DADU
REVISTA DE ARQUITECTURA DISEÑO Y URBANISMO
UNIVERSIDAD DE SINALOA
ISNN 2007 4727
AÑO 5. NUM. 10, 2012.
pp. 266 – 299
ETNO-ARQUEOLOGIA
DEL CENTRO Y LA UNIDAD.
ESPACIO
SAGRADO EN SAN ANDRÉS DE LA CAL
César Augusto Ruiz
Rivera
RESUMEN
En
este artículo hablare sobre el “Centro del Mundo”, y de otros símbolos que se
presentan físicamente y mitológicamente en diversos ejemplos que lo representan
en el poblado de San Andrés de la Cal, municipio de Tepoztlán, Morelos, México.
Es necesario recordar la idea clásica de Centro, y que es de suma importancia
en todas las culturas antiguas para señalar algunos de los principales símbolos
vinculados con ella. Para muchos este concepto no rememora inmediatamente lo
que evocaba para las mentes de las culturas antiguas; en esto como en casi todo
lo que involucra al simbolismo, muchas ideas se han olvidado y los modos de
pensamiento conceptual al parecer son extraños a la mayoría de las culturas
indígenas-campesinas contemporáneas. Es pertinente conceptualizar una
interpretación de acuerdo al modo tradicional sobre este punto, tanto cuanto
que la incomprensión es más general, y más completa a ese respecto cuando no se
tiene una convivencia permanente con la conceptualización ajena.
PALABRAS CLAVES
Símbolos,
centro, unidad, dualidad, xicalcoliuhqui.
ABSTRAC
In this article it will speak on the "Center of
the World", and other symbols that physically appear and mitológicamente
in diverse examples that represent it in the town of San Andrés of the Cal,
municipality of Tepoztlán, Morelos, Mexico. It is necessary to remember the
classic idea of Center, and that is of extreme importance in all the old
cultures to indicate some of the main tie symbols with her. For many it is t
and concept does not recall immediately what evoked for the minds of the old
cultures; in this like in almost everything what involves the symbolism, many
ideas have forgotten and the ways of conceptual thought apparently are strange
to most of the cultures contemporary native-farmers. He is pertinent to
conceptualizar according to the traditional way an interpretation on this
point, as much whatever that the lack of understanding is more general, and
more complete in that respect when a permanent coexistence with the other
people's conceptualización is not had.
INTRODUCCION
Por mucho tiempo en el poblado de
San Andrés de la Cal, Municipio de Tepoztlán, en el Estado de Morelos, en
México, se escuchaba a la gente decir que su casa, era el Centro del Mundo, que
la iglesia del Santo patrono también era el Centro del Mundo, y de la misma
manera lo era Acuitlapilco, el cerro,
las cuevas y otros lugares (Ruiz, 2001). Siempre pensé que esto se afirmaba con
un sentimiento egocentrista sin ponerle mucha atención; al pasar el tiempo y
enfocar mi conocimiento académico profesional, y vivencial con la tradición,
dentro del poblado confirme que por su propia estructura los símbolos son multivalentes, que las imágenes
simbólicas conservan una realidad de las cosas de modo contradictorio dentro
de la cosmovisión, por medio de conceptos múltiples, y que estaba de más tratar
de entender o traducir una imagen simbólica con una terminología concreta, o
reducirla a uno solo de sus planos de referencia, esto sería mutilarla, o anularla
como instrumento de conocimiento.
Existe en la mente del indígena-campesino moderno la
supervivencia de una mitología antigua abundante. En esta mitología se confirma
la actualidad y la fuerza de las imágenes y de los símbolos. Toda su vivencia
está plagada de símbolos e imágenes que pueden cambiar de aspecto, pero su
función ancestral permanece. La tarea de
todo ser humano es de descubrir sus nuevas máscaras vivenciales. Los mitos son cambiantes, y cómo los símbolos se
transforman, jamás desaparecen ni siquiera en la civilización más avanzada.
Las imágenes y símbolos tienen un gran pasado
mitificado que no se ha perdido, pero que se han ido transformando en arquetipos
que expresan lo necesario para poder entenderlos, aunque en la mayoría de los
casos seamos incapaces de referirlas por no conferirle demasiada importancia
al lenguaje analítico. Sin embargo, las imágenes aproximan a los hombres más
efectivamente que cualquier lenguaje analítico.
Infinidad de mitos y símbolos circulan a través del mundo que trascienden
por determinadas culturas, no son
descubrimientos espontáneos del hombre, sino creaciones del complejo religioso
cultural muy específico, retocado y transportado por las sociedades; las creaciones
míticas se han divulgado muy lejos de su lugar natal, y han sido apropiadas por
pueblos y sociedades que jamás los hubieran conocido de otro modo. Todo mito
contiene una lógica encadenada de símbolos.
Comúnmente
las comunidades tradicionales en el México moderno conciben el mundo natural en
conjunto con lo urbano como un microcosmos tanto social como geográfico, donde se
entrecruzan los tres centros o zonas cósmicas: Cielo, Tierra, e Infierno.
En sus límites territoriales
urbanos comienza el campo y lo desconocido; en el interior de la comunidad se conforma
en su totalidad el Ombligo o Centro del Mundo conocido, al mismo tiempo que existe
al interior infinidad de Centros. Por una parte, existe el espacio hecho
cosmos, porque está habitado y organizado, pero al exterior del espacio
familiar, y comunal, existe la región desconocida plagado de demonios, de los
muertos, de los extranjeros: en una palabra, caos, muerte, y oscuridad de la
noche (Ruiz, 2008).
