacio familiar, y comunal, existe la región desconocida plagado de demonios, de los muertos, de los extranjeros: en una palabra, caos, muerte, y oscuridad de la noche (Ruiz, 2008).

Toda Ciudad, templo o palacio, son considerados Cen­tros del Mundo, y réplicas multiplicadas de la imagen arcaica de la Montaña Cósmica, conocido también como el Árbol del Mundo, o Pilar central que sostiene los niveles cósmicos.

La existencia de esta creencia socio-religioso, se ostenta por cada momento histórico que le ha visto na­cer. Es necesario mencionar que no existe el hecho religioso puro. No hay mensaje religioso más noble que otro. La más universal de las experiencias místicas, o el comportamiento humano más puro, como el temor religioso, el rito, y la oración, etc., se sin­gularizan y se delimitan tan pronto como se manifies­tan.

El concepto de la idea del Centro del Mundo es, sobre todo, el punto de origen principal, y de partida de donde surgen todas las cosas, no tiene forma o dimensión, es indivisible, y, por lo tanto, la única imagen propia y/o comunal que pueda darse de la Unidad Primordial conformada por una Dualidad. Unido a este concepto surge el de la Unidad del Centro; sin que por ello la esencia de lo anterior quede modificada o afectada en manera alguna. Aquí hay un paralelismo completo entre dos modos de expresión: el simbolismo de la forma única y el simbolismo multivalente, de manera que se les puede emplear indiferentemente, además que circula de uno al otro de manera natural. En ambos casos es simplemente simbolismo: la unidad por sí sola no conforma la unidad metafísica; ya que es la imagen de ella, en la cual no hay nada de arbitrario, pues existe entre cada una, una relación lógica real, y esta relación es lo que permite transponer la idea de la unidad más allá del dominio multivalente al orden trascendental. Lo mismo ocurre con la idea del Centro; éste es capaz de una transposición semejante, por la cual se despoja de su carácter espacial, el cual ya no se evoca sino a título de símbolo: Estamos ablando del principio, del Ser Puro; el espacio que satisface con su resplandor su propio brillo sin el cual dicho espacio sería la nada total; Se trata del Mundo total, el conjunto de todo lo que existe, de todos los seres, y de todos los dioses que constituyen la manifestación universal.

La variante más extendida del simbolismo del Cen­tro es el Árbol Cósmico que se halla en medio del Uni­verso, y que sostiene como un eje al Mundo. Se encuentra en la India védica, en la antigua China, en la mitología germánica, y en la cosmovisión en las culturas mesoamericanas; así como las religiones primitivas, bajo formas dife­rentes, conocen este Árbol Cósmico, cuyas raíces se hun­den hasta el inframundo o en los Infiernos, y cuyas ramas tocan el Cielo.

Todo árbol sagrado se halla en el Centro del Mundo, y todos los árboles ri­tuales o los postes, que se consagran antes o durante cualquier ritual religioso, son como proyectados má­gicamente al Centro del Mundo. La instalación y consagración del poste sacrificial es un rito del Centro. Asimilado al Árbol del Mundo, el poste se convierte a su vez en eje que une a las tres regiones cósmicas. La comunicación entre el Cielo y la Tierra se hace posible por la intercesión de este pilar.

Asimilado al Árbol del Mundo, o la instalación de un poste se convierte en eje que une a las tres regiones cósmicas. La comunicación entre el Cielo y la Tierra se hace posible por la intercesión de este pilar. Unido a esto la escalera como objeto simboliza todas estas cosas porque se cuenta con que se eleva en un Centro, y porque hace posible la comunicación entre los distintos niveles del ser, porque no es sino una fórmula concreta de la escala mítica, de la liana o del hilo de araña, del Árbol Cósmico o del telar Universal que une las tres zonas cósmicas.

Todo un conjunto de mitos, de símbolos y de rituales concuerdan en subrayar la dificultad que existe para penetrar en el Centro; y, por otra parte, una serie de mitos y de ritos establecen que este Centro es accesible, como por ejemplo, una peregrinación a lugares sagrados, o a la iglesia, de la misma manera el Árbol Cósmico es inaccesible; pero, por otra, se puede hallar en toda la ruta. El itinerario que conduce al Centro se halla sembrado de obstáculos, pero aun así, cada ciudad, cada templo, o cada habitación se encuentra en el Centro del Universo.

Todo esto parece mostrar que el hombre no puede vivir más que en un espacio sagrado: el Centro. Un sin fin de tradiciones confirman el de­seo del hombre de hallarse sin esfuerzo en el Centro del Mundo, pero el deseo del hombre está supeditado al permiso o disposición de los dioses de dar esta oportunidad con una serie de pruebas y, el mérito que tiene el poder penetrar en él. El hecho es que se permite al hombre la construc­ción del Centro en su propia casa; pero la facilidad se halla casi en todas partes, y nos invita a considerarla como la más significativa. Se pone de re­lieve determinada situación humana que podríamos lla­mar nostalgia del paraíso.