Toda
Ciudad, templo o palacio, son considerados Centros del Mundo, y réplicas
multiplicadas de la imagen arcaica de la Montaña Cósmica, conocido también como
el Árbol del Mundo, o Pilar central que sostiene los niveles cósmicos.
La existencia de esta creencia socio-religioso, se
ostenta por cada momento histórico que le ha visto nacer. Es necesario
mencionar que no existe el hecho religioso puro. No hay mensaje religioso más
noble que otro. La más universal de las experiencias místicas, o el comportamiento
humano más puro, como el temor religioso, el rito, y la oración, etc., se singularizan
y se delimitan tan pronto como se manifiestan.
El concepto de la idea del Centro del Mundo es,
sobre todo, el punto de origen principal, y de partida de donde surgen todas
las cosas, no tiene forma o dimensión, es indivisible, y, por lo tanto, la
única imagen propia y/o comunal que pueda darse de la Unidad Primordial
conformada por una Dualidad. Unido a este concepto surge el de la Unidad del Centro;
sin que por ello la esencia de lo anterior quede modificada o afectada en
manera alguna. Aquí hay un paralelismo completo entre dos modos de expresión:
el simbolismo de la forma única y el simbolismo multivalente, de manera que se
les puede emplear indiferentemente, además que circula de uno al otro de manera
natural. En ambos casos es simplemente simbolismo: la unidad por sí sola no
conforma la unidad metafísica; ya que es la imagen de ella, en la cual no hay
nada de arbitrario, pues existe entre cada una, una relación lógica real, y
esta relación es lo que permite transponer la idea de la unidad más allá del dominio
multivalente al orden trascendental. Lo mismo ocurre con la idea del Centro;
éste es capaz de una transposición semejante, por la cual se despoja de su carácter
espacial, el cual ya no se evoca sino a título de símbolo: Estamos ablando del
principio, del Ser Puro; el espacio que satisface con su resplandor su propio brillo
sin el cual dicho espacio sería la nada total; Se trata del Mundo total, el
conjunto de todo lo que existe, de todos los seres, y de todos los dioses que
constituyen la manifestación universal.
La variante
más
extendida del simbolismo del Centro es el Árbol Cósmico que se halla en medio
del Universo, y que sostiene como un eje al Mundo. Se encuentra en la India
védica, en la antigua China, en la mitología germánica, y en la cosmovisión en
las culturas mesoamericanas; así como las religiones primitivas, bajo formas
diferentes, conocen este Árbol Cósmico, cuyas raíces se hunden hasta el
inframundo o en los Infiernos, y cuyas ramas tocan el Cielo.
Todo árbol sagrado se halla en el Centro del Mundo,
y todos los árboles rituales o los postes, que se consagran antes o durante
cualquier ritual religioso, son como proyectados mágicamente al Centro del
Mundo. La instalación y consagración del poste
sacrificial es un rito del Centro. Asimilado al Árbol del Mundo, el poste se
convierte a su vez en eje que une a las tres regiones cósmicas. La comunicación
entre el Cielo y la Tierra se hace posible por la intercesión de este pilar.
Asimilado al Árbol del Mundo, o la instalación de un
poste se convierte en eje que une a las tres regiones cósmicas. La comunicación
entre el Cielo y la Tierra se hace posible por la intercesión de este pilar. Unido a esto la escalera
como objeto simboliza todas estas cosas porque se cuenta con que se eleva en un
Centro, y porque hace posible la comunicación entre los distintos niveles del
ser, porque no es sino una fórmula concreta de la escala mítica, de la liana o
del hilo de araña, del Árbol Cósmico o del telar Universal que une las tres zonas
cósmicas.
Todo un conjunto de mitos, de símbolos y de rituales
concuerdan en subrayar la dificultad
que existe para penetrar en el Centro; y, por otra parte, una serie de
mitos y de ritos establecen que este
Centro es accesible, como por ejemplo, una peregrinación a lugares sagrados, o a la iglesia, de la
misma manera el Árbol Cósmico es inaccesible; pero, por otra, se puede hallar
en toda la ruta. El itinerario que conduce al Centro se halla sembrado de
obstáculos, pero aun así, cada ciudad, cada templo, o cada habitación se
encuentra en el Centro del Universo.
Todo esto
parece mostrar que el hombre no puede
vivir más que en un espacio sagrado: el Centro.
Un sin fin de tradiciones confirman el deseo del hombre de hallarse sin esfuerzo en el Centro del Mundo, pero
el deseo del hombre está supeditado al permiso o disposición de los dioses de
dar esta oportunidad con una serie de pruebas y, el mérito que
tiene el poder penetrar en él. El hecho es que se permite al hombre la construcción
del Centro en su propia casa; pero la facilidad se halla casi en todas partes, y
nos invita a considerarla como la más significativa. Se pone de relieve
determinada situación humana que podríamos llamar nostalgia del paraíso.