 

EL CENTRO Y LA UNIDAD

Después de estas conceptualizaciones, pasemos a describir las representaciones simbólicas en la mitología sobre el centro y la unidad que encontramos en el espacio natural y urbano en San Andrés de la Cal; las primeras que descubrimos están en una descripción de un antiguo ritual en una cueva. Esta comunidad llamada antiguamente Acacueyecan o Tenextitla, se menciona en la Relación de Tepoztlán de 1580 (Acuña, 1985: 194), es muy exacta y concuerda con la ubicación del resumidero llamado actualmente Acuitlapilco, “en la cola del agua”, el cual hoy en día se encuentra totalmente tapado:

En toda esta región no hay...otra cosa notable, excepto una fuente que sale cerca del pueblo; sale de unas rocas, con poca agua en verano, y en tiempos de lluvia hay gran cantidad. Corre como media legua o menos, y luego penetra una cueva que se encuentra en unas rocas calcáreas, y ahí se sume. No se sabe por dónde va a salir. En tiempos pasados ahí penetraban para sus ceremonias, para lo cual bajaban unos veinte pies por una cuerda y ahí abajo se encontraban con un trecho de tierra plana como de una casa. De ahí la cueva se extendía hacia adelante, muy lejos y no se veía el final. Oían gente hablando y encontraban mazorcas y otras cosas, que sacaban y mostraban como medio de comercio.[1]

La longitud del arroyo es de 2 Km. aproximadamente, el agua choca con grandes rocas calizas, y termina en la zona del lago transitorio de Acuitlapilco, filtrándose el agua en el resumidero del mismo nombre. Antiguamente este resumidero era la cueva principal donde se realizaban ritos de petición de lluvia ya descrita en la Relación de Tepoztlán (Acuña, 1985). Adelante daremos una interpretación simbólica al respecto.

En San Andrés de la Cal, como en todas las culturas indígenas, la representación más sencilla del símbolo del Mundo es la imagen de un punto, como distintivo del Principio de la Unidad y del Centro mismo, puede ser un círculo rodeando un punto, y que representaría el Mundo; es muy antigua e imposible asignarle un empleo y origen en el tiempo, pues se le localiza en dibujos rupestres por todo el mundo, en objetos prehistóricos, y arqueológicos; como ejemplo hay un dibujo rupestre ubicado en San Andrés de la Cal, fig. 1; y sin duda, se ve en ella un signo que se relaciona claramente con una tradición primordial. El punto, en forma de caracol, de este símbolo está rodeado de líneas concéntricas, que colocados en igual tamaño y alejamiento del punto primordial en el Centro, rodeados de un círculo figurando el sol, y que conformaría el Centro o el Corazón del Mundo; lo cual es otra interpretación que se da y ha permanecido hasta nuestros días como signo astronómico usual del sol; pero también se le asigna un significado exclusivamente calendárico solar; a mi parecer también tiene un sentido más vasto, y profundo. El sol en todas las culturas antiguas es el símbolo del verdadero Centro del Mundo o del Universo: el Principio Divino. Pero también hay que contemplar la dualidad existente entre el Sol y la Luna en una sola unidad, o también a la Luna por si sola como un Centro astronómico y mitológico (Día y noche, vida y muerte).

Con respecto al caracol que aparece al centro de la fig. 1, podemos decir que los géneros strombus Gigas, y Strombus Galeatus; el género Fasciolaria Gigantea, y los géneros Turbinella, Triton, Xancux, y Murex, en la cultura mesoamericana representa al símbolo cero entre los mayas como algo tangible, el mismo significado para los aztecas sería una mazorca (Romano 1999, Harvey y Williams 1981, 1988). Además el caracol es un símbolo al viento y al sonido como instrumento sonoro musical ritual; esto se debe por el hecho de que en su interior se graba el sonido del mar, o del viento, y se puede palpar al acercársele al oído.

La Luna parece haber sido la diosa representativa del “cero” en Mesoamérica con toda su carga simbólica de fertilidad. Sin embargo ambos símbolos del cero, el caracol maya y la mazorca azteca, estaban conectados con Tecciztecatl, la divinidad azteca de la Luna, seguida del caracol marino, mientras la mazorca es parte de la diosa Chicomolotzin (cuyo nombre significa 7 mazorcas) que está conectada a la fecundidad terrestre que a su vez está relacionada con la Luna. Todavía en tiempos tardíos Fray Francisco Ximenes (1967) en su Historia Natural del Reino de Granada recuerda que el caracol estaba ligado a la Luna.

Los datos etnográficos recabados por mí en San Andrés indican que el concepto de “cero” concreto, genera otros números, de origen calendárico y está ligado a la Luna, conectada con la fertilidad de la mujer, y con la fertilidad en general en Mesoamérica. La luna hoy en día permite la vida ritual anual en el cultivo y la cosecha en el campo al computar los meses lunares en periodos de veinte días, y su fase de Luna nueva, es considerada ausente, es decir, cero (Ruiz, 2001).

En la figura 4 se representa un glifo de estilo olmeca que representa a una mano, la cual podemos comparar con dos glifos que se encuentran en la pirámide del Tepozteco en la cabecera municipal de Tepoztlán.