EL CENTRO Y LA UNIDAD
Después
de estas conceptualizaciones, pasemos a describir las representaciones
simbólicas en la mitología sobre el centro y la unidad que encontramos en el
espacio natural y urbano en San Andrés de la Cal; las primeras que descubrimos están
en una descripción de un antiguo ritual en una cueva. Esta comunidad llamada
antiguamente Acacueyecan o Tenextitla, se menciona en la Relación de Tepoztlán de 1580 (Acuña, 1985: 194), es muy exacta y concuerda con la
ubicación del resumidero llamado actualmente Acuitlapilco, “en la cola del agua”, el cual hoy en día se
encuentra totalmente tapado:
En toda esta región no hay...otra cosa notable, excepto
una fuente que sale cerca del pueblo; sale de unas rocas, con poca agua en
verano, y en tiempos de lluvia hay gran cantidad. Corre como media legua o
menos, y luego penetra una cueva que se encuentra en unas rocas calcáreas, y
ahí se sume. No se sabe por dónde va a salir. En tiempos pasados ahí penetraban
para sus ceremonias, para lo cual bajaban unos veinte pies por una cuerda y ahí
abajo se encontraban con un trecho de tierra plana como de una casa. De ahí la
cueva se extendía hacia adelante, muy lejos y no se veía el final. Oían gente
hablando y encontraban mazorcas y otras cosas, que sacaban y mostraban como medio
de comercio.[1]
La longitud del arroyo es de 2 Km.
aproximadamente, el agua choca con grandes rocas calizas, y termina en la zona
del lago transitorio de Acuitlapilco,
filtrándose el agua en el resumidero del mismo nombre. Antiguamente este
resumidero era la cueva principal donde se realizaban ritos de petición de
lluvia ya descrita en la Relación de
Tepoztlán (Acuña, 1985). Adelante daremos una interpretación simbólica al
respecto.
En San Andrés de la Cal, como en todas las
culturas indígenas, la representación más sencilla del símbolo del Mundo es la
imagen de un punto, como distintivo del Principio de la Unidad y del Centro mismo,
puede ser un círculo rodeando un punto, y que representaría el Mundo; es muy
antigua e imposible asignarle un empleo y origen en el tiempo, pues se le localiza
en dibujos rupestres por todo el mundo, en objetos prehistóricos, y
arqueológicos; como ejemplo hay un dibujo rupestre ubicado en San Andrés de la
Cal, fig. 1; y sin duda, se ve en ella un signo que se relaciona claramente con
una tradición primordial. El punto, en forma de caracol, de este símbolo está
rodeado de líneas concéntricas, que colocados en igual tamaño y alejamiento del
punto primordial en el Centro, rodeados de un círculo figurando el sol, y que
conformaría el Centro o el Corazón del Mundo; lo cual es otra interpretación que
se da y ha permanecido hasta nuestros días como signo astronómico usual del
sol; pero también se le asigna un significado exclusivamente calendárico solar;
a mi parecer también tiene un sentido más vasto, y profundo. El sol en todas
las culturas antiguas es el símbolo del verdadero Centro del Mundo o del
Universo: el Principio Divino. Pero también hay que contemplar la dualidad
existente entre el Sol y la Luna en una sola unidad, o también a la Luna por si
sola como un Centro astronómico y mitológico (Día y noche, vida y muerte).
Con respecto al caracol que aparece al centro
de la fig. 1, podemos decir que los géneros strombus
Gigas, y Strombus Galeatus; el
género Fasciolaria Gigantea, y los
géneros Turbinella, Triton, Xancux, y
Murex, en la cultura mesoamericana
representa al símbolo cero entre los mayas como algo tangible, el mismo significado
para los aztecas sería una mazorca (Romano
1999, Harvey y Williams 1981, 1988). Además el caracol es un símbolo al
viento y al sonido como instrumento sonoro musical ritual; esto se debe por el
hecho de que en su interior se graba el sonido del mar, o del viento, y se
puede palpar al acercársele al oído.
La
Luna parece haber sido la diosa representativa del “cero” en Mesoamérica con
toda su carga simbólica de fertilidad. Sin embargo ambos símbolos del cero, el caracol
maya y la mazorca azteca, estaban conectados con Tecciztecatl, la divinidad azteca de la Luna, seguida del caracol
marino, mientras la mazorca es parte de la diosa Chicomolotzin (cuyo nombre significa 7 mazorcas) que está conectada
a la fecundidad terrestre que a su vez está relacionada con la Luna. Todavía en
tiempos tardíos Fray Francisco Ximenes
(1967) en su Historia Natural del Reino de Granada recuerda que el caracol
estaba ligado a la Luna.
Los
datos etnográficos recabados por mí en San Andrés indican que el concepto de
“cero” concreto, genera otros números, de origen calendárico y está ligado a la
Luna, conectada con la fertilidad de la mujer, y con la fertilidad en general en
Mesoamérica. La luna hoy en día permite la vida ritual anual en el cultivo y la
cosecha en el campo al computar los meses lunares en periodos de veinte días, y
su fase de Luna nueva, es considerada ausente, es decir, cero (Ruiz, 2001).
En
la figura 4 se representa un glifo de estilo olmeca que representa a una mano,
la cual podemos comparar con dos glifos que se encuentran en la pirámide del Tepozteco en la cabecera municipal de Tepoztlán.
La similitud se encuentra en el glifo 10, con
un signo maya muy habitual, la cual
es una mano con un pulgar alargado en oposición a los dedos, con un círculo en
la muñeca y los dedos arqueados hacia el pulgar, de esta manera se aprecian en
los grifos mayas, que se maneja para el signo Manik. En los signos aztecas
propios no hay grifos que se parezcan a una mano, y el correspondiente a Manik es llamado Mazatl y su glifo es la cabeza de un venado como se ve en el número
9. Dato curioso es que en los dos sistemas se usa un nombre equivalente para
indicar el signo Manik-Mazatl, Cimi en maya, y Mizquitl en nahuatl, en ambos casos muerte.