La similitud se encuentra en el glifo 10, con un signo maya muy habitual, la cual es una mano con un pulgar alargado en oposición a los dedos, con un círculo en la muñeca y los dedos arqueados hacia el pulgar, de esta manera se aprecian en los grifos mayas, que se maneja para el signo Manik. En los signos aztecas propios no hay grifos que se parezcan a una mano, y el correspondiente a Manik es llamado Mazatl y su glifo es la cabeza de un venado como se ve en el número 9. Dato curioso es que en los dos sistemas se usa un nombre equivalente para indicar el signo Manik-Mazatl, Cimi en maya, y Mizquitl en nahuatl, en ambos casos muerte.

 Fig. 1.  fig. 2.
 Fig. 3.  Fig. 4.
Dibujo rupestre en algún lugar de San Andrés de la Cal. Un pequeño caracol de piedra. Pequeñas rodelas de barro encontradas en San Andrés de la Cal, que representan según interpretaciones de personas del pueblo, pequeñas estrellas, flores o soles. Fotografía César Augusto Ruiz Rivera.

 

 Fig. 4.  Fig. 5.  Fig. 6.
Primer recuadro fragmento de rodela de barro de San Andrés de la Cal. Comparar figuras 5 y 6 de dibujos con motivos garra-ala, huella de ave, y manos en la iconografía olmeca, y con el glifo de tochtli lamat, y mazatl  manik encontrados en la pirámide del Tepozteco en Tepoztlan.  Fotografía y dibujos de César Augusto Ruiz Rivera.

 
   
Glifos en la pirámide del Tepozteco. Con equivalencias nahuas y mayas. Dibujos de César Augusto Ruiz Rivera.

En San Andrés de la Cal, Azozonpantla es un lugar donde hay un pequeño ojo de agua, que forma el arroyo que desemboca en Acuitlapilco. El agua de este arroyo no alcanza a formar por si solo el lago temporal que se forma, pero contribuye junto con el temporal de lluvia a que se integre dicho lago. En este ojo de agua se construyó una pequeña capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe. Por ese lugar en unas peñas se encuentran algunas pinturas rupestres con representaciones de animales y soles, que refuerza de algún modo lo sagrado de este lugar. Unido a estas representaciones rupestres, hay un sinfín de guijarros de barro encontrados con gravados representando una hélice, así como pequeñas rodelas de barro con símbolos en hélice o espirales que nos dan elementos para poder proponer que son representaciones duales del viento, agua, y de la Unidad en el Centro del mundo (fig. 7-8). Por otra parte, y con el objeto de comparar, tanto el ojo de agua como el resumidero son considerados como la salida y la entrada al inframundo, y Azonzonpantla como Acuitlapilco conforman una dualidad en unidad; dos conceptos a analizar el Centro, y la Unidad. Cada uno conforma por si solo un Centro, el ojo de agua el nacimiento y la vida que brota de las entrañas de la tierra, y en donde cada año el 28 de octubre día de San Lucas se festeja el final de la temporada de lluvia. Acuitlapilco representaría la muerte del agua que se hunde en las entrañas de la tierra, y la temporada de seca, y en donde como ya vimos se ofrendaban objetos diversos para la propiciación de la lluvia. Los objetos presentados representan claramente elementos iconográficos en espiral referentes al viento, y al agua.

 fig. 7.  Fig. 8.
Numero 7 Pequeño guijarro de 4 cm. De atura por 5 cm. de largo. Encontrado en la zona de Acuitlapilco. Con una representación de un punto en medio del cual salen 9 líneas en hélice, en una representación de un sol, un remolino (resumidero), o el viento. Número 8 una rodela de barro con glifos que representan espirales. Fotografía César Augusto Ruiz Rivera.

Veamos algunas semejanzas en Mesoamérica. La espiral en sus formas curvas y en angulos; por costumbre es el signo ordinario del viento en gravados de gorjales, de telas, en la roca, etc. El signo de la espiral esta unido con frecuencia al de la escalera y se complica normalmente con el de la espiral simple, o compuesta, curva, o recta, y es la que da origen al simbolo xicalcoliuhqui en las culturas mesoamericanas. Por ejemplo una linea escalerada unida por un extremo a otra en espiral.

Posnansky (1945), cree que el signo de la escalera fue el primero que significo la tierra, y unido a una duplicación del mismo vino a significar tierra y cielo. Pero en otro lugar, este autor, refiriendose a los signos de la escalera y de la espiral dice “ambos signos se transformaron y sintetizaron mas tarde en un solo signo. O sea en forma de escalera de dos o tres peldaños, el último de los cuales remataba en una especie de espiral, significando la escalera de la tierra y la espiral el cielo. Analizando varios simbolos de este tipo imagino que son serpientes, o nubes, o bien podria ser una escalera de nubes Paul Hening (1912, T. 1: 234). Pero para mí la escalera simbóliza una puerta de entrada al mundo nde los dioses.