Dibujo rupestre en algún lugar de San Andrés
de la Cal. Un pequeño caracol de piedra. Pequeñas rodelas de barro encontradas
en San Andrés de la Cal, que representan según interpretaciones de personas del
pueblo, pequeñas estrellas, flores o soles. Fotografía César Augusto Ruiz
Rivera.
Primer recuadro fragmento de rodela de barro
de San Andrés de la Cal. Comparar figuras 5 y 6 de dibujos con motivos
garra-ala, huella de ave, y manos en la iconografía olmeca, y con el glifo de tochtli
lamat, y mazatl manik encontrados en la pirámide del Tepozteco en Tepoztlan. Fotografía y
dibujos de César Augusto Ruiz Rivera.
Glifos
en la pirámide del Tepozteco. Con
equivalencias nahuas y mayas. Dibujos de César Augusto Ruiz
Rivera.
En San Andrés de la
Cal, Azozonpantla es un lugar donde
hay un pequeño ojo de agua, que forma el arroyo que desemboca en Acuitlapilco. El agua de este arroyo no
alcanza a formar por si solo el lago temporal que se forma, pero contribuye
junto con el temporal de lluvia a que se integre dicho lago. En este ojo de
agua se construyó una pequeña capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe. Por
ese lugar en unas peñas se encuentran algunas pinturas rupestres con
representaciones de animales y soles, que refuerza de algún modo lo sagrado de
este lugar. Unido a estas representaciones rupestres, hay un sinfín de guijarros
de barro encontrados con gravados representando una hélice, así como pequeñas
rodelas de barro con símbolos en hélice o espirales que nos dan elementos para
poder proponer que son representaciones duales del viento, agua, y de la Unidad
en el Centro del mundo (fig. 7-8). Por otra parte, y con el objeto de comparar,
tanto el ojo de agua como el resumidero son considerados como la salida y la
entrada al inframundo, y Azonzonpantla
como Acuitlapilco conforman una
dualidad en unidad; dos conceptos a analizar el Centro, y la Unidad. Cada uno
conforma por si solo un Centro, el ojo de agua el nacimiento y la vida que
brota de las entrañas de la tierra, y en donde cada año el 28 de octubre día de
San Lucas se festeja el final de la temporada de lluvia. Acuitlapilco representaría la muerte del agua que se hunde en las
entrañas de la tierra, y la temporada de seca, y en donde como ya vimos se
ofrendaban objetos diversos para la propiciación de la lluvia. Los objetos
presentados representan claramente elementos iconográficos en espiral referentes
al viento, y al agua.
Numero 7 Pequeño guijarro de 4
cm. De atura por 5 cm. de largo. Encontrado en la zona de Acuitlapilco. Con una
representación de un punto en medio del cual salen 9 líneas en hélice, en una
representación de un sol, un remolino (resumidero), o el viento. Número 8 una
rodela de barro con glifos que representan espirales. Fotografía César Augusto
Ruiz Rivera.
Veamos algunas semejanzas en Mesoamérica. La espiral en sus formas curvas y en angulos; por
costumbre es el signo ordinario del viento en gravados de gorjales, de telas,
en la roca, etc. El signo de la espiral esta unido con frecuencia al de la
escalera y se complica normalmente con el de la espiral simple, o compuesta,
curva, o recta, y es la que da origen al simbolo xicalcoliuhqui en las culturas mesoamericanas. Por ejemplo una
linea escalerada unida por un extremo a otra en espiral.
Posnansky
(1945), cree que el signo de la escalera fue el primero que
significo la tierra, y unido a una duplicación del mismo vino a significar
tierra y cielo. Pero en otro lugar, este autor, refiriendose a los signos de la
escalera y de la espiral dice “ambos signos se transformaron y sintetizaron mas
tarde en un solo signo. O sea en forma de escalera de dos o tres peldaños, el
último de los cuales remataba en una especie de espiral, significando la
escalera de la tierra y la espiral el cielo. Analizando varios simbolos de este
tipo imagino que son serpientes, o nubes, o bien podria ser una escalera de
nubes Paul Hening (1912, T. 1: 234). Pero para mí la escalera
simbóliza una puerta de entrada al mundo nde los dioses.
El símbolo del xicalcoliuhqui como vemos en las
diferentes representaciones de las figuras 9 al 18, el simbolo del triangulo esta
muy presente en estas compociciones simbolicas, representan piramides-templos,
o en su lugar monañas con escalones que suben al mundo de los dioses, o tambien,
y a la vez, pudiera representar una cordillera que impide el camino del huracan
que muere en el monte. Las dos barras que rematan lo superior y lo inferior
significan los limites del cielo y la tierra, fronteras donde acontece este
fenómeno atmosférico (Fig. 9-10).
Normalmente son alegorias
con una dualidad cosmica multiple; la espiral significa lo superior, la
escalera lo inferior, y son atributos de los dioses relacionados con el viento
y la lluvia. Hay una relación entre la escalera y la cuerda (lazo) que se
menciona en la relación de Tepoztlán (Acuña,
1985); la escalera representa el ascenso y descenso (dentro de la simbología
católica cuando Cristo asciende al cielo desde la cruz, asi cuando desciende o
bajan de la cruz ya muerto, y es enterrado en el sepulcro), al igual que la
cuerda como se describe en la cueva de Acuitlapilco. Podemos citar por lo menos
dos ejemplos que atestiguan la presencia de la serpiente emplumada dentro de
esta simbología; la serpiente emplumada cuando baja por la escalera de la
piramide de Kukulcan en el solsticio.