El símbolo del xicalcoliuhqui como vemos en las diferentes representaciones de las figuras 9 al 18, el simbolo del triangulo esta muy presente en estas compociciones simbolicas, representan piramides-templos, o en su lugar monañas con escalones que suben al mundo de los dioses, o tambien, y a la vez, pudiera representar una cordillera que impide el camino del huracan que muere en el monte. Las dos barras que rematan lo superior y lo inferior significan los limites del cielo y la tierra, fronteras donde acontece este fenómeno atmosférico (Fig. 9-10).

Normalmente son alegorias con una dualidad cosmica multiple; la espiral significa lo superior, la escalera lo inferior, y son atributos de los dioses relacionados con el viento y la lluvia. Hay una relación entre la escalera y la cuerda (lazo) que se menciona en la relación de Tepoztlán (Acuña, 1985); la escalera representa el ascenso y descenso (dentro de la simbología católica cuando Cristo asciende al cielo desde la cruz, asi cuando desciende o bajan de la cruz ya muerto, y es enterrado en el sepulcro), al igual que la cuerda como se describe en la cueva de Acuitlapilco. Podemos citar por lo menos dos ejemplos que atestiguan la presencia de la serpiente emplumada dentro de esta simbología; la serpiente emplumada cuando baja por la escalera de la piramide de Kukulcan en el solsticio. Dentro de la mitología de San Andrés de la Cal, cuando desciende del cielo al tronar los relampagos, se quiebran en el cielo navajas de obsidiana las cuales se convierten en serpientes y ciempies al caer al suelo. De este modo se contempla la asociación del cuerpo de la serpiente zizageante con el rayo, del veneno de la serpiente con el rayo y la luz solar que son de naturaleza caliente. No hay que olvidar que la escalera simboliza todas estas cosas porque se cuenta con que se eleva en un Centro, hace posible la comunicación entre los distintos niveles, y porque es una fórmula concreta de la escala mítica, de la liana o del hilo de araña, del Árbol Cósmico o del telar Universal que une las tres zonas cósmicas.

 Fig. 9.  Fig. 10. Copias de los dibujos, César Augusto Ruiz Rivera.

De la colección de Beyer (1933), se extrae los símbolos más característicos de xicalcoliuhqui, intercalándoles algunos interesantes modelos. En estos se ven separados los elementos integrantes del xicalcoliuhqui, antes de que esos trazos gráficos fueran aglutinándose en sincretismo, provocado por la misma complejidad sincrónica de los fenómenos de tempestad. En la figura 11, reportado por Beyer (1933), solo se presenta el triángulo; no hay zigzag ni escalera. Comparadas con un malacate de cerro ventoso, Veracruz, que indica la espiral del huracán, según su interpretación, entre masas nubosas, en cuya composición entran a la vez la línea curva del cumulus nimbus con el ángulo del rayo.

 Fig. 11. Copias de los dibujos, César Augusto Ruiz Rivera.

En cuanto a la espiral, el triángulo, la escalera o el zigzag se confunden entre sí. El zigzag se adhiere a la masa triangular y perfila características en uno de sus lados. Si los ángulos del zigzag son rectos se asemejan a una escalera; si son puntiagudos ya no significaran escaleras, más bien parecen plumas. Cuando se mantiene el zigzag; salvo cuando, ya extendido el símbolo de la serpiente emplumada, las puntas se estilizan hasta ser una línea quebrada del zigzag y se hace curvilínea, lo mismo hace parecer el rayo, festón de nubes o el borde de plumas (fig. 4). Similares son los que se representan cuando la línea espiral adopta la forma de ángulo; como por ejemplo los símbolos de las imágenes 12 y 13. Entradas al mundo de los dioses. Un viaje al centro y al mundo de la unidad.

 Fig. 12.  Fig. 13. Copias de los dibujos, César Augusto Ruiz Rivera.

 Fig. 14.  Fig. 15. Copias de los dibujos, César Augusto Ruiz Rivera.

   Fig. 16.  Fig. 17.  Fig. 18. Copias de los dibujos, César Augusto Ruiz Rivera.

En los símbolos de las figuras 14, se ve el símbolo encerrado en un círculo, que es el perímetro del Centro de un escudo, y en su parte superior la espiral en ángulo, y el triángulo en escalera, mientras el círculo o abertura (resumidero) queda abajo y aparte. El símbolo de la figura 15 reproduce una espiral enorme, que forma parte de un lado del triángulo en escalera, en el Centro está el motivo rematado, y en la parte baja medio circulo (resumidero). En el símbolo 16 está completo de líneas rectas combinadas en ángulos, se aprecia el triángulo en escalera y una doble espiral invertida que baja y llena el espacio junto al del triángulo; en especial se puede comparar perfectamente con la rodela de barro encontrada en San Andrés (figs. 17). La rodela de la figura 18 se sintetiza en composiciones diferentes.

En general podemos decir que toda esta multiplicidad de símbolos y significados mesoamericanos tienen que ver con el Centro del mundo en la tierra como en el cielo, el paraíso o el inframundo, el arriba o abajo, la fertilidad con el agua representada por la espiral de un remolino en una tormenta, o la temporada de secas representado por un resumidero o hélice; todo englobado en una unidad de contrarios.