Dentro de la mitología de San Andrés de la Cal, cuando desciende del cielo al
tronar los relampagos, se quiebran en el cielo navajas de obsidiana las cuales
se convierten en serpientes y ciempies al caer al suelo. De este modo se
contempla la asociación del cuerpo de la serpiente zizageante con el rayo, del veneno
de la serpiente con el rayo y la luz solar que son de naturaleza caliente. No hay que
olvidar que la escalera simboliza todas estas cosas porque se cuenta con que se
eleva en un Centro, hace posible la comunicación entre los distintos niveles, y
porque es una fórmula concreta de la escala mítica, de la liana o del hilo de
araña, del Árbol Cósmico o del telar Universal que une las tres zonas cósmicas.
De la colección de Beyer (1933), se extrae los símbolos más característicos de xicalcoliuhqui, intercalándoles algunos
interesantes modelos. En estos se ven separados los elementos integrantes del xicalcoliuhqui, antes de que esos trazos
gráficos fueran aglutinándose en sincretismo, provocado por la misma
complejidad sincrónica de los fenómenos de tempestad. En la figura 11,
reportado por Beyer (1933), solo se
presenta el triángulo; no hay zigzag ni escalera. Comparadas con un malacate de
cerro ventoso, Veracruz, que indica la espiral del huracán, según su
interpretación, entre masas nubosas, en cuya composición entran a la vez la
línea curva del cumulus nimbus con el
ángulo del rayo.
En cuanto a la espiral, el triángulo, la
escalera o el zigzag se confunden entre sí. El zigzag se adhiere a la masa
triangular y perfila características en uno de sus lados. Si los ángulos del
zigzag son rectos se asemejan a una escalera; si son puntiagudos ya no
significaran escaleras, más bien parecen plumas. Cuando se mantiene el zigzag;
salvo cuando, ya extendido el símbolo de la serpiente emplumada, las puntas se
estilizan hasta ser una línea quebrada del zigzag y se hace curvilínea, lo
mismo hace parecer el rayo, festón de nubes o el borde de plumas (fig. 4).
Similares son los que se representan cuando la línea espiral adopta la forma de
ángulo; como por ejemplo los símbolos de las imágenes 12 y 13. Entradas al
mundo de los dioses. Un viaje al centro y al mundo de la unidad.
En los símbolos de las figuras 14, se ve el
símbolo encerrado en un círculo, que es el perímetro del Centro de un escudo, y
en su parte superior la espiral en ángulo, y el triángulo en escalera, mientras
el círculo o abertura (resumidero) queda abajo y aparte. El símbolo de la
figura 15 reproduce una espiral enorme, que forma parte de un lado del
triángulo en escalera, en el Centro está el motivo rematado, y en la parte baja
medio circulo (resumidero). En el símbolo 16 está completo de líneas rectas
combinadas en ángulos, se aprecia el triángulo en escalera y una doble espiral
invertida que baja y llena el espacio junto al del triángulo; en especial se
puede comparar perfectamente con la rodela de barro encontrada en San Andrés
(figs. 17). La rodela de la figura 18 se sintetiza en composiciones diferentes.
En general podemos decir que toda esta
multiplicidad de símbolos y significados mesoamericanos tienen que ver con el Centro
del mundo en la tierra como en el cielo, el paraíso o el inframundo, el arriba
o abajo, la fertilidad con el agua representada por la espiral de un remolino
en una tormenta, o la temporada de secas representado por un resumidero o
hélice; todo englobado en una unidad de contrarios.
Hay una equivalencia y conexión entre la
rueda y diversos símbolos florales (ver rodela de la fig. 19). Si contemplamos
como ejemplo la flor del loto hindú, con
el xempoalxuchil mesoamericano, o
cualquier flor al abrir sus pétalos esto representa, entre otras cosas símbolos
de significaciones múltiples, y similitudes bien comprensibles. El desarrollo
de la manifestación; es, una irradiación en torno del Centro, pues también en
este caso se trata de figuras centradas, y esto es lo que justifica su asimilación
a la rueda. Es de reconocer que las rodelas utilizadas en San Andrés giran
alrededor de un Centro o eje que se le representa también con un glifo
representando a un huracán, remolino de viento, y un resumidero que giran en
ambos sentidos. En este sentido en la tradición hindú, el Mundo se representa
en forma de un loto en cuyo Centro se eleva el Meru, la Montaña sagrada que simboliza al Polo.
Al sur del pueblo de
San Andrés de la Cal, y por la falda del cerro de la Corona, sobre unas peñas
se ubica lo que la gente llama “La Tienda Encantada”, se aprecian innumerables
dibujos rupestres, un altar con una cruz atravesada a manera de zompantle azteca, una mano, un conejo,
un sol, imágenes en mal estado de un mono, un venado o toro, y un alacrán. Este
lugar todo el pueblo lo conoce de oídas, más no físicamente. Se encuentra a
media hora del pueblo. Los grabados están distribuidos a lo largo de un muro de
piedra caliza situado en el lado oeste del cerro de La Corona, el muro mide
aproximadamente 50 mts. de longitud con una altura aproximada de 20 mts., se
pueden apreciar alrededor de 20 grabados sobre la superficie vertical de la
roca a diversas alturas del piso, desde los 50 cm., hasta los 3 mts. de altura.
Los gravados se están perdiendo en su totalidad debido a la invasión de musgo,
el cual ha avanzado por la deforestación por arriba del muro de piedra que los
protegía de las inclemencias de la humedad. Frente a este gran muro de piedra
se aprecia lo que algunos del pueblo dicen que fue una pequeña estructura
piramidal, hoy totalmente destruida. Acerca de este lugar, se dice el siguiente
mito:
Es una Tienda
Encantada, que cada año en el mes de diciembre, se abre una entrada en la roca
del muro. Si se tiene la suerte de estar en ese momento o si se está destinado
a ver esa puerta, esa persona tiene la oportunidad de entrar y sacar todo lo
que pueda de mercancía: fríjol, maíz, herramienta, o lo que a uno se le antoje
en ese momento. Se debe de hacer rápido, porque no se sabe cuánto tiempo
permanece abierta la puerta, porque si se cierra cuando uno está adentro ahí se
queda durante un año entero, el cual para el que se quedó adentro es como si
pasara un sólo día, mientras los familiares lo van a dar por desaparecido y
muerto, y al llegar a casa después de un año la familia se puede volver loca
del susto o de la emoción, ya que lo que se pudo sacar de la tienda encantada
se convierte en oro, plata y riquezas que uno nunca imaginó. Esto fue lo que le
pasó a una persona del pueblo, hace muchos años, que desapareció por un año y
regresó contando esta historia. La gente antigua decía que les ha sucedido a
varias personas mucho más antes (Ruiz, 2000).[2]
Diferentes pinturas
rupestres indígenas de San Andrés de la Cal. Comparar figura 22, con las
manchas internas de la luna llena. Fotografía César Augusto Ruiz Rivera.
El muro y la pretendida construcción
piramidal cada uno en si son un Centro, y ambos representan la Unidad que
refuerza al mito. El dibujo que mencionamos que constituye una pequeña pirámide
con cuatro peldaños, esta rematada por una cruz, rodeada de una especie de
marco que esta cruzado por una línea, con pequeños motivos que bien podrían
representar cráneos a manera de zompantle que marca y simboliza por si solo el
centro del dibujo de la pirámide, en el mismo sentido la pirámide hace
referencia al centro de la tierra.
La mano se le considera como una firma de
carácter personal, para dejar marcado un signo distintivo. “Los indios pueblo” modernos
en Norteamérica dejan sus impresiones de manos en lugares sagrados porque es creencia
suya que de ese modo han tomado contacto con los lugares sagrados; además, para
comprobar que ellos han cumplido con sus obligaciones religiosas y así la
deidad puede identificar al peticionario. En Norteamérica se supone también
una, relación entre las impresiones de manos y la magia de caza, y los ritos de
pubertad (Strecker, 1982: 47-57).
Esto es una ofrenda y entrega personal a los dioses.
El dibujo de la figura 21 representaba un sol
o estrella que estaba rodeada por un circulo que el musgo ha ido desdibujando
con el tiempo, al igual que la figura del dibujo 22 que representa una luna en
color rojo ocre y que podemos comparar con las manchas internas de la luna
llena. Estos son Centros de equilibrio estelares de algún Principio estelar y
mítico.
El equilibrio es el reflejo del Principio;
para encarar las cosas según esta nueva relación, es preciso considerar la
circunferencia en movimiento en torno de su centro, o punto único que no participa de ese movimiento.
La palabra rueda (rota) evoca inmediatamente la idea de rotación; y esta
rotación es la figura del cambio continuo al cual están sujetas todas las cosas
manifestadas; en tal movimiento, no hay sino un punto único que permanece fijo
e inmutable, y este punto es el Centro. Esto nos reconduce a las concepciones
cíclicas, de las que hemos dicho unas palabras: el recorrido de un ciclo
cualquiera, o. la rotación de la circunferencia, es la sucesión, ya sea en el
modo temporal, o en cualquier otro modo; el punto fijo del Centro es la imagen
de la eternidad, donde todas las cosas son presentes en simultaneidad perfecta.
La circunferencia no puede girar sino en torno de un Centro fijo; igualmente,
el cambio, que no se basta a sí mismo, supone necesariamente un Principio que
esté fuera de él: es el “motor inmóvil” de Aristóteles, también representado
por el Centro. El Principio inmutable, pues, al mismo tiempo, y ya por el hecho
de que todo cuanto existe, cambia o se mueve, no tiene realidad sino por él y
depende totalmente de él, es lo que da el primer impulso al movimiento, y
también lo que en seguida lo gobierna, dirige y legisla, pues la conservación
del orden del Mundo es una prolongación del acto creador. Por ejemplo, y con
respecto a la flor de loto, el
Principio es la expresión hindú, del “ordenador interno” (antaryâni), pues dirige todas las cosas desde el interior,
residiendo él mismo en el punto más íntimo: el Centro.