Hay una equivalencia y conexión entre la rueda y diversos símbolos florales (ver rodela de la fig. 19). Si contemplamos como ejemplo la flor del loto hindú, con el xempoalxuchil mesoamericano, o cualquier flor al abrir sus pétalos esto representa, entre otras cosas símbolos de significaciones múltiples, y similitudes bien comprensibles. El desarrollo de la manifestación; es, una irradiación en torno del Centro, pues también en este caso se trata de figuras centradas, y esto es lo que justifica su asimilación a la rueda. Es de reconocer que las rodelas utilizadas en San Andrés giran alrededor de un Centro o eje que se le representa también con un glifo representando a un huracán, remolino de viento, y un resumidero que giran en ambos sentidos. En este sentido en la tradición hindú, el Mundo se representa en forma de un loto en cuyo Centro se eleva el Meru, la Montaña sagrada que simboliza al Polo.

 Fig. 19. Rodela de barro con motivo floral

Al sur del pueblo de San Andrés de la Cal, y por la falda del cerro de la Corona, sobre unas peñas se ubica lo que la gente llama “La Tienda Encantada”, se aprecian innumerables dibujos rupestres, un altar con una cruz atravesada a manera de zompantle azteca, una mano, un conejo, un sol, imágenes en mal estado de un mono, un venado o toro, y un alacrán. Este lugar todo el pueblo lo conoce de oídas, más no físicamente. Se encuentra a media hora del pueblo. Los grabados están distribuidos a lo largo de un muro de piedra caliza situado en el lado oeste del cerro de La Corona, el muro mide aproximadamente 50 mts. de longitud con una altura aproximada de 20 mts., se pueden apreciar alrededor de 20 grabados sobre la superficie vertical de la roca a diversas alturas del piso, desde los 50 cm., hasta los 3 mts. de altura. Los gravados se están perdiendo en su totalidad debido a la invasión de musgo, el cual ha avanzado por la deforestación por arriba del muro de piedra que los protegía de las inclemencias de la humedad. Frente a este gran muro de piedra se aprecia lo que algunos del pueblo dicen que fue una pequeña estructura piramidal, hoy totalmente destruida. Acerca de este lugar, se dice el siguiente mito:

Es una Tienda Encantada, que cada año en el mes de diciembre, se abre una entrada en la roca del muro. Si se tiene la suerte de estar en ese momento o si se está destinado a ver esa puerta, esa persona tiene la oportunidad de entrar y sacar todo lo que pueda de mercancía: fríjol, maíz, herramienta, o lo que a uno se le antoje en ese momento. Se debe de hacer rápido, porque no se sabe cuánto tiempo permanece abierta la puerta, porque si se cierra cuando uno está adentro ahí se queda durante un año entero, el cual para el que se quedó adentro es como si pasara un sólo día, mientras los familiares lo van a dar por desaparecido y muerto, y al llegar a casa después de un año la familia se puede volver loca del susto o de la emoción, ya que lo que se pudo sacar de la tienda encantada se convierte en oro, plata y riquezas que uno nunca imaginó. Esto fue lo que le pasó a una persona del pueblo, hace muchos años, que desapareció por un año y regresó contando esta historia. La gente antigua decía que les ha sucedido a varias personas mucho más antes (Ruiz, 2000).[2]

 Fig. 19.   Fig. 20.   Fig. 21.
 Fig. 22.    Fig. 23.
Diferentes pinturas rupestres indígenas de San Andrés de la Cal. Comparar figura 22, con las manchas internas de la luna llena. Fotografía César Augusto Ruiz Rivera.

El muro y la pretendida construcción piramidal cada uno en si son un Centro, y ambos representan la Unidad que refuerza al mito. El dibujo que mencionamos que constituye una pequeña pirámide con cuatro peldaños, esta rematada por una cruz, rodeada de una especie de marco que esta cruzado por una línea, con pequeños motivos que bien podrían representar cráneos a manera de zompantle que marca y simboliza por si solo el centro del dibujo de la pirámide, en el mismo sentido la pirámide hace referencia al centro de la tierra.

La mano se le considera como una firma de carácter personal, para dejar marcado un signo distintivo. “Los indios pueblo” modernos en Norteamérica dejan sus impresiones de manos en lugares sagrados porque es creencia suya que de ese modo han tomado contacto con los lugares sagrados; además, para comprobar que ellos han cumplido con sus obligaciones religiosas y así la deidad puede identificar al peticionario. En Norteamérica se supone también una, relación entre las impresiones de manos y la magia de caza, y los ritos de pubertad (Strecker, 1982: 47-57). Esto es una ofrenda y entrega personal a los dioses.

El dibujo de la figura 21 representaba un sol o estrella que estaba rodeada por un circulo que el musgo ha ido desdibujando con el tiempo, al igual que la figura del dibujo 22 que representa una luna en color rojo ocre y que podemos comparar con las manchas internas de la luna llena. Estos son Centros de equilibrio estelares de algún Principio estelar y mítico.