La rotación de una circunferencia en torno de
su Centro, puede también considerarse la de una esfera en torno de un eje fijo;
la significación simbólica es exactamente la misma. Por eso las
representaciones del “Eje del Mundo” son tan frecuentes e importantes en el
sentido general, es en el fondo el mismo que el de las figuras del “Centro del
Mundo”, salvo quizá en que evocan más directamente el papel del Principio
inmutable con respecto a la manifestación universal que los otros aspectos en
que el Centro puede ser igualmente considerado. Cuando la esfera, terrestre
cumple su revolución en torno de su eje, hay dos puntos que permanecen fijos:
son los polos, las extremidades del eje o sus puntos de encuentro con la
superficie de la esfera; por eso la idea de Polo es también un equivalente de
la idea de Centro. El simbolismo que se refiere al Polo, que reviste formas muy
complejas, se encuentra también en todas las tradiciones, e inclusive tiene en
ellas un lugar considerable; si no se han advertido la comprensión verdadera de
los símbolos ha faltado por completo.
Al respecto de esto, la maraca o sonaja como
esfera, simbólicamente (Fig. 24) es la imagen del mundo en su rotación en torno
de su centro, considerando que se mueve en torno de un eje fijo. De ahí que las
representaciones del Centro en el “Eje del Mundo” sean tan frecuentes e
importantes en todas las tradiciones antiguas; y el sentido general es el mismo
que el de las figuras del “Centro del Mundo”, salvo que evocan directamente el
papel del Principio inmutable con respecto a la manifestación universal, como
los aspectos del Centro pueden ser considerados. Cuando la Tierra cumple su
revolución en torno de su eje, hay dos Centros o puntos que permanecen fijos:
los polos, los extremos o puntos de encuentro del eje con la superficie de la
esfera; Simbólicamente el concepto de Polo es también un equivalente del
Centro. El simbolismo que se refiere al Polo reviste formas muy complejas, y se
encuentra también en todas las tradiciones, y tiene en ellas un lugar
considerable; si no se han advertido la comprensión verdadera de los símbolos
ha faltado por completo. Según concepciones populares de pueblos morelenses
donde se fabrican maracas con cuatecomates
o guajes, por si sola al estar en uso
recuerda simbólicamente el tronar de los rayos o el movimiento telúrico de
temblores y su forma esférica representa al Planeta Tierra.
Algunas figuras arqueológicas de piedra verde,
como de piedra de texcal, y de piedra de barranca que se han encontrado en
campos de cultivo, en recovecos de texcal o cuevas pequeñas, atestiguan de
alguna manera el uso de símbolos de la dualidad, de que hemos venido ablando, ofrendas
a la fertilidad con representaciones solares, y a los cerros.
En la figura 25 vemos a un personaje varonil
de piedra caliza de color café sentado en ancas, la mano derecha tomando su
pene en acción masturbadora, y la mano izquierda en el mentón observando a una
pequeña figura de barro que se encontró cerca de él, y que representa a Mextli embarazada de Xilonen (según interpretación de algunas
personas del pueblo), con un tocado redondo sobre su frente. El personaje de
piedra tiene una diadema alrededor de su cabeza; ambos tocados representan el
aro solar. En cuanto a la figura varonil este podría representar a Xipe Totec dios de la
primavera y de la lluvia. Su nombre significa ‘dios desollado’, que tiene que
ver con las ceremonias que en su honor se practicaban en la primavera. Como otros
dioses presenta dos aspectos contradictorios. Por un lado es el dios benefactor
y generador de las cosechas, por lo tanto, el favorecedor de la agricultura, ya
que él mismo se desolló para alimentar a las plantas, que a su vez serían el
alimento de la humanidad. Es la metáfora sobre el desarrollo de las semillas
que pierden su piel al germinar. Con la llegada de la primavera, los aztecas le rendían sacrificios humanos, cuya
sangre abonaba la tierra para tener abundantes cosechas.
La figura 26 es una pequeña maqueta de
piedra, caliza, de 7 cm. de alto, del cerro denominado “Cerro del Final”, o Ihuilcaltepetl, aunque la toponimia no
haga referencia al final, ya que el concepto “final” no existe (según el Sr.
Walter Robles nahuatlaca del pueblo) en la cosmovisión nahua; Ihuilcal hace
referencia al infinito, y de acuerdo al Sr. Walter Robles Ihuilcal, es cuando se hace referencia a una persona o deidad
inmortal o infinita, y si se aplicara al Cerro del Final sería recordando al
Dios náhuatl Tepeyolotli. Lo infinito
en la cosmovisión nahua es aplicable a la concepción cíclica del tiempo, pero
podríamos hacer comparación con la interpretación simbólica a las rodelas (fig.
14 a la 18). En el lenguaje náhuatl Zemicac
significa eterno; zenca significa
eterno siempre; y la palabra Itlamia
significa al final.
La fig. 27 y 28 son una representación de una
cara de jadeíta oscura, la misma pero volteada, pero que desde cualquier
posición representa una cara, lo importante de esta es la aureola que rodea la
pieza, símbolo totalmente solar, y el tocado sobre su frente.
La figura 29 es una representación de
jadeíta, en forma de rodillo plano y totalmente representativo de la dualidad,
con dos centros grabados a los extremos.