El equilibrio es el reflejo del Principio; para encarar las cosas según esta nueva relación, es preciso considerar la circunferencia en movimiento en torno de su centro,  o punto único que no participa de ese movimiento. La palabra rueda (rota) evoca inmediatamente la idea de rotación; y esta rotación es la figura del cambio continuo al cual están sujetas todas las cosas manifestadas; en tal movimiento, no hay sino un punto único que permanece fijo e inmutable, y este punto es el Centro. Esto nos reconduce a las concepciones cíclicas, de las que hemos dicho unas palabras: el recorrido de un ciclo cualquiera, o. la rotación de la circunferencia, es la sucesión, ya sea en el modo temporal, o en cualquier otro modo; el punto fijo del Centro es la imagen de la eternidad, donde todas las cosas son presentes en simultaneidad perfecta. La circunferencia no puede girar sino en torno de un Centro fijo; igualmente, el cambio, que no se basta a sí mismo, supone necesariamente un Principio que esté fuera de él: es el “motor inmóvil” de Aristóteles, también representado por el Centro. El Principio inmutable, pues, al mismo tiempo, y ya por el hecho de que todo cuanto existe, cambia o se mueve, no tiene realidad sino por él y depende totalmente de él, es lo que da el primer impulso al movimiento, y también lo que en seguida lo gobierna, dirige y legisla, pues la conservación del orden del Mundo es una prolongación del acto creador. Por ejemplo, y con respecto a la flor de loto, el Principio es la expresión hindú, del “ordenador interno” (antaryâni), pues dirige todas las cosas desde el interior, residiendo él mismo en el punto más íntimo: el Centro.

La rotación de una circunferencia en torno de su Centro, puede también considerarse la de una esfera en torno de un eje fijo; la significación simbólica es exactamente la misma. Por eso las representaciones del “Eje del Mundo” son tan frecuentes e importantes en el sentido general, es en el fondo el mismo que el de las figuras del “Centro del Mundo”, salvo quizá en que evocan más directamente el papel del Principio inmutable con respecto a la manifestación universal que los otros aspectos en que el Centro puede ser igualmente considerado. Cuando la esfera, terrestre cumple su revolución en torno de su eje, hay dos puntos que permanecen fijos: son los polos, las extremidades del eje o sus puntos de encuentro con la superficie de la esfera; por eso la idea de Polo es también un equivalente de la idea de Centro. El simbolismo que se refiere al Polo, que reviste formas muy complejas, se encuentra también en todas las tradiciones, e inclusive tiene en ellas un lugar considerable; si no se han advertido la comprensión verdadera de los símbolos ha faltado por completo.

Al respecto de esto, la maraca o sonaja como esfera, simbólicamente (Fig. 24) es la imagen del mundo en su rotación en torno de su centro, considerando que se mueve en torno de un eje fijo. De ahí que las representaciones del Centro en el “Eje del Mundo” sean tan frecuentes e importantes en todas las tradiciones antiguas; y el sentido general es el mismo que el de las figuras del “Centro del Mundo”, salvo que evocan directamente el papel del Principio inmutable con respecto a la manifestación universal, como los aspectos del Centro pueden ser considerados. Cuando la Tierra cumple su revolución en torno de su eje, hay dos Centros o puntos que permanecen fijos: los polos, los extremos o puntos de encuentro del eje con la superficie de la esfera; Simbólicamente el concepto de Polo es también un equivalente del Centro. El simbolismo que se refiere al Polo reviste formas muy complejas, y se encuentra también en todas las tradiciones, y tiene en ellas un lugar considerable; si no se han advertido la comprensión verdadera de los símbolos ha faltado por completo. Según concepciones populares de pueblos morelenses donde se fabrican maracas con cuatecomates o guajes, por si sola al estar en uso recuerda simbólicamente el tronar de los rayos o el movimiento telúrico de temblores y su forma esférica representa al Planeta Tierra.

 Fig. 24 Maraca-Sonaja prehispánica de barro, encontrada en alguna cueva de San Andrés. Fotografía César Augusto Ruiz Rivera.

Algunas figuras arqueológicas de piedra verde, como de piedra de texcal, y de piedra de barranca que se han encontrado en campos de cultivo, en recovecos de texcal o cuevas pequeñas, atestiguan de alguna manera el uso de símbolos de la dualidad, de que hemos venido ablando, ofrendas a la fertilidad con representaciones solares, y a los cerros.

En la figura 25 vemos a un personaje varonil de piedra caliza de color café sentado en ancas, la mano derecha tomando su pene en acción masturbadora, y la mano izquierda en el mentón observando a una pequeña figura de barro que se encontró cerca de él, y que representa a Mextli embarazada de Xilonen (según interpretación de algunas personas del pueblo), con un tocado redondo sobre su frente. El personaje de piedra tiene una diadema alrededor de su cabeza; ambos tocados representan el aro solar. En cuanto a la figura varonil este podría representar a Xipe Totec dios de la primavera y de la lluvia. Su nombre significa ‘dios desollado’, que tiene que ver con las ceremonias que en su honor se practicaban en la primavera. Como otros dioses presenta dos aspectos contradictorios. Por un lado es el dios benefactor y generador de las cosechas, por lo tanto, el favorecedor de la agricultura, ya que él mismo se desolló para alimentar a las plantas, que a su vez serían el alimento de la humanidad. Es la metáfora sobre el desarrollo de las semillas que pierden su piel al germinar. Con la llegada de la primavera, los aztecas le rendían sacrificios humanos, cuya sangre abonaba la tierra para tener abundantes cosechas.

La figura 26 es una pequeña maqueta de piedra, caliza, de 7 cm. de alto, del cerro denominado “Cerro del Final”, o Ihuilcaltepetl, aunque la toponimia no haga referencia al final, ya que el concepto “final” no existe (según el Sr. Walter Robles nahuatlaca del pueblo) en la cosmovisión nahua; Ihuilcal hace referencia al infinito, y de acuerdo al Sr. Walter Robles Ihuilcal, es cuando se hace referencia a una persona o deidad inmortal o infinita, y si se aplicara al Cerro del Final sería recordando al Dios náhuatl Tepeyolotli. Lo infinito en la cosmovisión nahua es aplicable a la concepción cíclica del tiempo, pero podríamos hacer comparación con la interpretación simbólica a las rodelas (fig. 14 a la 18). En el lenguaje náhuatl Zemicac significa eterno; zenca significa eterno siempre; y la palabra Itlamia significa al final.

La fig. 27 y 28 son una representación de una cara de jadeíta oscura, la misma pero volteada, pero que desde cualquier posición representa una cara, lo importante de esta es la aureola que rodea la pieza, símbolo totalmente solar, y el tocado sobre su frente.

La figura 29 es una representación de jadeíta, en forma de rodillo plano y totalmente representativo de la dualidad, con dos centros grabados a los extremos.

   Fig. 25.  Fig. 26.
 Fig. 27. Fig. 28.    Fig. 29.                       Fotografías de César Augusto Ruiz Rivera.

La relación existente entre el centro y la circunferencia, o entre lo que respectivamente representan, está claramente indicada por el hecho de que la circunferencia no puede existir sin el centro, mientras que el centro es totalmente independiente de la circunferencia. Esta relación puede señalarse aún más claramente por medio de líneas o extremidades que salen y terminan fuera de la circunferencia, y que pueden aparecer en número o forma variable; pero siempre aparecerán por un valor simbólico particular. Aquí, la forma más sencilla es la que presenta la fig. 1 con catorce líneas que sobresalen de una circunferencia que forman un sol en el exterior del círculo. Esta figura tiene la misma significación general, y se le agregan significaciones secundarias que vienen a completarla: la circunferencia, es representada como recorrida en determinado sentido, es una imagen manifestando un ciclo cósmico que particularmente la doctrina hindú budista ofrece una teoría en extremo desarrollada. Las divisiones determinadas sobre la circunferencia por las extremidades de los brazos de una cruz corresponden entonces a los diferentes períodos o fases en que se divide un ciclo; y tal división puede encararse, por así decirlo, a escalas diversas, según se trate de ciclos más o menos extensos: se tendrá así, por ejemplo, y para atenernos solo al orden de la existencia terrestre, los cuatro momentos principales del día, las cuatro fases de la luna, las cuatro estaciones del año, y también, según la concepción que encontramos en las culturas Mesoamericanas, las cuatro edades de la humanidad.

Pero volvamos a las significaciones del Centro, pues hasta ahora no hemos expuesto, en suma, sino la primera de todas, la que hace de él la imagen del Principio. Encontramos que el Centro es propiamente el “medio”, el punto equidistante de todos los puntos de la circunferencia, y divide todo diámetro en dos partes iguales. En lo que precede, se considera al Centro, antes que la circunferencia, la cual no tiene realidad sino por la irradiación de aquél; ahora, se le encara con respecto a la circunferencia realizada, es decir, que se trata de la acción del Principio en el seno de la Creación. El medio entre los extremos representados por puntos opuestos de la circunferencia es el lugar donde las tendencias contrarias se neutralizan y se hallan en perfecto equilibrio.

En San Andrés de la Cal, encontramos por ejemplo el uso del temazcal (baño de vapor prehispánico) como instrumento de curación física y espiritual, donde se realiza una serie de rituales purificadores y de reinserción al equilibrio cósmico del cuerpo al medio ambiente social y físico. Constituye otro ejemplo del centro. Recientemente un indio huichol cantador llamado Rogelio que realiza en esta comunidad el uso del temazcal ritual, tomando en cuenta que “el Centro es el punto de partida, y de llegada; todo ha salido de él, y a él ha de regresar al final de cada siclo. Todo existe por el Principio, y sin él no existe nada, y entre cada ser o cosa hay una unión permanente del Principio que une todos los puntos del centro; cada camino se recorre en dos sentidos opuestos; primero del centro a la circunferencia, después el retorno desde la circunferencia hacia el centro. Son dos espacios unidos pero separados, el primero lo representa un movimiento de salida, y el segundo un movimiento de unión” (Ruiz, 1985-2011). Estas dos fases son verdaderamente completas, y corresponde por entero a la idea que, de modo general, debemos formarnos del Centro en la plenitud de su significación.