La relación existente entre el centro y la
circunferencia, o entre lo que respectivamente representan, está claramente
indicada por el hecho de que la circunferencia no puede existir sin el centro,
mientras que el centro es totalmente independiente de la circunferencia. Esta
relación puede señalarse aún más claramente por medio de líneas o extremidades
que salen y terminan fuera de la circunferencia, y que pueden aparecer en
número o forma variable; pero siempre aparecerán por un valor simbólico
particular. Aquí, la forma más sencilla es la que presenta la fig. 1 con catorce
líneas que sobresalen de una circunferencia que forman un sol en el exterior
del círculo. Esta figura tiene la misma significación general, y se le agregan
significaciones secundarias que vienen a completarla: la circunferencia, es
representada como recorrida en determinado sentido, es una imagen manifestando
un ciclo cósmico que particularmente la doctrina hindú budista ofrece una
teoría en extremo desarrollada. Las divisiones determinadas sobre la
circunferencia por las extremidades de los brazos de una cruz corresponden
entonces a los diferentes períodos o fases en que se divide un ciclo; y tal
división puede encararse, por así decirlo, a escalas diversas, según se trate
de ciclos más o menos extensos: se tendrá así, por ejemplo, y para atenernos
solo al orden de la existencia terrestre, los cuatro momentos principales del día,
las cuatro fases de la luna, las cuatro estaciones del año, y también, según la
concepción que encontramos en las culturas Mesoamericanas, las cuatro edades de
la humanidad.
Pero volvamos a las significaciones del
Centro, pues hasta ahora no hemos expuesto, en suma, sino la primera de todas,
la que hace de él la imagen del Principio. Encontramos que el Centro es
propiamente el “medio”, el punto equidistante de todos los puntos de la
circunferencia, y divide todo diámetro en dos partes iguales. En lo que
precede, se considera al Centro, antes que la circunferencia, la cual no tiene
realidad sino por la irradiación de aquél; ahora, se le encara con respecto a
la circunferencia realizada, es decir, que se trata de la acción del Principio
en el seno de la Creación. El medio entre los extremos representados por puntos
opuestos de la circunferencia es el lugar donde las tendencias contrarias se
neutralizan y se hallan en perfecto equilibrio.
En San Andrés de la Cal, encontramos por
ejemplo el uso del temazcal (baño de
vapor prehispánico) como instrumento de curación física y espiritual, donde se
realiza una serie de rituales purificadores y de reinserción al equilibrio
cósmico del cuerpo al medio ambiente social y físico. Constituye otro ejemplo
del centro. Recientemente un indio huichol cantador llamado Rogelio que realiza
en esta comunidad el uso del temazcal ritual, tomando en cuenta que “el Centro es
el punto de partida, y de llegada; todo ha salido de él, y a él ha de regresar
al final de cada siclo. Todo existe por el Principio, y sin él no existe nada,
y entre cada ser o cosa hay una unión permanente del Principio que une todos
los puntos del centro; cada camino se recorre en dos sentidos opuestos; primero
del centro a la circunferencia, después el retorno desde la circunferencia
hacia el centro. Son dos espacios unidos pero separados, el primero lo representa
un movimiento de salida, y el segundo un movimiento de unión” (Ruiz, 1985-2011). Estas dos fases son verdaderamente
completas, y corresponde por entero a la idea que, de modo general, debemos
formarnos del Centro en la plenitud de su significación.
Según Don Antonino, maracame especialista en limpias “todos los seres, tienen su Principio,
y quieren regresar a él; este instinto de regreso al Centro tiene su
representación (simbólica) al entrar o salir de la enfermedad, al igual que al
entrar y salir del temazcal. La
orientación ritual Este-Oeste de la entrada del temazcal siguiendo la línea con
referencia a la salida del Sol, que pasa sobre el fuego sagrado que calienta
las piedras que se usan dentro del temaxcal,
que es la dirección hacia el centro espiritual, es la imagen terrestre del Centro
del Mundo”.
Así
como toda
Ciudad, templo o palacio, son considerados Centros del Mundo, y réplicas
multiplicadas de la imagen arcaica de la Montaña Cósmica, conocido también como
el Árbol del Mundo, o Pilar central que sostiene los niveles cósmicos. De este mismo modo se
ha diseñado la orientación de las iglesias cristianas, casas, panteones o
edificios especiales lo cual son casos particulares de ese simbolismo, y se
refiere esencialmente a la misma idea común en todas las religiones.
Por último el Centro está enfocado al Dios
patrono quien cumple la función de representar de alguna manera y en primer
lugar a la deidad ancestral, y en segundo lugar a lo que representa dicha
deidad. En el caso de San Andrés de la Cal, no se sabe con exactitud a que Dios
prehispánico se le daba adoración, pero podemos concordar con referencia a las
costumbres y creencias a los ahuaques y a
los aires en la petición de lluvias en cuevas que el Dios patrono era Ehecatl-Quetzalcoatl, secundado por Ometeotl, Tlaloc, Xipe Totec, y Xilonen en sus respectivas esferas de
poder. (Ruiz, 2001, 2009, 2008).
En resumen, el Centro es a la vez el
principio y el fin de todas las cosas; es, según un simbolismo muy conocido, el
alfa y el omega. Mejor aún, es el principio, el centro y el fin; y estos tres
aspectos están representados en las figuras de las rodelas y demás restos
arqueológicos, como en el xicalcoliuhqui,
y como elementos independientes del Centro del Mundo.
La orientación de la Unidad es la
materialización, si así puede decirse, de la intención humana, por la cual
todas las potencias del ser deben ser dirigidas hacia el Centro como Principio Divino;
me sería fácil encontrar otros ejemplos. Mucho tendré que decir sobre este
asunto; sin duda tendré algunas oportunidades de volver sobre él en la
continuación de estos estudios, y por eso me contento, por el momento, con
presentar de modo breve el aspecto del simbolismo del Centro.
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