 Fig. 30. Temazcal. Diseño huichol. Que se cubre con petates o pieles al momento del ritual. Observar el punto de reposo de la piedra caliente como el centro, y la circunferencia que rodea al centro por medio de ramas en forma circular. Fotografía César Augusto Ruiz Rivera.

Según Don Antonino, maracame especialista en limpias “todos los seres, tienen su Principio, y quieren regresar a él; este instinto de regreso al Centro tiene su representación (simbólica) al entrar o salir de la enfermedad, al igual que al entrar y salir del temazcal. La orientación ritual Este-Oeste de la entrada del temazcal siguiendo la línea con referencia a la salida del Sol, que pasa sobre el fuego sagrado que calienta las piedras que se usan dentro del temaxcal, que es la dirección hacia el centro espiritual, es la imagen terrestre del Centro del Mundo”.

Así como toda Ciudad, templo o palacio, son considerados Cen­tros del Mundo, y réplicas multiplicadas de la imagen arcaica de la Montaña Cósmica, conocido también como el Árbol del Mundo, o Pilar central que sostiene los niveles cósmicos. De este mismo modo se ha diseñado la orientación de las iglesias cristianas, casas, panteones o edificios especiales lo cual son casos particulares de ese simbolismo, y se refiere esencialmente a la misma idea común en todas las religiones.

Por último el Centro está enfocado al Dios patrono quien cumple la función de representar de alguna manera y en primer lugar a la deidad ancestral, y en segundo lugar a lo que representa dicha deidad. En el caso de San Andrés de la Cal, no se sabe con exactitud a que Dios prehispánico se le daba adoración, pero podemos concordar con referencia a las costumbres y creencias a los ahuaques y a los aires en la petición de lluvias en cuevas que el Dios patrono era Ehecatl-Quetzalcoatl, secundado por Ometeotl, Tlaloc, Xipe Totec, y Xilonen en sus respectivas esferas de poder. (Ruiz, 2001, 2009, 2008).

En resumen, el Centro es a la vez el principio y el fin de todas las cosas; es, según un simbolismo muy conocido, el alfa y el omega. Mejor aún, es el principio, el centro y el fin; y estos tres aspectos están representados en las figuras de las rodelas y demás restos arqueológicos, como en el xicalcoliuhqui, y como elementos independientes del Centro del Mundo.

La orientación de la Unidad es la materialización, si así puede decirse, de la intención humana, por la cual todas las potencias del ser deben ser dirigidas hacia el Centro como Principio Divino; me sería fácil encontrar otros ejemplos. Mucho tendré que decir sobre este asunto; sin duda tendré algunas oportunidades de volver sobre él en la continuación de estos estudios, y por eso me contento, por el momento, con presentar de modo breve el aspecto del simbolismo del Centro.

 

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CURRICULUM: César Augusto Ruiz Rivera. Dr. en antropología social por el CIDHEM. Normalmente catedrático en el ICE-UAEM, Consejero electoral por el Distrito 04 de Morelos. Investigador independiente. Publicaciones: Socialización religiosa dentro de la sociedad. El bien y el mal. El diablo y la muerte. Programado para publicación. UNICEDES-UAEM. Emplazamientos geográficos rituales de tumbas y necrópolis antiguos, Revista de arquitectura Diseño y Urbanismo, Año 4, Num. 9, 2011. Prototipo y Diseño arquitectónico del templo bíblico. Espacio natural, espacio natural, urbano y simbólico, Revista de arquitectura Diseño y Urbanismo, Año 3, núm., 6, 2009, pp. 280-301. La Esencia Divina y la Consagración del territorio físico, Revista de Arquitectura Diseño y Urbanismo, Año 2. Núm. 5, México, 2008, pp. 159-170. La producción milpera de la calabaza y fríjol. Tradiciones, mitos y simbolismo mesoamericano., en Investigación Agropecuaria Vol. 4., Facultad de Ciencias Agropecuarias-UAEM, México, Marzo 2007. Continuidad del uso simbólico en cajetes, jícaras y caparazones de Mesoamérica, en revisión editorial. El sapo en el sistema simbólico ritual, en Investigación Agropecuaria, programado para su publicación. Mordeduras y picaduras de fuego. Ecología y ritual en la antigua Mesoamérica, en Investigación Agropecuaria, programado para su publicación. La muerte, los santos y el diablo, en Anales de antropología, IIA-UNAM, México. San Andrés de la Cal: Culto a los señores del tiempo en rituales agrarios. Historia y antropología de un pueblo de Tepoztlán Morelos, Ed. Ayuntamiento de Tepoztlán, UNICEDES-UAEM, CIDHEM, México, 2001. Religiosidad popular, en Memorias del 1er. Encuentro de Educación Indígena, UPN, Cuernavaca, México, 1991.



[1]En Acuña, 1985: 194.
[2] Este mismo relato en Morelos, se puede encontrar en los pueblos de Xoxocotla, Tetelcingo y Atlacholoaya (Ruiz, Diario de campo, 1985-2000).